Entre el 10 y el 11 de agosto de 1936, los militares golpistas liderados por Franco fusilaron en Sevilla a Blas Infante. Se trataba de una figura prominente, un notario hecho a sí mismo en la Andalucía nobiliaria de terratenientes que reivindicaba los derechos del campesinado. Era, además, un inclasificable intelectual que puso en valor el etnicismo de Andalucía, ligado a las raíces musulmanas. Y era, básicamente, el padre de la patria andaluza, una figura incómoda para la visión que tenía el golpismo militar de España.
Sus restos, al igual que los de la principal figura universal asesinada por la represión franquista, Federico García Lorca, siguen desaparecidos; no obstante, todo parece indicar que pronto verán la luz.
En la Fosa de Pico Reja, que junto a otra aledaña llamada Monumento, encierran la mayor cantidad de represaliados, se había ejecutado este mes de julio un 18% del proceso de exhumación, localizando ya a 950 personas.
Sputnik ha contactado con uno de los descendientes directos de Blas Infante, su nieto Estanislao Naranjo Infante, se confiesa "esperanzado", aunque prefiere optar por la paciencia para contar con el rigor científico a la hora de identificar y triangular los restos de su abuelo. Hasta julio, 270 personas se habían hecho las pruebas de ADN en la Oficina de la Memoria Histórica de Sevilla, Estanislao, es una de ellas y espera "evidencias científicas para encontrar a su abuelo. Mi tía Luisa murió con la pena de no poder enterrar a su padre. Le haremos un entierro como corresponde, honorífico".
No obstante, Estanislao rechaza cualquier tipo de tratamiento especial para su abuelo, por encima de otras personas represaliadas: "Él simplemente fue un represaliado más, entiendo la notoriedad que implica que sea considerado el padre de la patria andaluza, pero no comparto esa especialidad diferenciadora".
Andalucía, foco del horror
La presencia de Blas Infante en estas fosas ofrece un nombre propio que aún hoy mantiene su eco. Pero hay miles de víctimas sin identificar. La represión del triángulo que conforma la serranía de Cádiz, la campiña de Sevilla y Huelva fue una de las más importantes de la Historia. Los trabajos del cementerio de Sevilla han constatado ya la presencia de represaliados en fechas posteriores a 1940.
"En la cartografía estatal del horror, que lleva años sin actualizarse, hay más de 2.500 fosas, pero la realidad es que hay cientos más, por ejemplo, solo en Andalucía había 614 fosas en esa cartografía estatal, pero en la actualidad hay 708 fosas comunes según los datos autonómicos con 45.576 víctimas comprobadas, aunque no dudo que hay muchas más", nos cuenta Juan Miguel Baquero, investigador especializado en memoria histórica y derechos humanos.
Baquero afirma que en España "la matanza fundacional del franquismo tuvo mayor peso" y para calibrar el volumen de la represión franquista en esta región, recuerda que Andalucía cuenta con más víctimas y represaliados por el horror que las cifras oficiales de los que causaron las represiones de las dictaduras militares de Argentina y Chile conjuntamente.
En esta región, no hubo Guerra Civil como tal. El golpe de los militares derrocó de inmediato a la administración local de Sevilla, de hecho, el Alcalde de la ciudad en 1936, Horacio Hermoso, también se cuenta entre los fusilados que deben aparecer en la fosa de Pico Reja. Liderada por el General Queipo de Llanos, quien está enterrado actualmente en la popular basílica de La Macarena, el golpe militar descabezó en cuestión de días a toda la administración republicana.
A pesar del consenso generalizado de que la mejor herramienta para no repetir un error histórico es conocerlo y estudiarlo, la Ley 52/2007 para la Memoria Histórica aprobada en el Congreso es un clásico de los deberes a hacer por gobiernos nacionales y autonómicos. A juicio del escritor, que el desarrollo memorialista siga, 85 años después del conflicto, teniendo tantos escollos y resistencias es debido "al propio relato que construyó el franquismo que fundacionalmente ocultaba todas las violaciones de derechos humanos cometidas sistemáticamente, sobre todo en los años 40", algo que a lo largo de décadas se ha ido extendiendo sistemáticamente.
"De hecho, hoy sigue sin contarse nuestra historia real en escuelas o universidades, nuestros hijos no ven una imagen de las fosas comunes de Andalucía, sí vemos las de los nazis, pero no las nuestras".
Lo cierto es que, por ejemplo, en una ciudad como Sevilla, pocos vecinos son conscientes de que la ciudad alberga una de las fosas comunes en suelo urbano más grande del mundo, sino la más.
La minoría que sí quiere remover las heridas
Las reclamaciones memorialistas para la apertura de las fosas comunes suelen tener poco eco mediático y social. Más allá de las asociaciones memorialistas, las exigencias de familiares y las adhesiones de partidos políticos de izquierda o extrema izquierda, las demandas suelen acallarse con frases como "es mejor no remover los muertos del pasado" o "no conviene reabrir heridas". Para Baquero, el hecho más evidente de que las heridas de la represión nunca se han cerrado es esa propia resistencia, "es evidente que las heridas siguen abiertas, porque el franquismo social parte de un genocidio que no quieren admitir", pero los muertos, siguen esperando en masa bajo nuestros pies.
"La memoria histórica no debería ser una cuestión política que frena la derecha y que la izquierda promueve. Es más, no olvidemos que hemos tenido los gobiernos de Felipe González y décadas de socialismo en Andalucía en los que apenas se ha hecho nada", señala Estanislao, que reclama una visión humanitaria y no partidista partiendo de su propia experiencia vital:
"Todo el mundo conoce a mi abuelo materno, Blas Infante, pero por supuesto, también tengo un abuelo paterno que estuvo a punto de ser fusilado por las fuerzas republicanas por ser falangista. Si lo hubieran matado, tendría un abuelo muerto en cada bando, ¿por qué tendría que escoger a quien honrar?", reflexiona Estanislao.
Enfangada entre los restos de los más de mil represaliados que hay solo en la Fosa de Pico Reja de Sevilla, la coordinadora de la excavación, Elena Vera, comparte con Sputnik el mismo punto de vista: "La memoria avanza en este país como el río Guadiana, aparece y desaparece de la agenda continuamente", solo algunas iniciativas privadas como la del sindicato CGT han conseguido reunir a toda la comunidad memorialista de España.