Unas horas después, un juez chií de la ciudad de Tiro, feudo de la comunidad chií, dictó una orden mediante la que se prohibía a Shea realizar más declaraciones sobre la política interna libanesa, y anunció la imposición de multas de hasta 200.000 dólares a cualquier medio de comunicación local que entrevistara a la embajadora.
Dos posiciones antagónicas dividen al país. De un lado están quienes consideran que la decisión del juez Mohammad Mazeh es una injerencia intolerable en la libertad de expresión, y del otro los que creen que la verdadera injerencia son las continuas diatribas de la embajadora sobre cuestiones de política interior que únicamente incumben a los ciudadanos libaneses.
El 29 de junio la embajadora americana se reunió con las autoridades libanesas que le comunicaron que la decisión del juez Mazeh se revertirá tan pronto como sea posible y no tendrá repercusiones. Por su parte, Shea dijo que había que "pasar página" al incidente judicial, dando a entender que ella seguirá realizando las declaraciones que se le antojen sobre la política libanesa.
Hizbulá en el centro de la política libanesa
Los medios progresistas y vinculados con Hizbulá han puesto el grito en el cielo, recordando a la embajadora que esta organización forma parte del Gobierno libanés y que de hecho el Gobierno se mantiene gracias a eso. Que Shea dialogue regularmente con un gobierno dirigido en la práctica por una supuesta "organización terrorista" constituye una contradicción.
Un país tan pequeño y al mismo tiempo tan complejo religiosamente como Líbano atraviesa estos días por dificultades añadidas a la ya de por sí enrevesada situación política y económica. La paz se sostiene gracias a un precario juego de equilibrios que impide que estalle otra terrible guerra civil como la que asoló al país entre 1975 y 1990.
En esta situación lo último que necesita el Líbano es que la embajadora de Estados Unidos ande echando leña al fuego un día sí y otro también. Las últimas declaraciones de Shea indican que no va a callarse, lo que significa que los libaneses tendrán que soportar sus constantes injerencias con todo el estoicismo de que sean capaces.