Víctor Navarro Salazar partió desde Ushuaia —capital de Tierra del Fuego, la provincia más austral de Argentina— el 26 de noviembre de 2019. Llegó a su destino, la Antártida, el 4 de diciembre. Desde ese día, el joven maestro argentino está enfrascado en los preparativos para lo que será su misión durante todo 2020: administrar la única escuela primaria en el continente blanco.
En realidad, la escuela existe desde el 14 de marzo de 1978, aunque con otro formato y bajo la denominación del prócer 'Manuel Belgrano'. En aquella época, la decisión de Argentina de que sus militares y científicos se instalaran durante todo un año en la Antártida motivó la habilitación a que pudieran hacerlo con sus familias.
Como la delegación llegaba con niños, las autoridades decidieron montar una escuela dentro de la base. En esa época, los contenidos dependían del Instituto Dámaso Centeno que se encontraba en la ciudad de Buenos Aires y se impartían a distancia y con la asistencia de las propias de madres de los niños, que hacían las veces de maestras.
A mediados de los 90, una reorganización política de Argentina distribuyó las escuelas entre las respectivas provincias. La escuela de la Antártida correspondió a Tierra del Fuego —declarada provincia recién en 1990—, debido a que su territorio comprende a la Antártida Argentina.
La escuela pasó en 1997 a tener el nombre del expresidente argentino Alfonsín y comenzó a funcionar con nuevo modelo: sus contenidos ya no dependían de Buenos Aires sino del Ministerio de Educación fueguino. Las clases ya no fueron a distancia y con la asistencia de madres, sino que por primera vez llegaron maestros a la Antártida.
Navarro Salazar es uno de esos maestros. En 2019 completó el formulario para postularse al cargo junto con su esposa Mariana Celeste Ibarra, también maestra. Es que el Gobierno provincial exige que la escuela esté siempre administrada por una pareja de maestros.
En conversación con Sputnik, Navarro explicó que su esposa llega en febrero a la Antártida junto a los dos hijos de la pareja. Para ella está reservado el cargo de directora de la escuela, un puesto que el centro educativo reserva tradicionalmente a la mujer. De hecho, Ibarra debió asistir a una capacitación en temas administrativos necesarios para la gestión del centro.
En efecto, durante el mes en que Navarro estuvo participando del curso en la localidad de Caviahue (provincia de Neuquén), recibió entrenamiento sobre manejo de botes Zodiac, motos de nieve, lectura de cartas topográficas o comunicaciones, entre otros.
Dejar el continente para vivir en la Antártida
El 2020 será el segundo año que Navarro e Ibarra pasen en la Antártida. Ya lo habían hecho en 2018, cuando por primera vez se animaron al desafío de ser maestros en el territorio más frío del mundo. Sabían de la existencia de la escuela 38 desde que cursaban magisterio pero mantenían un conocimiento "vago" de lo que significa dar el paso.
Los desafíos no están únicamente en el plano pedagógico. Los docentes que deciden recalar en la Antártida tienen que aceptar abandonar su casa en el continente durante todo un año, así como dejar poderes judiciales para que amigos o familiares puedan realizar los trámites que sean necesarios.
La burocracia puede tornarse complicada para quienes están en territorio antártico, dado que "hay entes que no entienden que estás en la Antártida y no podés acercarte". Entre lo más difícil también está, admitió el maestro, ser consciente de que "si algún familiar en el continente tiene un problema de salud no podés volver".
La vida en la escuela
Navarro ya sabe que en 2020 la escuela recibirá a 14 alumnos de diversas edades, desde jardín de infantes hasta el nivel secundario. Mientras Navarro e Ibarra están a cargo de las clases de Primaria, los estudiantes de Secundaria todavía reciben clases de manera virtual, siendo asistidos por madres de otros menores que viven en la base.
El curso se retoma a las 14:30 horas. En ese bloque vespertino, los alumnos participan de talleres y clases "un poco más recreativas", entre las que suelen incluirse ajedrez, guitarra, música o cocina. Además, la escuela dispone de un salón multiusos en los que pueden jugar al fútbol, al hockey o al voleibol.
Navarro remarcó la importancia de este segundo bloque para combatir el aburrimiento de los niños y "no les afecte tanto el desarraigo", promoviendo actividades que los hagan vivir de forma "lo más parecido posible" a su vida en Argentina continental.
"La clave está en la creatividad del docente, que tiene que plantear diferentes tipos de talleres para que los niños no se aburran y para que no tengan ganas de volver. Es un año en que los niños van a vivir muchas cosas intensas que en otro lado no van a poder vivir", enfatizó.
Además de los talleres habituales, en su primera experiencia antártica Navarro e Ibarra han organizado "tardes de películas" y hasta recorridas por el exterior de la base "para aprovechar y disfrutar el paisaje", siempre que el difícil clima antártico lo permite.
Una clara muestra de lo fuerte de ese vínculo se expresa en los sábados de pizzas y cervezas, una tradición que las bases argentinas cumplen rigurosamente cada semana. "La relación llegaba a un punto en que estábamos compartiendo un momento con todas las familias y, estando sus padres presentes, los niños nos preguntaban a nosotros si podían correr o hacer determinada cosa", contó el maestro.
Orgullo fueguino y argentino
Todos los niños que han pasado por la escuela 38 son argentinos, a pesar de que desde 2018 es la única escuela funcionando en la Antártida. Hasta ese año también funcionó un centro educativo en una base chilena, aunque los alumnos no permanecían todo el año en las bases.
Eso no significa que los maestros no tengan que lidiar con la diversidad, ya que al recibir a los hijos de los integrantes de los contingentes científicos y militares, albergan a familias de toda la Argentina. Una particularidad para una escuela que se rige con el programa educativo de Tierra del Fuego, un territorio sumamente remoto para, por ejemplo, argentinos del norte del país.
Navarro aseguró que los niños que pasan por la escuela "llevan en el corazón" a Tierra del Fuego, a pesar de pertenecer a otras provincias. Además, reafirman el sentimiento patriótico al convivir con efectivos militares y encontrarse en uno de los territorios cuya soberanía todavía es reclamada por Argentina.
"Para nosotros es un orgullo ser fueguinos y estar acá en un lugar tan importante, no solo para Argentina sino para todo el mundo. Es un orgullo aportar desde nuestro lugar y poder hacer presencia argentina en el continente antártico", reivindicó el maestro.