"Lo más crudo que nos golpeó cuando llegamos fue el olor, el olor a cadáver", cuenta a Sputnik esta especialista en medicina de emergencia. "Los muertos se fueron acumulando y la gente no tenía cómo lograr que las funerarias retiraran a sus seres queridos. Se desbordó el sistema de recolección de cuerpos en Guayaquil. Esa imagen que dio la vuelta al mundo, con los cadáveres en las calles, fue real".
El 13 de abril, Font llegó a esa ciudad ecuatoriana como integrante de la Comisión Cascos Blancos, institución creada en 1994 bajo la órbita del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino que brinda ayuda humanitaria ante emergencias y catástrofes. Junto a ella viajaron el coordinador operativo de la institución, Martín Torres, y otros dos médicos con experiencia en gestión de riesgos, Hugo Ginsberg y Néstor Moreno.
Catástrofe
Este último reconoce que lo más terrible que le tocó vivir como médico fue el desborde de los sistemas de salud en la ciudad ecuatoriana. "La gente que sobrevivió a la primer estocada de la pandemia daba testimonio de las pérdidas de familiares, amigos y vecinos que habían sufrido", relata a Sputnik. "En un primer momento subestimaron el problema, y cuando se dieron cuenta de lo que pasaba, ya era tarde".
En este contexto se encontraron los 750 argentinos que había varados en Ecuador, la mayoría atrapados en Guayaquil y en Quito. La cancillería argentina empezó a trabajar con los ministerios ecuatorianos del Interior, de Salud, de Seguridad, con la Dirección de Sanidad de Fronteras y con Aduanas para organizar su traslado.
Salida
Durante los 23 días que permaneció la Comisión de Cascos Blancos en Guayaquil, despegaron siete vuelos Hércules c-130 de la Fuerza Aérea Argentina. Los primeros en volver fueron mayores de 60 años, diabéticos y asmáticos. También fue prioritario el regreso de pacientes cardíacos y oncológicos. En estos vuelos de carga hasta una embarazada de 36 semanas, y una bebé de dos semanas de vida emprendieron el regreso en un vuelo que en total duró 9 horas.
Las anécdotas de final feliz se enlazan con el impacto de la tragedia. Selva recuerda que en las noticias salía una mujer de unos 50 años "que pedía por favor a la gente que entendieran de qué se trataba el COVID-19". La ecuatoriana había perdido a sus padres, que tenían 72 y 76 años, a su hermano de 48 y a su sobrina de 23. Estos dos últimos no tenían ningún antecedente de enfermedad previa.
"Ninguno de nosotros había pasado por una situación semejante, si bien estamos acostumbrados a actuar en territorios en donde se ven desbordados los mecanismos de respuesta y estamos preparados para evaluar daños y necesidades en contextos adversos", interviene Néstor. "Pero nunca habíamos desarrollado nuestro trabajo en un lugar con alto riesgo biológico, con el alcance de esta enfermedad que se transformó en pandemia".
Las desgracias dejan como estela una enseñanza, además del dolor. "Nos mostró que de este problema salimos todos juntos, que se necesita de un Estado que acompañe con políticas públicas universales y oportunas", concluye el médico.
Durante la pandemia regresaron a Argentina 204.000 ciudadanos varados en el exterior, de los cuales hasta 90.000 lo hicieron en vuelos especiales.