El caso del desarrollo económico de China es emblemático: su presencia económica en el extranjero es la continuación de su política interior. Desde hace mucho tiempo, las autoridades chinas buscaron constantemente nuevos caminos para el desarrollo económico.
Pero China no siempre fue una potencia económica. A finales de los 90, el sistema económico chino hizo frente a una serie de problemas vinculados al hecho de que la economía creciera más rápido que el consumo dentro del país. Entonces, la gestión política del país encontró una solución: los fabricantes chinos tenían que reorientar sus productos hacia las exportaciones. En otras palabras, el capital debía salir del país.
La estrategia se basó en dos puntos clave: se proponía usar los beneficios de dos mercados —el exterior y el interior— y de dos fuentes de materias crudas. De esta manera, el país tendría más posibilidades para modernizar la estructura económica y optimizar la asignación de recursos.
Una expansión astuta
Así, el Gobierno en Pekín estimuló a las empresas chinas a explotar los recursos naturales de otros países de manera más activa, aumentar las exportaciones, conquistar nuevos mercados y abrir nuevas fuentes para el ingreso de tecnologías avanzadas. Además, la estrategia supuso que era necesario invertir en el extranjero más activamente.
La estrategia Go Out soluciona una serie de tareas que la economía china ve necesario solucionar: amplía el mercado para productos chinos y fortalece sus posiciones en el mercado global, abre nuevas fuentes de materias crudas, aumenta las exportaciones de la mano de obra. En la etapa actual, que comenzó en 2010, China se ocupa de la creación de corporaciones transnacionales que ocupan un lugar digno en el mercado mundial.
En el foco de atención de la estrategia económica china también se encuentran las medidas encaminadas a expandir las posiciones de Pekín en el mercado laboral mundial. Actualmente, el Gobierno chino fomenta la participación de las compañías en las obras de construcción en el extranjero.
El poder blando
En 2018, el volumen de las inversiones directas de China en el extranjero se cifró en 130.000 millones de dólares, que constituye un crecimiento del 4,2% en comparación con el año anterior, según los datos publicados en 2019 por el Ministerio de Comercio de la República Popular China.
La salida del capital al extranjero y la apertura de nuevas empresas y cadenas comerciales van acompañadas por la migración de los empresarios y la gestión de las compañías a otros países. Pero no solo los empresarios y los dirigentes de las empresas se mudan al extranjero: China también exporta la mano de obra en grandes cantidades.
El flujo de dinero que proviene de los chinos que trabajan en el extranjero y se dirige a las familias que se quedaron en China se cifra en varios miles de millones de dólares al año. Este flujo de dinero asegura el crecimiento de consumo y soluciona problemas sociales dentro del país. Por eso, el crecimiento de la exportación de la mano de obra es una de las prioridades estratégicas del Gobierno chino.
China se convierte en el centro de producción de todo el planeta y, de esta manera, el gigante asiático ingresa en la competición global por el número limitado de puestos de trabajo. Pekín aumenta sus actividades en el mercado mundial de las obras de construcción y de ingeniería. En pocas palabras, el país asiático realiza su expansión en el mundo a través de su poder blando: sus capacidades económicas.
En resumidas cuentas, la política Go Out ha demostrado su efectividad a lo largo de las últimas dos décadas y no cabe duda que Pekín logrará alcanzar todas las metas establecidas por su estrategia en los años venideros.
El ejemplo chino debería servir como un ejemplo de éxito para otros países en vías de desarrollo que se enfrentan a los mismos problemas ante los que China se encontró a principios de los 2000. Pero apenas conseguirán llegar al mismo nivel que Pekín a corto plazo porque este último ya ha cubierto un camino enorme en su desarrollo económico.