La mañana del 30 de junio de 1908, una enorme bola de fuego cruzó el cielo de la taiga rusa. Poco después se produjo una fuerte explosión que fue registrada por numerosas estaciones sismográficas de Rusia y de todo el mundo.
La explosión arrasó un área de 2.150 kilómetros cuadrados de bosque y, los días posteriores, los habitantes de Europa fueron testigos de una serie de fenómenos extraños. Desde entonces, varios especialistas, expertos y científicos buscaron una explicación lógica a lo ocurrido.
Sin embargo, científicos del Centro Científico de Krasnoyarsk de la filial siberiana de la Academia de Ciencias de Rusia consideran que la explosión no está relacionada con la caída de un objeto espacial, sino con el choque de ondas producidas por el paso de un asteroide de hierro a través de la atmósfera terrestre, lo que explicaría la ausencia de fragmentos de meteoritos en la superficie que nunca fueron encontrados a pesar de largas búsquedas organizadas por varias expediciones.
Esta nueva teoría está basada en cálculos de la trayectoria y masa del objeto espacial, su fuerza y los cambios de velocidad, según publica el medio ruso Gazeta.ru. Como ejemplo, los científicos citan el meteorito de Arizona con un tamaño inicial de más de 50 metros, que se formó hace 50.000 años y en el lugar del cráter de caída cuenta con 1.200 de diámetro y 200 metros de profundidad, algo muy diferente a lo que pasó con el bólido de Tunguska.
La explicación de este fenómeno se debe a la acción de la radiación luminosa de alta intensidad generada por la cabeza de bólido con una temperatura que emanaba más de 10.000 grados a la altura mínima de vuelo.
Finalmente, los científicos han concluido que aún deben averiguar una serie de cuestiones dentro de su teoría. Entre ellas figuran, en particular, los cálculos de la amplitud de la onda de choque en la región del epicentro en diferentes condiciones y los cambios en la temperatura de la superficie del asteroide en la longitud de la trayectoria, el desarrollo a lo largo del tiempo del paso del objeto espacial en la atmósfera, incluida su destrucción.