"La recuperación de espacio frente al coche es una buena opción, y a largo plazo está claro que nos dirigimos hacia un tipo de ciudad así, donde teletrabajaremos más y reduciremos los desplazamientos diarios a oficinas", cuenta a Sputnik el experto en urbanismo e innovación en las ciudades y profesor de la universidad Esade de Barcelona, Esteve Almirall.
La crisis del coronavirus sirvió para extraer numerosas lecciones sobre la manera en que vivimos el día a día y también en cómo habitamos nuestras ciudades.
Esto está llevando a ayuntamientos de grandes urbes, como la de Barcelona, a mirar hacia un futuro más allá de la pandemia.
Durante el período de confinamiento en España, las autoridades de la densa capital de Cataluña aprovecharon para adoptar medidas fugaces que en cuestión de semanas transformaron radicalmente el aspecto de las calles.
Aprovechar la pandemia para redibujar las calles
Las motos aparcadas ya no ocupan la mitad de las aceras, los peatones cuentan con el doble de espacio para pasear en varias de las arterias urbanas, y las bicis y los patines toman a diario el pavimento.
Pero el objetivo del Gobierno de la progresista Ada Colau es que estos cambios lleguen para quedarse, y que con la nueva normalidad tras el COVID-19 nazca además una nueva ciudad.
"Son actuaciones que tienen que ver con la transformación de ciudad que queremos, para proteger la salud y con el objetivo de ir transformando la ciudad no solo para este momento puntual de crisis sanitaria", afirmó en una rueda de prensa reciente la responsable de Urbanismo de Barcelona, Janet Sanz.
El plan de la ciudad condal cuenta con una larga trayectoria de proyectos en materia de sostenibilidad hechos realidad, como el de las denominadas "supermanzanas", unos espacios urbanos dedicados al ocio con tráfico limitado que se implantaron en 2016.
Aprovechando la reciente crisis, las autoridades de la ciudad buscan acelerar el proceso hacia una urbe donde el espacio público gane a los vehículos.
"Ha habido grandes cambios que se han puesto en marcha de repente y que no estaban previstos. Podemos decir que se ha aprovechado la crisis que dejó a la gente en casa para implantarlos", razona Almirall.
La lógica de las autoridades de Barcelona es evidente: medidas de expulsión del vehículo que habrían generado protestas pasaron casi desapercibidas, con la mayoría de la población bajo estrictas restricciones de movilidad que tardarán en ser revocadas totalmente.
De un día para el otro, casi literalmente, los ciudadanos salieron para descubrir calles totalmente nuevas, con espacios peatonales más amplios y en algunos casos con un tráfico reducido al mínimo.
"La crisis sanitaria del COVID-19 y la nueva realidad que estamos viviendo estos días nos ha permitido observar directamente las implicaciones de nuestro modelo de movilidad, que daba un peso importante al vehículo privado y motorizado", afirmó en rueda de prensa esta semana el jefe de Movilidad y Transporte del Área Metropolitana de Barcelona (AMB), Antoni Poveda.
Como el ayuntamiento de la ciudad, las autoridades del área metropolitana trabajan para concretar cómo será la movilidad tras la crisis, y todas las apuestas se sitúan en una metrópolis con más bicicletas y peatones.
El objetivo: evitar aglomeraciones en el transporte público en hora punta y limitar el vehículo privado, mediante el fomento del teletrabajo y la flexibilidad horaria para evitar grandes concentraciones de trabajadores que se dirigen a la oficina.
Todo apunta a que la Barcelona después de la pandemia no experimentará solo cambios físicos, sino también en la forma de habitar y convivir en la ciudad.
Un futuro con más teletrabajo y menos reuniones
Almirall considera que el descubrimiento de la viabilidad del teletrabajo y el paso de las reuniones presenciales a las videollamadas será clave en el cambio de modelo de ciudad que las autoridades quieren implantar.
"Va a disminuir muchísimo el número de reuniones que teníamos, a menudo innecesarias, y esto va a tener un impacto importante en la movilidad urbana", apunta el experto.
El teletrabajo, aunque no se aplique por completo, también cambiará la realidad urbana: "solo un 20 o 30% de las horas de trabajo desde casa cambiará bastante la fisonomía de la ciudad", añade Almirall.
Aun así, Barcelona cuenta con características que podrían dificultar todos estos cambios, una de ellas su alta densidad de población, que la hizo más vulnerable a la pandemia que otras urbes.
La principal patronal catalana, Foment del Treball, solicitó al Ayuntamiento de Barcelona que revise el nuevo plan de movilidad para consensuarlo con los distintos sectores económicos de la ciudad.
En un manifiesto al que se unieron los principales gremios de comercio y hostelería, se advirtió al consistorio de un "riesgo de colapso del tráfico" por "la imposición de medidas irreales" que "ahogan la movilidad privada".
Aunque Barcelona tiene claro su futuro, las últimas acciones podrían ser un salto al vacío si la ciudad no asegura alternativas como el carsharing, una modalidad de transporte de la que el Ayuntamiento no es partidaria pese a triunfar en otras grandes ciudades.
"El horizonte es una ciudad diferente, y es cierto que necesitamos recuperar las ciudades, pero tenemos que asumir que la transformación no será a corto plazo", concluye el experto.