Si algo mantuvo a la Unión Europea (UE) en boca del mundo entero en los últimos años fue la salida del Reino Unido de ese bloque. El proceso, cuya aprobación legislativa definitiva se prevé para este mes de enero, ha significado grandes retos para Gran Bretaña pero no menores a los que recayeron sobre la Unión.
Sin embargo, a su criterio, no es esta condición ni la pérdida de un centro financiero mundial como el de la City de Londres, lo que más dificultará a futuro a la UE. "Fue un proceso muy largo y afectó a ciertas instituciones europeas en lo que atañe al sentido de pertenencia o de no pertenencia de ciertos países", apuntó.
El divorcio, iniciado en 2016 con el triunfo de la propuesta en un referéndum, implicó una negociación en la que el Gobierno comunitario dificultó a Londres las condiciones de salida. Esto disuadió a países como Italia, cuyo Ejecutivo había esbozado sus diferencias con Bruselas, de iniciar un proceso similar. Sin embargo no todos los miembros han reaccionado de la misma manera.
"Lo que está sucediendo es que países como Polonia, Hungría o Austria, cuyos regímenes políticos están convirtiéndose en una versión más conservadora, podrían poner en tela de juicio, desde la derecha o la extrema derecha, los procesos que se están dando en la UE", agregó.
"Creo que las nacionalidades, o las fluctuaciones que tienen las minorías nacionales, son un tema bien fuerte. Sobre todo si se toma en cuenta que en esta década se va contemplar también una especie de inclusión de sociedades centroeuropeas. Estoy hablando de Bielorrusia, Ucrania y Moldavia, toda una serie de países donde el culto nacional es muy fuerte y que podrían entrar a la UE", culminó.