La reina Isabel II del Reino Unido es la única monarca británica de la historia que ha visitado Rusia. Llegó junto a su esposo, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, a Moscú un 17 de octubre de 1994, donde fue recibida por el entonces presidente Boris Yeltsin (1991-1999).
Conoció el Kremlin, participó de una serie de eventos en la capital rusa y en San Petersburgo rindió homenaje a las víctimas del sitio de Leningrado (1941-1944) en el cementerio memorial Piskarióvskoye, donde yacen casi 500.000 civiles y militares rusos muertos durante el asedio nazi.
La última zarina de Rusia, Alejandra Fiódorovna Románova (nacida como Alicia de Hesse-Darmstadt), era la tía abuela segunda de la reina Isabel II. Además, la monarca británica es bisnieta de Alejandra de Dinamarca, esposa del rey Eduardo VII (1901-1910). Dagmar de Dinamarca, hermana de Alejandra y tía bisabuela de Isabel II, fue consorte del zar Alejandro III y madre de Nicolás II bajo el nombre de María Fiódorovna Románova. Por consiguiente, el último zar de Rusia era tío abuelo segundo de Isabel II.

A su vez, el príncipe Felipe tiene un vínculo doble con los Románov. Por su lado materno es sobrino nieto de Alejandra Fiódorovna Románova, esposa de Nicolás II. Por línea paterna, Felipe es nieto de la gran duquesa Olga Konstantínova Románova, conocida como Olga de Rusia. Si seguimos ascendiendo, el tatarabuelo de Felipe fue el zar Nicolás I de Rusia, el bisabuelo de Nicolás II. Por lo tanto, el último zar de Rusia era tío tercero del duque de Edimburgo.
Siguiendo las líneas señaladas no es difícil concluir que Isabel II y Felipe son también parientes entre sí: primos terceros, para ser precisos.
La abuela de Europa
El nexo común entre la pareja real británica y los Románov conduce a la reina Victoria del Reino Unido, quien ocupó el trono desde 1838 a 1901. Victoria fue madre de 9 hijos, entre ellos Eduardo VII y la princesa Alicia, quien fue madre de la zarina Alejandra Fiódorovna Románova y de Victoria de Hesse-Darmstadt, abuela del príncipe Felipe. Por si fuera poco, la hija mayor de la reina Victoria, la princesa Victoria, se casaría con Federico III de Alemania: el fruto de ese matrimonio sería el káiser Guillermo II de Alemania, último emperador alemán y rey de Prusia.
Queen Victoria, future King Edward VII, Tsar Nicholas II of Russia, Tsarina Alexandra, and their daughter Grand Duchess Tatiana, at Balmoral Castle, Scotland in 1896. Credit: marinaarts pic.twitter.com/AD8YoGN2Vc
— Archaeology & Art (@archaeologyart) 30 de octubre de 2019
No en vano a la reina Victoria se la conoció como "la abuela de Europa", ya que sus nueve hijos y más de 40 nietos se casaron con miembros de otras casas reales del continente. Asimismo, se sostiene que Victoria del Reino Unido fue quien introdujo la hemofilia B en la realeza europea.
Al faltar esta proteína a causa de un gen defectuoso del cromosoma X, el sangrado puede ser excesivo al fallar la coagulación. Hombres y mujeres pueden heredar este gen, pero la enfermedad solo afecta a los hombres, ya que en las mujeres el trastorno es recesivo. Como las mujeres tienen dos copias del cromosoma X, es improbable que tengan ausencia del factor IX. Pero como los hombres tienen un solo cromosoma X, si el gen es defectuoso, entonces padecerán hemofilia B.

Primos queridos
Desde la coronación de Isabel II el 2 de junio de 1953 hasta su viaje a Rusia habían pasado más de 40 años. El último monarca británico que estuvo cerca de pisar las tierras eslavas fue Eduardo VII, quien en 1908 se encontró con su sobrino el zar Nicolás II, a bordo de un yate en el puerto de Tallin (Estonia) en las aguas del mar Báltico. Un año después, los Románov devolvieron gentilezas, viajaron a la isla de Wight (al sur de Inglaterra) donde fueron recibidos por la familia real británica.
Aquí tenéis al Rey inglés Jorge V y al Zar Nicolas II de Rusia, primos y residentes en... como para jugar al Quien es Quien con ellos. pic.twitter.com/QI6X7Vkdxw
— Martín Donato 🇬🇱 (@martindonato) February 13, 2018
En aquel entonces las relaciones entre ambas casas reales eran sumamente cordiales, marcadas por el afecto y los lazos sanguíneos compartidos. Jorge V, hijo de Eduardo VII y abuelo de Isabel II, tenía una fuerte amistad con Nicolás II, forjada desde la temprana infancia, durante las largas vacaciones de verano en la casa de su abuelo materno, Cristian IX, rey de Dinamarca. Claro que ese estrecho vínculo no fue suficientemente fuerte como para cambiar el destino de Europa ni para salvar la vida a los Románov años más tarde.
Así, al comenzar la Primera Guerra Mundial (1914-1918), las casas reales de las tres potencias más grandes de Europa estaban encabezadas por tres primos: el zar Nicolás II del Imperio ruso, el rey Jorge V del Reino Unido y el káiser Guillermo II del Imperio alemán, todos nietos de la reina Victoria. Incluso se señala que, al estallar el conflicto en 1914, Guillermo II dijo que si su abuela hubiese estado viva jamás les habría permitido que fueran a la guerra unos contra otros.
Queen Victoria and her family, including King Edward VII, Tsar Nicholas II, Tsarina Alexandra, Kaiser Wilhelm II and Empress Frederick at a wedding in Coburg, Germany, 1894. pic.twitter.com/Svj2mwuB7p
— Marina Amaral (@marinamaral2) December 26, 2018
Pocos años después, cuando Rusia estaba en una situación complicada de descontento social a causa de la guerra aún en curso, estalló la Revolución de febrero de 1917 (23 de febrero al 3 de marzo, según el calendario juliano vigente entonces). Esta primera etapa de la Revolución de 1917 llevó a la abdicación de Nicolás II.

En ese entonces, con anuencia del Gobierno provisional de Rusia, se manejaba la firme posibilidad de que los Románov viajaran a Inglaterra, donde serían recibidos y asilados por la Corona. Jorge V y autoridades británicas en contacto con sus pares rusos empezaron a trazar el viaje, mientras el depuesto zar permanecía junto a su familia en su residencia de Petrogrado (actual San Petersburgo). Sin embargo, el interés de Jorge V por rescatar a su familia rusa se esfumó y finalmente la partida a Inglaterra fue imposible.
Los Románov fueron trasladados a Tobolsk en Siberia, donde vivieron desde agosto de 1917 a abril de 1918. En abril, el Comité Ejecutivo Central Panruso, la máxima autoridad política por entonces del país, decidió trasladar a la familia a Moscú, pero los Románov fueron conducidos a Ekaterimburgo, en los Urales, donde encontrarían su fatídico y violento final, la madrugada del 17 de julio de 1918.
Cuando las noticias de la ejecución de Nicolás II llegaron a Londres, Jorge V se mostró consternado. Dictó que la corte vistiera de luto y celebró una misa en honor a su primo. Quizá haya pedido perdón por haber abandonado a los Románov.
En 1967, cuando le preguntaron a Felipe si le agradaba la idea de visitar alguna vez la Unión Soviética, el duque respondió: "Me gustaría mucho ir a Rusia, aunque los bastardos asesinaron a la mitad de mi familia". Difícilmente el duque de Edimburgo ignorase el hecho de que la traición británica precedió el derramamiento de sangre de aquel lejano 17 de julio.