La existencia de 'perezosos gigantes' en la Sudamérica prehistórica es conocida desde hace tiempo por los paleontólogos de la región. Sin embargo, ese conocimiento acaba de dar un paso más tras el descubrimiento de una nueva y particular especie de estos animales: el Oreomylodon wegneri, o como fue denominado por algunos, una suerte de 'Yeti sudamericano'.
Todo cambió tras el trabajo del investigador argentino Luciano Brambilla, del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Rosario y el ecuatoriano José Luis Román Carrión, de la Escuela Politécnica de Quito, quienes lograron sistematizar la información que aportaban esos fósiles para determinar la existencia de un nuevo tipo de perezoso gigante capaz de habitar en las alturas andinas de lo que hoy es Ecuador, según consignó la agencia de noticias CTyS de la Universidad Nacional de La Matanza.
En diálogo con Sputnik, Brambilla explicó que el trabajo hecho por los latinoamericanos comparó el cráneo de la criatura encontrada en la región andina con fósiles de este tipo de animales hallados en regiones de Argentina. "La conclusión es que eran algo totalmente distinto, que solo encontrábamos en alturas de más de 2.500 metros sobre el nivel del mar y en un área geográfica reducida", indicó.

¿Cómo eran estos perezosos gigantes?
De acuerdo a las proyecciones hechas por los palentólogos, se trataba de un animal que podía superar los 2 metros erguido, postura que podía alcanzar en ocasiones. Cuando estaba en cuatro patas, podía asemejarse al tamaño de un automóvil pequeño. Además, contaba con grandes garras, que se cree podrían haber servido también para excavar.
El análisis de los huesos, especialmente del cráneo, permitió comprobar cómo la anatomía de este tipo de animales estaba especialmente adaptada para sobrevivir en la altura. Un ejemplo claro es la nariz, que se presenta "abultada".
"La apertura muy grande de la cavidad nasal significa que ahí albergó muchos tejidos que pueden haber sido tanto olfativos como para calentar el aire", explicó el experto, recordando que en esa época —se estima que estos animales dejaron de existir hace 10.000 años— la región andina era más fría y más seca que en la actualidad.
Más allá de la pintoresca nariz, la descripción de su cavidad nasal deja una importante enseñanza para la ciencia, al poder relacionar la forma de su cráneo con la necesidad de adaptarse a la vida en altura. "Entre todos los perezosos no hay ninguno con esa nariz, y como tampoco hay ningún otro que viva en altura, inferimos que esa forma es para poder adaptarse a la altitud", apuntó Brambilla.
Los estudios al cráneo también lograron identificar a este perezoso de las montañas como un animal herbívoro, que no elegía específicamente qué tipo de plantas comer sino que pastaba o comía "al bulto" entre la hierba.
Uno de los hallazgos más notables relacionado a la investigación de Brambilla y Román Carrión es que se trataba de animales gregarios. Los huesos de tres adultos y una cría encontrados bajo la superficie del centro histórico de Quito, muertos de forma sorpresiva presuntamente por un deslave, indica que se movían en manadas y que tenían "un cuidado parental".
El carácter social del animal es, justamente, lo que lo diferenciaría del mitológico 'abominable hombre de las nieves', que según la leyenda habita en solitario en medio de la montaña.

El perezoso de las montañas y el ser humano
Al haber desaparecido hace 10.000 años, este tipo de perezoso gigante de las montañas pudo haberse cruzado perfectamente con los seres humanos que ya poblaban la región sudamericana, señaló Brambilla. "Al momento de desaparecer el hombre ya estaba acá. Seguramente en el Ecuador haya coexistido", detalló en ese sentido.
"Es una realidad que cuando estos perezoso dejaron de existir el hombre ya había llegado al continente y hay casos en Argentina de perezosos comidos. No encontramos evidencia sobre que se hayan alimentado de los perezosos de montaña pero seguramente se hayan encontrado o visto de lejos", complementó.