Mientras la continuidad del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio es respetado por el grueso de la población en Argentina, con excepción de quienes tienen trabajos esenciales y de quienes eligen desafiar las medidas, la vida en los barrios populares tiene reglas propias.
El movimiento es sin duda menor al previo a la cuarentena, pero sigue habiendo mucha gente en las calles y pasillos del Barrio 31, más conocido como Villa 31 o "Padre Carlos Mugica". Ubicado en la zona de Retiro (este), se trata de una de las aglomeraciones de viviendas precarias más antiguas de la ciudad de Buenos Aires, que se remonta a la década de 1930, y donde viven alrededor de 60.000 personas en construcciones apelmazadas y superpuestas.
"La cuarentena dejó a mucha gente sin trabajo. Acá todos trabajan cuando las cosas están bien, de albañiles, como costureros, en limpieza, otros venden en la feria. Ahora se cortó todo entonces la gente anda más necesitada, hay que pagar alquileres y los dueños no perdonan porque también ellos viven de ese ingreso", dijo a Sputnik Miriam Suárez, vecina del barrio hace 15 años y quien coordina un comedor popular que coopera con la organización social Barrios de Pie.
Miriam contó que respetar el aislamiento en barrios como el suyo es prácticamente imposible. No existe la capacidad de ahorro como para poder subsistir sin trabajar, por lo cual, aunque algunos reciban ayuda estatal, se vive mucha ansiedad, preocupación y frustración, que en muchos casos generan hastío que se manifiesta en violencia intrafamiliar y de género, explicó.
"Los alquileres son de piezas de 3x3 metros, 4x4 las más grandes; en el mismo ambiente dormís y cocinás, el baño es compartido. ¿Te imaginás encerrados el marido, la señora, más tres o cuatro nenes, todo el tiempo? Es insoportable. Veo a la gente muy estresada, muy preocupada. Salen al pasillo, a la vereda. Hasta ahora no hubo nadie en el barrio con coronavirus, nos estamos manteniendo a salvo", manifestó como una expresión de deseo.
Con una situación diferente a pesar de ser también vecino del barrio desde hace 30 años, Saúl Sánchez, presidente de la Asociación de Comerciantes del Barrio "Padre Carlos Mugica", contó que la situación de los pequeños comercios en la zona es angustiante.
"Nos bajó muchísimo la venta porque no tenemos clientela. La gente está muy preocupada, el 50, 60 % son empleados de construcción, de fábricas, tenemos mucha gente que no puede salir a trabajar. Del 100 vendo 5 %, te digo de corazón. No sé cuánto tiempo más vamos a aguantar", dijo Sánchez, dueño de una tienda de alimentos sobre una de las calles de acceso principales.
Necesidad y solidaridad
Según datos del Ministerio de Desarrollo Social a partir de un relevamiento realizado entre 2016 y 2017, en el país hay más de 4.000 barrios populares, que se definen como al menos a ocho familias agrupadas, donde más de la mitad de la población no cuenta con título de propiedad del suelo ni acceso regular a dos o más servicios básicos: agua corriente, energía eléctrica, cloacas. Allí (y así) viven alrededor de 3 millones de personas en Argentina.
El COVID-19 es un enemigo más para sumar en el historial del desamparo. Acostumbrados a la indiferencia y la estigmatización social, marcados por el hambre, la precaridad y la violencia más cruda, son también el centro más genuino de la solidaridad y el sentido de comunidad.
"En la Villa 31 tenemos comedores y merenderos que no están dando abasto porque no están teniendo el refuerzo alimentario que le solicitamos al Gobierno de la Ciudad", dijo a Sputnik Mónica Córdoba, militante de Barrios de Pie, quien nació en el barrio.
Al igual que otras numerosas agrupaciones, Barrios de Pie realiza ollas populares en las zonas donde vive la población más vulnerable, tanto en la ciudad como en los barrios carenciados del conurbano bonaerense.
"Constituímos un comité de crisis con el conjunto de las 50, 60 organizaciones del barrio para encarar las problemáticas que no nos permiten tener una cuarentena como puede tener otro sector de la sociedad que tiene unas condiciones de vida más dignas", explicó.
"Tomamos las precaución y las medidas de sanidad necesarias para cuidarnos a nosotres, cuidar al resto de los vecinos, con el uso de barbijos, limpieza de manos, manteniendo la distancia y tratamos de que las actividades sean cortas para no estar tanto tiempo afuera, aunque es muy difícil establecer una cuarentena en esta situación de emergencia", resumió.