Las restricciones de movilidad del confinamiento, los cierres de fronteras y el miedo a los rebrotes condicionan la actividad del turista.
El nuevo turista se ve obligado, cuando puede, a buscar otras cosas. Las vacaciones son distintas. Nuestra manera de hacer turismo —cuando las medidas sanitarias lo permiten— se ha adaptado al distanciamiento. El sol y playa existe, pero convive con alternativas crecientes que buscan espacios menos masificados, con más servicios dentro de la casa y, sobre todo, en ámbito de cercanía.
"Siempre habíamos optado por irnos a la playa o algún viajecito al extranjero, pero este año no, alquilamos cerca de casa un alojamiento rural con piscina", cuenta el sevillano Álvaro Diestro, uno de los miles de demandantes de este tipo de alojamiento.
Los cambios se sienten en todo el ámbito geográfico, desde la primera línea de playa hasta los más recónditos rincones de las sierras interiores.
"El apetito por el viaje es cada vez más evidente. La tendencia al alza en las búsquedas en Airbnb se ha acelerado en los últimos días", confirma a Sputnik el equipo de comunicación de la plataforma vacacional.
Según su análisis de mayo, las búsquedas con destino a Andalucía se multiplicaron por 5 en solo dos semanas, acercándose a los niveles pre pandemia. Esta tendencia confirma que la comunidad autónoma del sur de España fuera a inicios de verano la región con más reservas hoteleras del mundo, según Travelgate.
Según el sector hotelero, el nivel de ocupación para julio es tan solo de un 30% y para agosto ronda el 40%. La situación es grave en los destinos turísticos tradicionales, incluso la joya de la corona, las Islas Baleares, se resiente. El sector hotelero alerta del espejismo de las reservas flexibles.
Toca adaptarse a la nueva normalidad del veraneante, otras regiones con menos que perder en la competición por atraer al turista, como Extremadura, acaban de aprobar apoyos millonarios, —4,5 millones en colaboración con las diputaciones provinciales— para crear bonos turísticos que apoyan al sector. Pero la cuestión esencial es adivinar los nuevos deseos del consumidor.
¿Qué buscan los turistas del verano del COVID-19?
Alojamientos enteros y piscina, es decir, autonomía y el anhelo de sobrevivir a un nuevo confinamiento sin necesidad de nada más. Según Airbnb, las búsquedas totales diarias de 'Casa', 'Villa' o 'Chalet' se han multiplicado por cuatro desde el pasado febrero.
A distancia, y como segundo atributo, figura el viajar con la propia mascota (12%) y el wi-fi es el tercero más requerido (11%).
Y respecto a destinos y procedencias, obviamente el perfil se ha nacionalizado considerablemente, representando los españoles el 34% de las reservas, seguidos muy de lejos por los británicos (11%).
Los principales tránsitos internos de viajeros, según los análisis de Airbnb, se producen en y entre andaluces, siendo la comunidad más poblada y turística del país el evidente primer foco de actividad, seguidos de madrileños que viajan a Valencia y catalanes que se hospedan en alojamientos turísticos de Cataluña.
A escala local, Nieves de Haro, con una cartera de 60 viviendas en alquiler en la Costa Tropical de Granada, confirma esta tendencia de apostar por villas y casas con piscina, más que por el apartamento de primera línea de playa.
"Esto quiere decir que la clase media ha desaparecido en detrimento del turismo de lujo, el producto luxury que te permite alquilar y vivir el verano a lo grande, independientemente del entorno", explica la gerente de iHouse en La Herradura.
Destaca que por primera vez vio como viviendas de cerca de 28.000 euros/mes son demandadas por turistas nacionales y no estadounidenses, "que eran los que hasta ahora venían habitualmente". En cambio, muchos de sus pisos siguen vacíos, "estamos en julio y no estamos ni al 10% de ocupación".
Vuelve el ecoturismo, ¿un horizonte más sostenible?
Pero más allá de esta diferenciación de clases, hay que destacar el cambio de destinos. El miedo se deja sentir más en las costas, "hemos optado por turismo de interior y rural, sobre todo porque las dos últimas veces que hemos ido a la costa en fin de semana a Fuengirola [Málaga] y a Cádiz se cerraron las playas por las aglomeraciones", nos cuenta Diestro.
"Vemos una escalada sin precedentes en el interés por encontrar un alojamiento rural", relata Mario del Real, director de Turismo Rural, que destaca el renacimiento de la demanda en este segmento, que se había disipado tras la anterior crisis de 2008.
"En los primeros momentos del desconfinamiento la web llegó a rozar el triple de las visitas que en el mismo período del año anterior. Actualmente se han estabilizado aproximadamente en el doble de las de 2019", afirma.
Los motivos de esta vuelta al campo y la tranquilidad son obvios y de nuevo, muy ligados al miedo al virus y efectos del confinamiento. Del Real destaca que esta vía de turismo en espacios naturales es la mejor baza por unas vacaciones más "sanas, seguras y saludables".
Independientemente de dónde viajemos y qué tipo de veraneante seamos, lo importante es que sigamos teniendo la posibilidad de hacerlo, es decir, de no volver a estar confinados.