Joan se levanta a las nueve de la mañana. Mientras sus ojos se van acostumbrando a la luz, el joven pone a funcionar la cafetera. Tiene una hora para estar listo antes de que le vengan a buscar. Ha quedado con unos amigos para pasar el día. Agradece no vivir en la capital de la isla. Allí, el aumento del número de positivos ha obligado a decretar el cierre perimetral de la urbe. Si estuviese en el municipio capitalino no podría salir de sus fronteras, excepto urgencias personales, cuidado de familiares o motivos laborales. No podría disfrutar de su primer octubre ocioso en años. Aunque, admite, que preferiría estar trabajando. "Para mí, sería lo normal en estas fechas", señala a Sputnik Mundo.
La aparición del coronavirus ha bloqueado la habitual horda de turistas que cada estío desembarca en la isla. Constantes eran las noticias sobre los récords que rompe Ibiza en términos de llegada de visitantes año tras año. En 2020, las cifras son distintas. El aeropuerto de Ibiza perdió 4,5 millones de pasajeros esta temporada. De los casi seis millones se pasó a poco más de un 1.300.000 de viajeros. Por otro lado, la ocupación hotelera en agosto se quedaba en un 41% según datos de FEHIF, cuando en 2019, esta rondaba el 93%. Más notable es la caída en septiembre, afectado por las restricciones de vuelo de otros países. Entonces, se registraba un 28% frente al 86% de este mismo mes el año pasado.
Un insólito verano en el que las grandes discotecas colgaron el cartel de cerrado. La casi total ausencia de transeúntes por las aceras de Platja d’en Bossa, Es Canar o el West End de Sant Antoni fue lo habitual. Un estío especial que da paso a un invierno incierto.
Las consecuencias de un mal verano
Tras años de crecimiento, la pandemia ha parado en seco la máquina del turismo. Esta industria aporta más del 90% del PIB de la Pitiusa mayor según la Confederación de Asociaciones Empresariales de Baleares. Razón por la que coronavirus golpea con fuerza a la economía ibicenca, basada en los ingresos turísticos. El Govern balear anunció una caída del 46% del PIB conjunto de Ibiza y Formentera en el segundo trimestre del año. Un porcentaje que duplica la media nacional, que se quedó en un descenso del 22%, y multiplica la europea, del 14%.
Si oteamos la red, descubrimos que el golpe económico ha provocado el aumento de la venta de hoteles en la isla. Solo en Idealista aparecen una veintena de propiedades, valoradas en 200 millones de euros. Además, marcas como Hilton abandonan la isla tras operar durante varios años. Por otro lado, el comercio local ha visto como sus ingresos caen en picado ante el menor número de turistas. Motivo por el que exigen medidas a las instituciones locales, autonómicas y nacionales.
"Si se quiere mantener el patio de empresas con posibilidades de cara a los próximos meses es necesaria alguna ayuda. Habrá que restringir el gasto público para ayudar a trabajadores y empresas. Se tienen que prolongar los ERTE. Nosotros ya hemos pedido a los ayuntamientos que bajen las tasas y los impuestos a mínimos posibles. Es necesario para que se puedan reducir los coste", asegura Marí.
Y no solo se daña el tejido empresarial. El paro es una de las variables que más ha crecido en los últimos meses. La historia de Joan no es la única. Junto a él, 9.822 ibicencos estaban desempleados en septiembre. Un 141% más que en esas mismas fechas el año pasado. Algunos como Joan, pudieron trabajar en julio y agosto. Otros no tuvieron la misma suerte. Ana, quien no pudo acceder a su trabajo de camarera en un bar de Sant Antoni, no llegó a encontrar empleo. "Eché decenas de currículos, pero no me llamaron de ningún sitio", asegura esta estudiante ibicenca, afincada en Barcelona.
La organización ofrece ayudas para la alimentación, el pago del alquiler o la compra de material escolar. Solicitudes que este año han incrementado.
"En un año habitual damos cobertura a una media de 200 familias. Con el estado de alarma, llegamos a 700 familias. Es decir, triplicamos la cifra habitual. También creció en verano, que lo normal es que descienda. En esos meses atendimos a 450 familias", asevera la voluntaria.
A su vez, esta situación afecta al propio comercio local. No solo la quiebra del turismo, sino también el descenso del poder adquisitivo de la población hace que se complique su supervivencia. Ecuación que se potencia con las restricciones de movilidad instauradas en la ciudad de Ibiza, según Marí.
"Entendemos que son medidas que se han de realizar, pero la situación ha generado desconcierto, desmotivación, incluso, desconfianza. Los clientes van a comprar lo imprescindible. Fuera de las primeras necesidades, el resto está parado. El textil y el calzado son los que peor lo están pasando. Igualmente, el mobiliario. La gente aguanta las cosas", explica Marí.
Un cambio de modelo
Ni los propietarios de negocios en la isla ni muchos trabajadores quieren oír hablar de una temporada igual. En su mente está 2021, año que esperan con positividad. Para el presidente de comercio de Pimeef es fundamental buscar soluciones y protocolos para "mostrar Ibiza como un destino seguro". Superar los inconvenientes provocados por la pandemia es la línea de ruta marcada. Hacer que Ibiza vuelva a recibir turistas como antaño. "Entiendo que hay que encontrar fórmulas para cambiar el modelo económico de la isla, pero nadie tiene una varita mágica para hacerlo. No se hace de la noche al día. Se puede ampliar el arco de actividades, pero ninguna puede alimentar a todos como hace el turismo, al menos ahora mismo", indica Marí.
No obstante, hay distintas opiniones. La plataforma Prou, dedicada a la protección medioambiental y a promocionar la sostenibilidad de la isla, considera que la pandemia ha dado la oportunidad de pensar en la efectividad del sistema con el que se nutre Ibiza. "Creo que dentro de la desgracia es un buen momento para hacer un cambio de modelo. Si no lo hacemos, estaremos sufriendo una crisis tremenda cada vez que pasen cosas que afecten al turismo. No podemos basarnos solo en el turismo", recuerda Jaume Ribas, portavoz de la asociación, a Sputnik Mundo.
Para Ribas, las instituciones insulares deben promover la industria y la agricultura. Dotar a la Pitiusa mayor de alternativas más allá del sol y playa. Y, junto a esto, modificar el tipo de turismo que llega a la isla. No acabar con la fiesta. Tampoco con la infraestructura hotelera. Pero sí con la entrada masiva de visitantes.
"Nosotros pensamos que el turismo quepa el que quepa no puede seguir. No podemos meter 50 donde hay sitio para 20. Tenemos que permitir que el turismo disfrute de la isla, sin olvidar que sigue siendo una isla", afirma Ribas.
La menor presión humana a la que ha sido sometida Ibiza en 2020 se ha notado. Por primera vez, la isla ha respirado. Mar y tierra han podido reponer fuerzas tras años de maltrato por parte del imparable ascenso de la economía ibicenca. Desde Prou esperan que las élites políticas no quieran encender el motor turístico de la misma manera que en 2008, cuando otra crisis económica asoló el planeta. Su alternativa fue urbanizar. Aumentar el número de plazas de vuelo. Potenciar un turismo de millonarios en un lugar donde la ciudadanía se ha empobrecido. "No podemos continuar con un modelo que acabará por cargarse a Ibiza y a los ibicencos", sentencia Ribas.