Hace 40 años se erradicó la enfermedad que se convirtió en la epidemia del siglo XVIII. Durante ese siglo, la viruela se volvió una pesadilla que siempre regresaba. La gente vivía aterrada ante la existencia de un posible brote de esta infección caracterizada por fiebre, vómitos y llagas o erupciones cutáneas.
Hasta que fue aniquilada, la viruela había plagado a la humanidad durante al menos 3.000 años, matando a 300 millones de personas tan solo en el siglo XX, es decir, cuatro millones de personas anualmente.
¿Cómo se erradicó la viruela?
El 8 de mayo de 1980, en la 33 Asamblea Mundial de la Salud, la viruela se declaró oficialmente erradicada gracias a la colaboración de países de todo el mundo. Tal y como manifiesta la Organización Mundial de la Salud (OMS), el costo total del Programa de Erradicación de la Viruela fue de 300 millones de dólares, pero se estima que el ahorro para la economía mundial fue de 1.000 millones de dólares al año.
Sabía que existía una enfermedad que afectaba a las vacas —que era como la versión bovina de la viruela—, que no era letal y que solo le dejaba malestar un par de días. Fue entonces cuando dedujo que esa enfermedad podía proteger a los humanos de la viruela.
Para comprobarlo, en 1796 llevo a cabo un experimento que hoy en día horrorizaría a la mayor parte de la población. Usó como conejillo de indias a un niño de ocho años llamado James Phipps y le aplicó pus de vaca infectada sobre su brazo, formando una ampolla. Después de unos días, al niño le subió la fiebre y sintió malestar, pero al poco tiempo se mejoró.
Jenner engañó al sistema inmunológico haciéndole creer que lo que le había inoculado era viruela y desarrolló anticuerpos para luchar contra el virus, lo que le convirtió en uno de los médicos más importantes de la historia. No hay que olvidar que la palabra vacuna proviene del término latino vacca y en la actualidad utilizamos ese vocablo gracias a él y a su experimento, al que bautizó como variole vaccine y que cambió millones de vidas.
Síntomas
Con una minúscula gota de saliva que se produjera al toser o estornudar, el virus podía contagiar a millones de personas y desatar una infección mortal. Durante los 14 días posteriores no ocurría nada, pero después, la temperatura del individuo comenzaba a elevarse, síntomas que hoy en día pueden resultar familiares con la actual crisis del coronavirus. Posteriormente, aparecían rojeces con hinchazón que se transformaban en ampollas y a su vez, estas se convertían en pústulas.
La tasa de mortandad oscilaba entre el 20 y el 40% y la medicina nunca ha podido explicar concretamente de qué manera mueren los pacientes de viruela, lo que se sabe es que es una enfermedad devastadora que destroza el sistema inmunológico.
¿Posible retorno?
Desde hace décadas, existe la preocupación de que los laboratorios fabriquen cepas del virus de la viruela. En 2016, David Evans y Ryan Noyce, dos médicos virólogos de Canadá, concluyeron que era posible recrear a partir de fragmentos de ADN una cepa activa.
Lo relevante de esta investigación es que las técnicas que utilizaron podrían emplearse para reproducir la forma humana de la infección y ante el temor de que pudiese utilizarse como arma biológica, la OMS ordenó en 1986 la destrucción de todas las muestras y puso una fecha muy clara para la eliminación definitiva del virus: el 30 de diciembre de 1993. A pesar de ello, la fecha se retrasó a junio de 1999.
El gobierno estadounidense le pidió a la OMS sacar el virus del congelador para llevar a cabo algunos experimentos con el objetivo de encontrar nuevas vacunas y antivirales. En tan solo 18 meses, se desarrollaron 220 millones de vacunas. Finalmente, la OMS aprobó en 2002 la conservación temporal del virus con fines científicos, 22 años después de la erradicación oficial de la enfermedad.