De 450 horas de grabación y un año de montaje nació El silencio de otros, un documental directo e intimista, producido por Agustín y Pedro Almodóvar, que le permite al espectador convertirse en testigo de esta lucha y conocer el relato de varios personajes del capítulo más oscuro de la historia española.
Este documental, que rinde un homenaje póstumo a Carlos Slepoy, uno de los impulsores de la conocida Querella Argentina, y que tuvo como referencia inspiradora al documental Nostalgia de la luz del cineasta chileno Patricio Guzmán, se estrenó en 2018 y desde entonces no ha dejado de cosechar premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Goya 2019 por Mejor Película Documental, el Premio Cine por la Paz en la Berlinale 2018, el Premio Platino del Cine Iberoaméricano, el Premio Cinematográfico José María Forqué, el Gran Premio del Jurado en el Sheffield Doc Fest, además de haber sido preseleccionada para los Premios Óscar.
Sputnik conversa con la cineasta y documentalista Almudena Carracedo, codirectora, una de las guionistas, directora de fotografía y co-montadora de este filme, que recientemente se estrenó en Netflix, y que por su impecable fotografía y fuerza testimonial atrapa al espectador desde el primer minuto.
—Seis años de sus vidas los dedicaron a acompañar a las víctimas de la dictadura de Francisco Franco ¿Por qué? ¿Qué faltaba por contar sobre esta historia?
—Uno de los problemas que entendimos apenas empezamos a trabajar esto es que se veía siempre como un tema del pasado, como la guerra de nuestros abuelos, como algo que hay que olvidar, que no nos atañía a nosotros como ciudadanos.
—El denominador común de las víctimas del franquismo es el silencio que guardaron durante muchos años. ¿Cómo lograron que las víctimas les dejaran documentar su historia, su lucha?
—En la mayoría de los casos, lo que nosotros hemos hecho, ha sido seguir, acompañar a unas personas que ya habían tomado la decisión de luchar.
En otros casos, es verdad que la cámara se convirtió en una especie de testimonio de esas historias. Siempre decimos que el silencio se debe a varias cosas, una de ellas es el miedo, otra es protección, para que a los tuyos no les pasara lo mismo, pero también ha habido un silencio institucional, por parte de toda la sociedad. No es un silencio que se deba solamente a las víctimas, sino que ha sido un silencio donde se consideraba poco democrático sacar a la luz estos problemas que habías tenido tú o tu familia, y estamos hablando de cientos de miles de personas.
—En el documental se ven víctimas que fueron torturadas en la Dirección General de Seguridad en Madrid, a familiares de asesinados y desaparecidos, y madres que aún luchan por recuperar a hijos que posiblemente fueron robados por una trama que involucró a médicos, funcionarios públicos, a la Iglesia católica. ¿Cuál de todos estos testimonios te tocó más?
—La verdad es que cada uno de los testimonios nos ha dejado una mella emocional. Documentar esto durante tanto tiempo y luego viajar con las víctimas durante dos años ha sido una experiencia muy fuerte a nivel emocional, muy enriquecedora. Cada una de las historias es desoladora, estremecedora en su propia manera. Las víctimas de las torturas era gente joven que fue torturada por defender derechos que hoy son derechos democráticos, como el derecho de asamblea, de participar en un partido político.
—En la primera parte del documental ustedes lanzan un mensaje que no pasa desapercibido. Dicen: "La llamaron la Guerra Civil española, pero comenzó con un golpe militar". ¿Por qué hacer esta aclaración desde el principio? ¿Ha estado mal contada esta parte de la historia española?
—Nosotros no queríamos hacer un documental sobre la Guerra Civil, sino un documental sobre el presente.
Sin embargo, teníamos que remontarnos de alguna manera al inicio de todo eso y la única frase que se utilizó, en la que se habla de la Guerra Civil es que comenzó con un golpe militar porque mucha gente todavía utiliza la palabra alzamiento, guerra entre hermanos, pero realmente fue un golpe militar contra un Gobierno democráticamente elegido. Eso no es una opinión, es una verdad histórica y nos parecía importante porque efectivamente cuando se habla de la Guerra Civil se obvia este pequeño detalle, que no es tan pequeño, porque establece un poco las condiciones de juego de lo que ocurrió. Luego, en dos frases también se habla de Franco y que hubo una represión militar de 40 años y llegamos a la Transición que realmente es la clave de este presente.
—También dicen “los que crecimos después de Franco no sabemos lo que ocurrió realmente. Los colegios nunca nos lo contaron. Nuestros padres no nos lo contaron y nosotros no podemos contarlo a nuestros hijos porque no lo sabemos". ¿Qué opina de la propuesta que recientemente ha hecho el Gobierno de contar esta parte de la historia en los colegios?
—Me parece absolutamente necesario, indispensable. Este es el problema que nos hemos encontrado con esta generación, que nosotros no podemos traspasar una historia que no nos han contado, no se habla en las calles, no se habla en las familias, no se habla en los colegios. La discusión en las familias es una decisión personal, pero en los colegios, como institución, como Estado, tienen la obligación de contar la historia reciente.
Chato Galante, uno de los personajes, que ha fallecido recientemente, siempre decía que en España sabemos más de los neandertales que de la historia reciente. Y es que realmente la historia reciente de España se ha obviado, ignorado en los colegios precisamente porque no estaban bien explicados los temas y muchos profesores lo han ido dejando para el final, con lo cual, muchas veces no se toca. Por lo tanto, es indispensable que desde el Estado se haga una política de memoria para conocer nuestra historia, simplemente lo que ha ocurrido y que cada uno pueda pensar. Muchos de estos brotes de extrema derecha tienen mucho que ver con la ignorancia, estoy convencida. Hay muchos jóvenes que no tienen ni idea de lo que ha pasado en España.
—Uno de los protagonistas de tu historia es José María Galante, mejor conocido como Chato Galante, defensor de los derechos humanos y torturado en varias ocasiones por el comisario Juan Antonio González Pacheco, conocido como Billy El Niño. Tanto Chato Galante como Billy El Niño murieron por coronavirus durante la pandemia. Uno murió en marzo de 2020 esperando justicia y el otro un mes y medio después sin ser juzgado y con sus condecoraciones puestas. ¿Qué significaron para ti estas muertes?
—Chato murió esperando justicia, eso sí, luchando, no dejó de luchar nunca. Billy, efectivamente se fue con las condecoraciones puestas, se fue sin ser juzgado, y eso es algo que le habría dolido mucho al Chato y a todas las víctimas de torturas que siguen luchando.
El fallecimiento de Chato ha sido muy duro para todas nosotras. Ten en cuenta que con Chato hemos viajado a todas partes del mundo para presentar la película y ya era un compañero, un buen amigo. Así que ha sido muy duro. Lo importante es que su lucha no haya sido en vano y sigamos luchando desde todos los medios. No estamos buscando venganza, estamos buscando justicia porque como decía el Chato, queremos esa justicia para poder tener un futuro mejor, él ya no hablaba para él, sino para tener un futuro mejor para las personas que vinieran.
—Una de las críticas que se pueden desprender del documental es hacia la Ley de Amnistía. Se puede escuchar al expresidente José María Aznar decir que el espíritu de concordia "no se hace removiendo tumbas ni huesos" y al rey Felipe VI pedir que "nadie agite esos viejos rencores o abra esas heridas cerradas". ¿Qué debería pasar en España con la Ley de Amnistía de 1977? ¿Por qué no ha sido posible derogarla por más que hasta el Alto Comisionado de las Naciones Unidas pidiera formalmente derogarla porque incumplía con la normativa internacional de Derechos Humanos?
—El tema de la amnistía es muy complicado y creo que es importante remarcar que la película no pretende deslegitimar la Transición. Paqui Maqueda, otra de las protagonistas, dice siempre en los coloquios que la Transición tuvo sus luces, que es importante reconocer, pero también tuvo sus sombras, y la sombra es que se hizo a costa de miles y miles de víctimas cuyas historias quedaron sepultadas.
Ha sido una lucha permanente y lo que las víctimas y supervivientes buscan es que la Ley de Amnistía no pueda aplicarse a crímenes de lesa humanidad, como lo dice el Alto Comisionado de Naciones Unidas, como lo dice el relator de Naciones Unidas repetidamente porque el Derecho Internacional ha establecido que las leyes de amnistía no pueden aplicarse a delitos de lesa humanidad como se están aplicando en España. Con una modificación de la Ley de Amnistía en España se podría juzgar a los torturadores y a todos los que participaron en la represión franquista. Es una ley que efectivamente ha sido de punto final porque no solamente ha prevenido la condena de aquellos que ejercieron torturas y asesinatos durante la represión franquista, sino que también ha impedido que se les juzgue, algo absolutamente increíble.
—En el documental se ve algo que se puede apreciar en las calles durante los momentos de mayor crispación política y son los cánticos y las reivindicaciones a favor del franquismo. ¿Qué peligro podría haber detrás de esos "Viva Franco" y de aquellos partidos políticos que piden derogar la Ley de Memoria Histórica?
—Como ciudadana, a mí y a otras personas, nos parece muy peligroso que se puedan utilizar las herramientas de la democracia para crear fake news, para generar violencia y crispación. Hemos visto amenazas de muerte, amenazas de golpes de Estado, etc. Yo creo que es algo que hay que controlar en el sentido de devolverlo a su naturaleza democrática porque no puedes utilizar una democracia para boicotearla.
—Ustedes han cosechado innumerables premios con El Silencio de Otros y también por el anterior documental Made in L.A. que retrata la vida de tres inmigrantes latinoamericanas que trabajan en unas fábricas en EEUU. ¿Por qué siempre al lado de los que menos tienen?
—Curiosamente las dos historias tienen algo en común: el retrato de unas personas en busca de la dignidad. Es curioso porque en Made in L.A. son tres mujeres indocumentadas latinas que trabajan en una fábrica de costura en Los Ángeles, nada que ver con los de El Silencio de otros y, sin embargo, esa búsqueda de la dignidad, de tus derechos humanos básicos es la misma.
Cuando la gente nos dice que le damos voz a la gente, yo creo que es importante remarcar que las películas no dan voz, sino que dan altavoz. Estas personas, tanto las mujeres inmigrantes como los personajes de El silencio de otros tienen una voz, una voz muy fuerte y lo que no tienen es un altavoz en muchas ocasiones, entonces es una manera de llevar su voz a muchos sitios. Los premios ayudan a llegar a más sitios. El objetivo es llevar estas historias de dignidad a mucha gente que se va a sentir identificada porque la búsqueda de dignidad, donde sea, en nuestras familias, en el trabajo o en cualquier lucha es algo que nos une mucho como seres humanos.
—¿Qué papel debe jugar el documentalista hoy en día? ¿A disposición de quiénes deberían poner sus micrófonos y cámaras?
—Cada documentalista tiene que hacer lo que considere que sea lo más importante para él o para ella. Yo, como artista, como creadora de contenidos, siento que el arte debe servir como herramienta de reflexión social, como un espejo de dónde está nuestra sociedad para poder avanzar hacia un futuro más inclusivo, diverso, democrático. Cada documentalista, cada artista tendrá que decidir para qué sirve su obra. En mi caso, es importante poner, como dices tú, mis herramientas al servicio de un debate social sobre temas que son importantes ahora mismo en nuestra sociedad.