Para empezar les ofrecemos el caso del jefe de Contrainteligencia de Estados Unidos, Bill Evanina. En una entrevista a NBC News acusó a China y Rusia de crear obstáculos a los científicos estadounidenses que están trabajando sobre vacunas contra el COVID-19. Más aún, auguró que Rusia, China e Irán harán todo para que la vacuna estadounidense no llegue a los mercados internacionales cuando por fin aparece.
Hay que decir que los medios internacionales no hicieron gran eco a las declaraciones del alto funcionario estadounidense. Sin embargo, en Rusia sí que tuvieron bastante éxito y reacciones. Por ejemplo, el columnista del diario moscovita "Komsomolskaia Pravda", Víctor Baranets, escribió una pieza de opinión para analizar las acusaciones y las previsiones del Sr. Evanina respecto a la vacuna.
Estoy de acuerdo con el Sr. Baranets en que la pregunta clave es ¿cómo el jefe de la Contrainteligencia de Estados Unidos se imagina esta malintencionada injerencia rusa de la que está hablando? Es decir, la clave está en la forma en la que anuncia sus acusaciones. Si es verdad que la Casa Blanca no contrata idiotas para importantes posiciones, alguien en la administración del presidente estadounidense, Donald Trump, debería preocuparse y valorar las palabras del Sr. Evanina para ver si un profesional de contrainteligencia de su nivel puede permitir semejantes entrevistas o no.
Pero por lo menos el Sr. Evanina tiene una excusa. Que no es un diplomático y que no ha pedido más sanciones contra Rusia a base de sus acusaciones poco fundamentadas. A diferencia de los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Alemania que anunciaron que pedirán a la UE nuevas sanciones contra Rusia por el presunto envenenamiento del líder opositor Alexéi Navalni.
El jefe de la diplomacia alemana, Heiko Maas, dijo ante el Bundestag que si Rusia no aclara los hechos, si no proporciona detalles, no habrá más remedio que castigar a los responsables del lado ruso. "Francia y Alemania pedirán más sanciones contra Rusia por el caso Navalni", titula a una de sus crónicas la edición en español de Euronews.
Vuelvo a estar de acuerdo con el columnista del diario moscovita "Komsomolskaia Pravda" el Sr. Baranets en que la pregunta clave es ¿cómo el jefe de la diplomacia alemana se imagina la base jurídica de esas sanciones y cómo, además, pretende castigar a los culpables si por lo visto no hay culpables en este caso por el momento. En este sentido, me temo que el ministro alemán no tiene demasiadas fuentes fiables y confía en las indicaciones del propio opositor ruso Alexéi Navalni.
"Navalni reclama sanciones directas contra próximos a Putin", titula a una de sus crónicas la agencia EFE.
Hay aquí varias puntos que destacar. Parece increíble, pero de verdad Alexéi Navalni pretende dictar a Occidente a qué personas tienen que castigar en Rusia en represalia por su presunto envenenamiento. Y eso cuando no hay más que una versión sin prueba alguna de que el Kremlin está implicado.
Cuando Navalni intenta fundamentar la implicación del Kremlin comete como mínimo un error de lógica. Primero dice que el Kremlin está aterrorizado y acto seguido asegura que el Kremlin quiere intimidar a la gente en Rusia con su envenenamiento. Se pregunta entonces ¿quién está intimidado el Kremlin o la gente?
Mientras tanto, a pesar de tantas preguntas que Occidente hace a Rusia para esclarecer el caso Navalni, en la realidad nadie quiere escuchar a la otra parte. Y es la tesis principal del Kremlin por el momento. "Rusia cuestiona informe de OPAQ por caso Navalni y pide pruebas", titula la edición en español de RT.
Me pregunto, cómo los políticos europeos pretenden aclarar los hechos y obtener detalles sobre el caso Navalni desde Moscú si en la realidad sin entrar en un diálogo con las autoridades rusas. Cuando digo un diálogo, me refiero a una comunicación en la que las partes escuchan y consideran los argumentos de cada uno. No es el caso, al parecer.
Mientras las potencias europeas ya están preparando posibles sanciones a instancias de Navalni, se encuentran cada vez más lejos de un diálogo con Rusia que piden para evitarlas. Igor Nikulin, ex miembro de la comisión para armas biológicas de la ONU, ofrece a RT una versión que explica porque Occidente hace oídos sordos a las explicaciones rusas.