Nacido en la ciudad letona de Liepaja el 17 de mayo de 1900 y muerto el 24 de febrero de 1965 en el pequeño balneario uruguayo de Shangrilá, Cukurs fue un pionero de la aviación en Europa, lo que lo llevó a ser capitán de la Fuerza Aérea de su país.
A pesar de que varios testigos sostienen que Cukurs torturó a niños y mató a bebés al grito de "¡déjame beber sangre judía!", en Letonia se publicó este año, en el aniversario 120 de su nacimiento, un libro con textos de su autoría, titulado 'Mi vuelo a Japón', donde cuenta su travesía a ese país en un avión que él mismo construyó.
Tras la publicación del libro, la embajada rusa en Riga cuestionó que los editores hayan estado "delicadamente callados" y no mencionaran "las atrocidades" de Cukurs, a quien señalan como "alma gemela" de los nazis.
"Da miedo imaginar las consecuencias de tal amnesia histórica y la práctica de construir 'héroes' de asesinos de guerra y criminales", agrega el texto de la sede diplomática.
En la vereda opuesta, Diena, uno de los diarios más importantes de Letonia, define al expiloto como "audaz, triunfante y una leyenda viviente, cuyo nombre no ha sido tocado por la política sangrienta".
Cukurs afirmaba que tenía el orgullo de un soldado que había ayudado a liberar a su patria del dirigente soviético Iósif Stalin. Incluso negó haber quemado gente viva, estrellar bebés contra las paredes y haber participado de varias matanzas.
"Todo el mundo mintió. Mintieron los asesinos, por razones lógicas, mintió Cukurs y su familia respecto a quién era realmente, mintieron los servicios de inteligencia uruguayos, y también mintió durante 50 años buena parte de la sociedad letona, que considera a Cukurs una especie de héroe nacional. El episodio de Cukurs, por distintas razones, está lleno de mentiras", dijo a Sputnik el escritor y periodista uruguayo, Fernando Butazzoni.
Butazzoni publicó recientemente la novela "Los que nunca olvidarán", basada en la historia del asesinato de Cukurs por parte de la agencia de inteligencia de Israel (Mossad).
Tras identificarlo en Brasil, el Mossad montó un operativo para trasladar a Cukurs a Uruguay, donde planeaba matarlo.
En Brasil, 'el verdugo de Riga' conoció a Anton Kuenzle, quien conquistó la confianza del expiloto y lo atrajo hacia Uruguay con la excusa de cerrar un gran negocio comercial.
En el verano austral de 1965, un comando del servicio secreto israelí se infiltró en Uruguay para asesinar al aviador nazi. Su cuerpo apareció en un baúl en el balneario Shangrilá, a unos 20 kilómetros al este de Montevideo.
El integrante del Centro Recordatorio del Holocausto de Uruguay y licenciado en ciencias históricas, Rafael Winter, justifica lo hecho por el Mossad.
"De alguna forma u otra había que buscarlo, encontrarlo y que pague por lo que hizo. Lo ideal, que no siempre es posible, es que lo juzguen en Israel. Pero por más que en Brasil se conocía quién era Cukurs, no hubo ningún intento de juzgarlo. El servicio israelí hizo lo que tenía que hacer", dijo Winter a Sputnik.
Resurgir del nazismo
A pesar de las terribles consecuencias de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y de haber atravesado uno de los capítulos más oscuros de la humanidad, como fue el Holocausto, donde aproximadamente 11 millones de personas fueron asesinadas, las ideas fascistas no han podido ser desterradas y comienzan a resurgir en movimientos sociales y partidos políticos, especialmente en Europa.
Cada 16 de marzo, el centro de Riga es escenario de una marcha en homenaje a la "Legión letona", como se conoce a quienes combatieron junto a las SS nazis en la guerra.
Solo en Riga fueron asesinados al menos 24.000 judíos, la mayoría en lo que se conoce como 'la masacre de Rúmbula', ocurrido a principios de diciembre de 1941 camino al bosque Rúmbula, cerca de la capital letona.
Winter dijo que le causa preocupación que algunos países de Europa consideren que ciertos criminales nazis fueron héroes.
Unos 500 grupos neonazis operan actualmente en Europa, alertó el 19 de mayo el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Nikolái Pátrushev.
Asimismo, partidos políticos que reivindican el nazismo, o relativizan sus crímenes, tienen cada vez más presencia en el parlamento en varios países de Europa, e incluso en algunos casos han ocupado cargos ejecutivos en gobiernos nacionales.