Desde pequeña, Rita Vinocur escuchaba los relatos de su madre sobre lo que había vivido en los campos de concentración y exterminio nazis. La valentía de su madre, Ana Benkel de Vinocur, de compartir sus experiencias con sus hijos la diferencia de otros sobrevivientes, que preferían guardarse sus memorias para, de alguna forma, "proteger" a los suyos de aquel horror.
En diálogo con Sputnik, Vinocur recordó que su madre "tuvo que soportar toda la guerra desde el principio", siendo víctima de la discriminación desde 1939. En esa época, Benkel tenía 13 años y vivía junto a su familia en la ciudad de Lodz, en Polonia, una de las primeras en ser tomadas por los nazis para luego ser convertida en un gueto para 200.000 judíos.
El terrible periplo de Benkel la llevaría de allí en más al campo de concentración de Auschwitz y luego al de Stutthof, en el norte del territorio polaco. Inesperadamente, años después, los nazis decidieron trasladar a Benkel y varias mujeres más del campo hacia Alemania a través del mar como una excusa para poder trasladar municiones. La subieron primero a un tren y luego a un barco en el que, junto con prisioneras y una bandera falsa de la Cruz Roja. Benkel logró sobrevivir a un viaje en cuyo transcurso los nazis llegaron a arrojar mujeres al mar para asegurar espacio en la nave.
El buque en el que viajaba Benkel fue bombardeado por los aliados y, junto con otras rehenes, se salvó al permanecer "flotando" en el barco a punto de hundirse. Las mujeres fueron rescatadas por soldados alemanes de la Wehrmacht, que les dieron comida y las condujeron a la ciudad portuaria de Kiel, en Alemania, donde permanecería dos años en hospitales. En aquel momento ya era mayo de 1945 y, a sus 18 años, Benkel comenzaba a comprender que los nazis habían sido derrotados.
"Era muy impresionante ver cómo mi madre tenía ese estilo de personalidad alegre a pesar de que había vivido tremendas experiencias y que varias veces estuvo al borde de la muerte. Nunca lograron aniquilar sus dignidad ni su brillo a pesar de que quisieron convertirla, como a los demás judíos, en un insecto subhumano", dijo la hija de la sobreviviente.
Vinocur se crió "entre sobrevivientes" —su padre Alberto Vinocur había escapado de la persecución a judíos en la época de los pogroms— y con la enseñanza de recordar la superación de ese "infierno" sin hacerlo a través del odio. "Mi madre no me inculcó odio hacia los descendientes de alemanes o polacos pero a los nazis y los asesinos nadie les perdona nada", expresó.
En efecto, Vinocur remarca que el campo de concentración y exterminio de Auschwitz "es el símbolo de la crueldad" de la Alemania nazi: "Fue un campo de muerte, de horror, donde se cometieron todo tipo de atrocidades. Es inconcebible que haya gente que minimice lo que ocurrió en la Shoá cuando los propios nazis querían dejar todo documentado, orgullosos de lo que estaban haciendo".
Ana Benkel logró salir de Auschwitz antes de lo que se conoce como la "liberación". Sin embargo, así como su madre evitaba el término "prisioneros", Vinocur remarca que debería llamársele "cierre" del campo, ya que los nazis ya se habían ido antes de la llegada del ejército soviético.
El primer museo del Holocausto de Sudamérica
Actualmente, Rita Vinocur es dirigente del Centro Recordatorio del Holocausto Judío y directora del Museo del Holocausto de Montevideo, Uruguay. Vinocur destacó el "orgullo" que le genera integrar el equipo de dirección del primer museo del Holocausto fundado en Sudamérica, poco después de la creación del Centro Recordatorio, en 1953.
Vinocur destacó el trabajo del museo, que elaboró textos originales de historiadores sobre lo ocurrido y acompaña cada objeto exhibido por el testimonio de su propietario original en formato vídeo, dado que la gran mayoría ya falleció. En la sala de los objetos pueden verse, entre otros, una muñeca, un "billete" de los que solo podían utilizarse dentro de los guetos, un jabón de Auschwitz, valijas, certificados del levantamiento de Treblinka, un pasaporte con la jota de 'judío' y un uniforme de los utilizados por los prisioneros de Auschwitz colocado sobre un espejo, de modo que el visitante puede "verse" utilizando aquel traje.
La directora del museo pone énfasis en la importancia del museo como forma de transmitir a niños y jóvenes "la importancia del respeto al prójimo y de no discriminar por ninguna razón". Además, constituye una muestra de cómo "el ser humano es capaz de lo mejor y lo peor".
Una enseñanza que se vuelve fundamental en una época en la que "parece que la humanidad no ha aprendido nada y continúa la crueldad, la discriminación y el antisemitismo".
El recuerdo del Holocausto sirve también, remarcó Vinocur, "para el presente y el futuro". En ese sentido, instó a "cambiar cabezas hacia el respeto al otro, al diferente, no solo a los judíos sino a la gente que tiene otro color de piel, otra orientación sexual u otra ideología política".