La nueva desgracia de Macron tiene nombre: Benjamin Griveaux. Quien fuera Secretario de Estado de Economía y portavoz de Gobierno en los comienzos de la llegada al poder del mandatario galo, ha pecado de imprudente con su vida privada, y las consecuencias saltan a la vista.
"Estar en política significa estar expuesto", dice al respecto Eduardo Moggia, profesor de la Universidad de Mar del Plata y la Universidad Buenos Aires, y Consultor en Relaciones Internacionales.
Así, París siempre recordará el Día de San Valentín de 2020 por haber estallado el 'penegate'. Pero a grandes males, grandes soluciones. El inquilino del Elíseo decidió jugarse a todo o nada y tiró la casa por la ventana: puso en las gateras a su ministra de Salud, Agnès Buzyn, quien cuenta con pocas horas de vuelo en esto de la política.
Los sondeos previos a que estallara el escándalo, adjudicaban a Hidalgo un 25% de la intención de voto, seguida por Dati con un 19%, y en tercer lugar con el 15% se situaba Griveaux, miembro de La República en Marcha, partido que a su vez tiene un díscolo en sus filas, el diputado Cédric Villani, quien se lanzó por cuenta propia, y que le robaba votos al caído en desgracia.
Ante este río revuelto, Dati se erige para sacar la ganancia de los pescadores: quitarle a Buzyn, quien es de corte progresista, los votos conservadores que pudo haber arriado Griveaux, quien a su vez fue discípulo de otro político caído en desgracia en su día también por un escándalo sexual, aunque de mayor calado, el exdirector gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn.
"Hoy en día, siglo XXI, es muy difícil, y más que nada en política, conservar vidas privadas. Y después hay que ver otras cosas: las operaciones que pueda haber para 'voltear' a un candidato", reflexiona Eduardo Luis Moggia.