Aunque pueda parecer algo sencillo, la tarea de desmontar un órgano es muy compleja porque de ella depende el futuro del instrumento. Si se hace mal, se puede perder todo el trabajo de armonización.
"Nosotros somos los herederos de una tradición milenaria en la construcción de instrumentos, que continuamos mediante transmisión verbal y escrita, y hemos ido evolucionando con el tiempo, siguiendo las diferentes tendencias musicales. Yo empecé en Paysandú y luego estuve en Alemania, 20 años en España y llevo año y medio en Francia. Me fui de Uruguay para poder aprender en los mejores talleres posibles y tuve la suerte de trabajar en los mejores del mundo", contó D'Amico.
El uruguayo ha trabajado tanto en la restauración de órganos muy antiguos del siglo XV como en instrumentos nuevos en todas partes del mundo, desde Europa hasta Asia y América Latina.
El trabajo es tan sacrificado y requiere de tanta dedicación que D'Amico contó que pensó en abandonarlo varias veces y dedicarse a la arquitectura —su otra pasión—, pero cambia de opinión cada vez que suena el órgano en el concierto de inauguración.
"Mientras veía a la catedral quemarse estaba desesperado, intentando hacer algo para ayudar a que se salvara el órgano. Para mí trabajar en Notre Dame y ocuparme de dirigir el equipo de desmontaje y almacenamiento del instrumento, más que un privilegio o un honor es una responsabilidad enorme. Estoy contribuyendo a salvar el patrimonio musical que es tan antiguo como la catedral en sí", concluyó.