"En este 22 de abril reivindicamos como un hecho histórico sensacional el juicio a las Juntas Militares", sentenció la titular de una de las organizaciones humanitarias más prestigiosas en todo el mundo.
El juicio a las Juntas Militares de 1985 "dejó marcada la lucha de un pueblo y la valentía de mucha gente que habiendo estado secuestrada, incluso mujeres que dieron a luz en campos de concentración, declaró ante la presencia de los asesinos, culpándolos", afirmó Carlotto.
Fue una contradicción, sin embargo, que el tribunal no investigase los crímenes de la cuarta Junta Militar liderada por el dictador Reynaldo Bignone (1982-1983), señaló la titular de Abuelas.
"No entendí que no fuera juzgada la cuarta Junta de la que estaba a cargo el general Bignone, tan asesino como los demás, ni que le entregara la banda presidencial a un Gobierno democrático", observó De Carlotto en referencia a la asunción de mando del primer presidente de la democracia, Raúl Alfonsín (1983-1989), quien a los tres días de asumir ordenó el juicio sumario de los nueve máximos cargos militares responsables de la dictadura.
Inicios
De Carlotto fue una de las 833 testigos que brindaron su testimonio ante el tribunal.
"Fue un juicio muy restringido para la visión exterior porque de cada organismo iban una o dos personas que debían presentar certificados de asistencia para poder entrar, y la información era muy acotada, más allá de la repercusión fenomenal que tuvo porque fue muy bueno, pues se pudo señalar y llevar pruebas", señaló.
Dentro de la sala de audiencias, "había que hacer silencio, no se podía expresar nada, debíamos estar como estatuas, y no se podía entrar con el pañuelo blanco ni había ninguna insignia identificatoria", describió.
Las integrantes de Abuelas "nos turnábamos para entrar, y aunque todavía no éramos una organización constituida muy formalmente, estábamos ya trabajando en la búsqueda de niños, pero en ese juicio no se reconoció la desaparición forzada de menores, o sea, el robo de bebés en centros clandestinos", destacó la mujer.
De Carlotto presentó una doble situación, "porque primero secuestraron a mi esposo por 25 días, entonces di nombres, situaciones, y lugares, y después di también nombres y circunstancias sobre la desaparición de Laura, mi hija, cuyo cuerpo me entregaron solo el día de su muerte", contó.
Durante su testimonio, la presidenta de Abuelas explicó a los jueces que su hija Laura estaba esperando un hijo.
"Ella desapareció en noviembre de 1977 y recién en abril de 1978 una liberada que compartió el campo de concentración con Laura llegó hasta el negocio de mi marido para decirle que nuestra hija estaba esperando un bebé con un embarazo de seis meses", relató De Carlotto.
También declaró ante el tribunal sobrevivientes de los centros de exterminio y gente exiliada que envió sus declaraciones o que volvió al país, "así que quedó probado lo que decíamos los padres".
También hubo algún que otro juez mostró una actitud corrosiva al interpelar a las integrantes de Abuelas "con preguntas molestas que parecían dudar más de nosotras que de los propios asesinos", observó la presidenta de Abuelas.
"Los integrantes de la junta eran personas muy serias, pero algunos eran bastante insidiosos en sus preguntas y hubo quien nos trató como madres de delincuentes al hacernos repetir determinadas situaciones que no era necesario decirlas", indicó.
Delante de los jueces, recordó Carlotto, se sentaban "madres con hijos asesinados con la presencia del cadáver, como era mi caso y el de otras pocas, y madres que querían saber dónde estaban sus hijos y qué habían hecho con ellos".
El terrorismo de Estado en Argentina causó 30.000 desaparecidos y se apropió de unos 500 hijos de mujeres secuestradas que dieron a luz en cautiverio.