Italia fue el primer país europeo en enfrentarse con la rápida propagación del virus. Inicialmente las medidas de cuarentena fueron introducidas en las regiones más afectadas, pero ya el 10 de marzo el Gobierno impuso la cuarentena en todo el país.
Con las escuelas y tiendas cerradas, las actividades no esenciales paradas, y unas multas de hasta 3.000 euros por violar las restricciones de la circulación, Italia se convirtió en un modelo de lucha contra el COVID-19 que actualmente se aplica tanto en la UE como en otros países del mundo.
Modelos de contencion alternativos
Sin embargo, no todos los países siguieron la pauta italiana. En Europa el ejemplo más sorprendente es Suecia, donde las autoridades, aun reconociendo el peligro del coronavirus, creen que el cierre de la mayor parte de las empresas para un período indefinido puede causar un daño económico irreparable.
Si el Gobierno recomienda observar ciertas medidas de prudencia, las prohibiciones y las multas no son necesarias: los suecos lo harán de buena voluntad. Sjoberg aduce un ejemplo personal: "Nadie me prohíbe ir a ver a mi madre que tiene 95 años y vive en una región donde los contagios todavía no alcanzaron números significativos, pero, puesto que se me recomienda evitar los desplazamientos, no lo hago. Casi todos razonan así".
Tampoco se introduce la cuarentena en Japón, donde el COVID-19 está presente desde mediados de enero. No obstante, el virus se está propagando muy lentamente entre sus 126 millones de habitantes. El 2 de abril el país del sol naciente contaba con 2.384 casos positivos y 57 decesos.
Además, muchos jóvenes son solitarios: dos tercios entre los menores de 35 años no tienen relaciones sentimentales, lo que reduce al mínimo la propagación el virus.
Excesos policiales
Por muy eficaces que parezcan —por lo menos, de momento— la responsabilidad de los suecos y la soledad de los japoneses en la contención de la pandemia, a nivel mundial representan más bien unas excepciones. En varios países las autoridades impusieron medidas drásticas con multas altas y penas de cárcel para los que violen la cuarentena. En algunos lugares las fuerzas del orden lo interpretaron como una buena ocasión para cometer toda una serie de excesos.
En Sudáfrica la Policía obligó a unos ciudadanos a hacer sentadillas y a otros a darles patadas. En Johannesburgo algunos policías usaban cañones de agua y disparaban con balas de goma contra la gente, mientras otros irrumpían en los domicilios para controlar si los ciudadanos respetaban el régimen de autoaislamiento.
Las fuerzas del orden en Filipinas detuvieron a centenares de personas por no respetar el toque de queda, mientras el mandatario del país, Rodrigo Duterte, ordenó a la Policía que disparase contra quien violase la cuarentena.
Beneficios políticos
Además, en varios casos el COVID-19 fue usado como un cómodo pretexto para suspender normas legales incómodas o reforzar la posición de los que estan en el poder.
En Hungría el Parlamento aprobó una serie de medidas que permiten al Gobierno ejercer por decreto sin control parlamentario. Además, los que difunden rumores o noticias falsas corren el riesgo de pasar cinco años en la cárcel, y los que se saltan la cuarentena, ocho años.
En varios otros países la pandemia hizo olvidar, por lo menos para un cierto tiempo, los conflictos que amenazaban la estabilidad política. Este es el caso de la India, donde hace unos meses el Gobierno abolió la autonomía de la región de Jammu y Cachemira y simplificó la obtención de la ciudadanía india para aquellos oriundos de los países vecinos que no son musulmanes: ambas medidas causaron una fuerte tensión política, pero perdieron importancia frente a la pandemia.