Como marionetas en un espectáculo de guiñoles preparado por Donald Trump y Benjamín Netanyahu.
Washington ya anunció a principios de año su iniciativa de acercamiento entre Serbia y la autoproclamada República de Kosovo. El exembajador de EEUU en Berlín Richard Grenell ha sido el encargado de pilotar las negociaciones que, en un principio, pretendieron —sin éxito— llegar incluso a acuerdos de intercambio de territorio entre las partes enfrentadas.
El gesto de Vucic para la historia
Pero el propósito de Donald Trump iba más allá de los Balcanes. En el momento de la ceremonia, llamó en directo al jefe de gobierno israelí para confirmarle que Kosovo reconocía a Israel e instalaría su embajada en Jerusalén; al tiempo, le anunciaba que Serbia trasladará su sede diplomática desde Tel Aviv a Jerusalén, volteando así la tradicional diplomacia propalestina de Belgrado.
En plena campaña electoral para su reelección, Donald Trump "vendía" a su país un supuesto nuevo éxito diplomático para la paz en Oriente Medio, que se añade a la apertura de relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos. Los asesores del presidente se sentían satisfechos hasta que Trump tomó la palabra y señaló a Netanyahu: "estos tipos se han combatido durante años; la lucha de Israel con los palestinos no es nada en comparación".
Para Trump, los kosovares son árabes
Los ciudadanos kosovares y los serbios veían así la mini-pax americana en los Balcanes integrada en el plan de Trump para Oriente Medio. Queda por ver si los acuerdos que les afectan directamente se llevarán a cabo. Las fuerzas de oposición respectivas no parecen muy felices con el documento firmado en Washington DC.
La UE, fuera de juego
Para Trump era también importante obtener avances ante la impotencia de la Unión Europea en los Balcanes. La diplomacia de la UE lleva desventaja en Kosovo, prácticamente una colonia norteamericana en el Viejo Continente. Sufre, además, el hecho de que cinco de sus miembros (España, Grecia, Rumanía, Eslovaquia y Chipre) no reconocen la independencia de ese territorio, cuna histórica de Serbia. París y Berlín intentan desde hace meses retomar la iniciativa sobre las negociaciones entre Pristina y Belgrado. Serbia aspira a integrarse en la UE al tiempo que mantiene relaciones privilegiada con su aliado ruso. Kosovo, por su parte, chantajea a Bruselas ofreciéndole atención diplomática solo si se abre a la obtención de visados para sus ciudadanos.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) September 8, 2020
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Ironía diplomática: el acuerdo patrocinado por Trump ridiculiza al país hermano de Rusia
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Kosovo se compromete a no hacer proselitismo sobre su reconocimiento como país independiente durante un año. Serbia, por su parte, frenará durante el mismo periodo su política contra el mismo asunto. Unos dólares pueden calmar de momento la tensión política entre los dos vecinos y enemigos. Alexander Vucic no perdió la ocasión para dejar bien claro que lo firmado en Washington DC no cambia en absoluto su posición: Serbia no aceptará la independencia de Kosovo. Por si acaso a Trump se le ocurría anunciarlo en un tuit…