Macron se presentó, la primera vez, en tierras libanesas el pasado 6 de agosto, dos días después de que un almacén que contenía desde hacía años 2.750 toneladas de nitrato de amonio —un fertilizante muy inestable que se usa para hacer explosivos— saltara por los aires, matando a 190 personas, hiriendo a otras 6.500 y dejando sin hogar a 300.000 ciudadanos.
El coste de los daños materiales provocados por las explosiones varía entre los 3.800 millones y los 4.600 millones de dólares, mientras que el perjuicio económico asciende a 2.900 millones-3.500 millones de dólares, según una estimación del Banco Mundial. En total, un mínimo de 6.700 millones de dólares y un máximo de 8.100 millones de dólares.
La formación de un nuevo gobierno
Después de aterrizar el lunes 31 de agosto, Macron se reunió en la ciudad costera de Antelias, al norte de Beirut, con la actriz y cantante Fairuz, una de las pocas figuras del Líbano que es admirada por todo el espectro multiconfesional. Fairuz, de 85 años, es famosa por su privacidad y rara vez aparece en público, pero a lo largo de su dilatada carrera ha despertado innumerables fans por sus canciones sobre el amor y sobre la belleza de su atribulada nación natal.
Oficialmente, el propósito de la visita del jefe del Estado francés era obvio: conseguir que se den las condiciones para la formación de un nuevo gobierno que sea capaz de llevar a cabo las tareas imprescindibles de reconstrucción y reformas. Los cambios son urgentes en los sectores eléctrico y bancario, así como en el mercado público que actualmente es demasiado opaco, lo que favorece las irregularidades.
Desde la colosal explosión, París ha dirigido el esfuerzo global para apoyar al pueblo libanés, incluyendo la organización, el pasado 9 de agosto, de una conferencia internacional en cooperación con Naciones Unidas, donde más de 15 jefes de Estado participaron virtualmente y se comprometieron a donar más de 295 millones de dólares.
Papel de metrópoli
La meta de Macron, declarada a la prensa, apunta a no dejar al Líbano "en manos de las vilezas de las potencias regionales" (una alusión clara a Arabia Saudí —musulmanes suníes— e Irán —chiíes—) y evitar que el país de los cedros caiga en una nueva guerra civil.
El objetivo no declarado es controlar el proceso de transformaciones y, en consecuencia, ser el factótum del Líbano para así poder mantener esa importante cabeza de puente que garantiza sus intereses políticos y comerciales, no solo en el Mediterráneo Oriental, fuente de nuevos/viejos conflictos, sino también en Oriente Medio, epicentro de guerras continuas.
El dirigente galo ya pidió, el 6 de agosto, un "gran cambio" que no solo afecte a determinados sectores productivos sino también a las propias estructuras del país. La idea final es la proclamación de un estado laico en el Líbano. Según el complicado sistema político multiconfesional libanés, el primer ministro debe ser un musulmán suní pues la Jefatura del Estado está reservada a un cristiano maronita (Michel Aoun) y la Presidencia del Parlamento a un musulmán chií (Nabih Berri).
Un estado laico
El veterano Aoun declaró, el domingo 30 de agosto, que "solo un Estado laico es capaz de proteger el pluralismo, preservarlo transformándolo en verdadera unidad". Hasta ahora, Aoun no había atendido las reivindicaciones del movimiento de contestación libanés que surgió en octubre de 2019. Las protestas callejeras no solo demandan cambios profundos, sino que atacan la desidia y la ineptitud de los políticos.
El Líbano debería renunciar cuanto antes a las restricciones que le impone el actual sistema confesional, fruto de una larga y devastadora guerra civil (1975-1990). Esa estructura fallida, sumada a los fuertes intereses creados en estos años —clientelismo y corrupción—, hace muy difícil que se acometan en serio las reformas necesarias y se renueve la clase política.
El nombramiento del poco conocido tecnócrata Mustafá Adib como nuevo primer ministro, aceptado por Hizbulá, es solo un pequeño paso para salir del abismo porque la formación del nuevo Gobierno llevará meses de negociación y el país está a punto de convertirse en un Estado fallido como lo son Libia o Yemen.