El primer caso del COVID-19 fue registrado en Estados Unidos el 20 de enero cerca de la ciudad de Seattle, en el estado de Washington, dos semanas después de que las autoridades chinas identificaran el nuevo tipo de coronavirus. En la etapa inicial el crecimiento del número de los infectados fue paulatino, pero pronto empezó a crecer exponencialmente.
El 11 de marzo el presidente Donald Trump prohibió cualquier tipo de viaje procedente de 26 países europeos. Dos días después se declaró una emergencia nacional en EEUU por el brote del SARS-CoV-2, pero para aquel entonces el número de los infectados ya superaba 1.500, mientras que 40 personas perdieron su vida a causa del nuevo coronavirus. Al Gobierno Federal le siguieron casi todos los estados que también anunciaron el estado de emergencia.
Exceso de víctimas
Para aquel día el número de muertos superaba un centenar, mientras la cantidad de los infectados llegaba casi a 6.500. Fue en ese momento cuando el número de ciudadanos estadounidenses con el coronavirus comenzó a multiplicarse de manera exponencial. A lo largo de todo este tiempo el mandatario norteamericano aseveró que la situación estaba bajo el control de las autoridades, pero el mortífero virus continuaba propagándose por el país.
Las autoridades llamaron a todos a practicar el distanciamiento social, pero la ciudad de Nueva York no se cerró ni se puso en cuarentena. El Gobierno solo pidió a todos los que salieran de la urbe pasar 14 días en cuarentena voluntaria.
En Estados Unidos, entretanto, el país empezó a sumergirse en un verdadero caos. Los estadounidenses preocupados por la posible carencia de mercancías empezaron a comprar en masa artículos de primera necesidad y productos no perecederos con tal de prepararse de la mejor manera posible para los peores escenarios que pueden desarrollarse a causa de la pandemia.
Por extraño que pueda parecer, algunos estadounidenses empezaron a adquirir municiones para armas de fuego como si se estuvieran preparando para un verdadero apocalipsis. El Gobierno fracasó en explicar a los ciudadanos que no había necesidad de hacerlo, de ahí que no lograra prevenir el pánico en la población.
Festín durante la peste
A pesar de evidentes fracasos en la gestión de la propagación del coronavirus el presidente Donald Trump puede usar el brote del COVID-19 en su país para su beneficio y usar este as en la manga en las presidenciales de este año.
La reciente encuesta demostró que la población en gran medida aprueba las acciones de Trump en la lucha contra el coronavirus, pero es importante recordar que la gente todavía no ha sentido los efectos económicos de la pandemia, declaró a Sputnik el catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Rhode Island, Nicolai Petro.
"Si la situación continúa empeorando en abril, pero luego mejora en mayo, Trump aseverará que su liderazgo salvó al país y al mundo del virus que él llama 'chino'. Si la situación no mejora durante el verano, entonces su Administración culpará a China y a sus críticos internos", vaticinó.
En cualquier caso, a Joe Biden y a los demócratas les será muy difícil criticarlo demasiado porque él funge como el comandante en jefe durante algo que en esencia es una situación de guerra. Muchos estadounidenses percibirán cualquier crítica contra Trump como un intento de socavar la unidad nacional. "Creo que sus posibilidades de ser reelecto permanecen bastante altas", subrayó el entrevistado.
"Donald Trump puede encontrarse en el lugar correcto en el momento adecuado, por así decirlo. Al hacer frente a la emergencia nacional él es el hombre al mando y la población lo respetará. Si bien las medidas son menos radicales que en algunos países europeos, aun así tiene un mensaje fuerte para su electorado: él es el presidente de un país que se encuentra en 'tiempos de guerra' y la meta es la victoria total sobre el virus", explicó.
Los estadounidenses reconocen la importancia de su política America First en la tarea de reducir la dependencia de la industria norteamericana de la interrupción global. Depender de sí mismos es más importante que nunca, así lo dejó claro la pandemia actual. Es parte de la agenda del Partido Republicano y es contrario a la agenda globalista del Partido Demócrata, concluyó el parlamentario.