Vive en Brisas de Propatria, un barrio populoso de Caracas, al oeste. Su casa está en lo alto del cerro, en la sinuosidad de calles de tierra y asfalto, laberinto sin Google Maps. Gira por aquí, sigue derecho, da la vuelta y dobla en la esquina, donde está el kiosko.
Hay niebla por las mañanas en los barrios altos de Caracas; y la neblina acompaña siempre al sonido de los cacharros de metal golpeándose en la cocina en mitad de un silencio reparador. Es justo ese momento de calma entre la madrugada y el sol antes de que explote el día en una ciudad que se llena de furia y ruido.
Tiene un café en la mano, 29 años, la cara lavada y limpia, el pelo recogido alborotado y una revolución interna de creer en sí misma a base de mucho esfuerzo y tesón. Sonríe y habla por los codos como la gente feliz que tiene algunas cosas fundamentales claras en la vida.
Su mamá y su tía completan el círculo virtuoso de su casa de barrio. Un edificio de tres plantas con unas vistas privilegiadas al resto de la ciudad. Es una familia de mujeres en un mundo de hombres, aunque suene tópico. Una familia de matriarcas independientes en un país machista.
"De cada una de las mujeres de mi familia he aprendido algo valioso para mi vida y de cada una de ellas he sacado algo que ahora conforma mi personalidad", explica y agrega: "de mi mamá, el espíritu incansable de trabajo; de mi abuela, el estar para la familia por encima de todo y cuidar el hogar; y de mi tía, a no quedarme callada y decir las cosas que pienso siempre".
Ivette Dominguez es licenciada en periodismo y tiene diez años de experiencia trabajando en el área de marketing digital. Ahora mismo trabaja como freelance para varias empresas a las que lleva las redes sociales como su community manager. Es una bomba de ideas y de ganas, siempre pensando proyectos que no deja guardados en un cajón de tareas pendientes. Le gusta la música (mucho) y sabe todo sobre el rap, sobre todo el de barrio y el autóctono; el trap y el nuevo reguetón feminista.
La música afrocaribeña también le gusta por encima de todas las cosas y de hecho, ahora está ayudando a una amiga venezolana afrodescendiente que canta como los ángeles (negros) a montar su show, su concierto, enmarcado en el mes de la mujer, para reivindicar su ADN y su historia en un país ecléctico de raíces y sangres todopoderosas.
Ivette cuenta, de hecho, que se siente un poco negra y que sus amigos le dicen que es la blanca más negra que conocen. "Porque ser negra no es una cuestión del color de la piel. Ser negra o negro en Venezuela es conocer nuestras raíces, bailar tambor [el baile típico de las costas caribeñas que practican tradicionalmente los afrodescendientes, oriundos de las zonas costeras], tener flow, dembow", sostiene.
"Es una actitud ante la vida que suele ser optimista e integradora. Mira la diversidad de Venezuela. Es única", completa.
¿Cómo es ser mujer en Venezuela?
Con su trabajo de freelance, gana lo que puede para llegar más o menos a fin de mes. Unos bolívares (la moneda nacional) por aquí, unos dólares por allá. Ivette "resuelve" como todos y todas, haciendo alusión a esa expresión tan local y que utilizan tanto los venezolanos cuando se trata de "resolver" cualquier tipo de problema o solventar una situación como la economía doméstica.
Pero en estos momentos, la joven se encuentra inmersa en un nuevo proyecto que le hace mucha ilusión y que cuenta entusiasmada y con el que pretende diversificar sus ingresos. Dará tutoriales y cursos online y a domicilio sobre maquillaje, el cuidado de la piel y el autocuidado femenino.
Lo explica: "no se trata de algo superficial. Yo maquillo desde que soy pequeña, desde que veía a mi madre maquillándose para ir a trabajar al banco y me decía que lo hacía porque su obligación era mostrar seriedad y pulcritud. Era su papel como bancaria y luego los fines de semana jamás se maquillaba en casa. Youtube y las bloggers han sido mi escuela, pero mi mensaje es diferente al suyo", señala.
"Mi proyecto no es solo para la estética sino para que cada mujer sepa que maquillándose como ella quiera puede decir algo más. Es una parte de nuestra personalidad con la que comunicamos una parte de nosotras mismas. Es como nuestra ropa o nuestros gustos musicales. Entiendo el maquillaje no solo para ser bonita, aunque sentirse bonita es parte del plan", aclara y sonríe.
Ivette dice que quiere empoderar a las venezolanas y que además sus cursos van dirigidos a todo tipo de mujeres. No hay patrones ni edad y quiere enfocarlos desde la salud integral femenina como una forma de empoderamiento de género en un país donde hasta hace muy poco el acceso a los productos de higiene era limitado: o bien porque no se encontraban en el mercado o bien porque sus altos costos los hacían inaccesibles para la mayoría.
El proyecto de maquillaje de Ivette ya tiene nombre. Se llamará MakeUp a la Carte y piensa hacer algo muy millennial e innovador como incluir vídeos con "musas", invitadas especiales con las que conversar de música, ya que es otra de sus grandes pasiones. A esa sección la llamará "MakeUp Playlist".
Para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, Ivette cree que hay varios desafíos todavía en Venezuela. "El reto más grande que tenemos por delante las mujeres venezolanas es entender que juntas somos una revolución y separadas no somos absolutamente nada".
"Por otro lado", continúa, "creo que todavía tenemos que hablar mucho del amor propio. Nuestra fuerza es increíble y ahora mismo estamos siendo las protagonistas de la mayoría de los emprendimientos que están surgiendo en el país gracias a nuestro amor propio. Las marcas deberían tenerlo en cuenta".