AKK ha presentado su renuncia como presidenta de la CDU, Unión Demócrata Cristiana de Alemania, y ha anunciado, además, que no se presentará a la sucesión de la todopoderosa canciller Angela Merkel, quien entregará el poder en 2021.
El apoyo a tres bandas tenía como meta evitar que el partido neocomunista Die Linke obtuviera el control. La votación hizo saltar las alarmas; AKK no actuó con firmeza y finalmente la propia Merkel tuvo que intervenir desde Sudáfrica, algo muy inusual.
"Es imperdonable y hay que revertir el resultado. Ha sido un mal día para la democracia", dijo la canciller teutona a propósito del pacto con la ultraderecha, que terminó deshaciéndose al dimitir el candidato liberal.
El relevo de Merkel...
En octubre de 2018 Merkel ya había desvelado que no repetiría al frente de la CDU, lo que abrió a finales de ese año la batalla por su codiciado puesto. Entonces AKK era uno de los máximos valores del partido de Helmut Kohl y Konrad Adenauer. Era una política relativamente joven, pues tenía 56 años, una mujer cercana a la gente, católica, experimentada —había sido la ministra-presidenta (jefa del Ejecutivo) en el estado del Sarre entre 2011 y 2018—, natural y desenfadada.
Pero, cuando Annegret apareció en los carnavales del año pasado disfrazada de ama de casa, fregando y gastando bromas sobre retretes para intersexuales, dio una imagen muy lejana de la vetusta y seria a la que Merkel nos tenía ya acostumbrados.
Sin embargo, los pésimos resultados de la CDU en las pasadas elecciones europeas, donde sus candidaturas cayeron por debajo del 30% de los votos, pusieron el foco en la poca capacidad de convocatoria de AKK y regresaron las voces que ponían en duda su poca idoneidad.
En noviembre de 2019 parecía haber superado la prueba de confianza y acallado a sus críticos. Pero lo ocurrido en Turingia ha minado definitivamente su autoridad, al demostrar que no controlaba al partido. La 'delfín' se ahogó en la tormenta. Ahora la CDU aparece descabezada y en un momento de especial fragilidad pues el Gobierno de gran coalición (Grosse Koalition), formado con los socialdemócratas (SPD), está frenando mucho sus expectativas de voto.
La AfD ya es el tercer grupo más numeroso dentro del Bundestag, donde entró sólo en 2017. Su fuerte impulso se parece mucho al que está viviendo Vox en España, donde afecta a los simpatizantes del Partido Popular (PP).
Ahora toca, por consiguiente, buscar un nuevo hombre o mujer que estará a los mandos del conjunto democristiano pero temporalmente —algo más de un año— bajo la sombra afilada de Merkel, canciller desde octubre de 2005.
¿Posible giro a la derecha?
Podría haber llegado el momento en que la CDU se escore a la derecha y abandone de esa forma la 'teoría de la herradura' que defiende a capa y espada la actual canciller, superviviente de tantas batallas. La referida teoría sostiene que la ultraderecha y la ultraizquierda se parecen mucho entre sí y que no están situadas en lugares opuestos de una imaginaria línea recta sino en los extremos de una herradura figurada.
La posibilidad de renovación de la jefatura sería la gran oportunidad del arriba citado Friedrich Merz, de 64 años, representante del ala más derechista y conservadora del principal partido alemán. Merz parece bastante más predispuesto a negociar puntualmente con la AfD, y no ha dudado los últimos meses en criticar la "falta de liderazgo" de Merkel.
Söder, de 53 años, ha demostrado su cintura al enfatizar las credenciales medioambientales de su partido con la posible idea de aliarse a los Verdes, los ecologistas, especialmente fuertes en Alemania. Tras ocurrir el terremoto político en Turingia, Söder fue uno de los primeros en condenar cualquier forma de colaboración con la extrema derecha.
Finalmente está el más joven de todos. Con 39 años, Jens Spahn aboga por un cambio generacional. Quedó tercero en las primarias de 2018. Se ha hecho más pragmático desde que Merkel le nombró ministro de Sanidad y ahora promociona tanto la migración como el patriotismo.
La salida de Annegret ha puesto el marcador en cero, abriendo un abanico de alternativas que afectarán indudablemente no sólo al futuro de la denominada locomotora de Europa sino también al de todo el Viejo Continente. De ahí su relevancia.