Bolivia amaneció sin Gobierno, sin Parlamento, sin autoridades regionales, sin autoridades del orden y con gente en las calles que ilusamente creen que les ha llegado "la libertad" y no se dan cuenta que son el instrumento y la masa necesaria para instalar un Gobierno de facto tan ansiado por fuerzas oscuras foráneas e internas.
Al día de hoy, se ha llegado a tal grado de enfrentamiento fratricida que costará años reparar esas heridas. Personas de todas las edades exhalando un odio inimaginable, sedienta de sangre al puro estilo del circo romano. Hemos visto enemistarse hermanos, amigos, colegas, vecinos, padres, madres e hijos.
El factor de la conspiración interna y externa contra el proceso de cambio, liderado por Evo Morales Ayma, siempre estuvo presente, nunca se fue, solo tomó otras formas. Habrá tiempo de analizar las razones de la actual situación, pero no se puede negar que hubo muchos errores y falta de autocrítica y que se perdió la noción de la realidad.
El factor Camacho y la lista de Pablo Escobar
Una casta política —tanto de izquierda como de derecha— desgastada, miope y prebendal que se había acomodado en sus asientos y que dejó de escuchar a la gente de a pie ha contribuido a esta tragedia.
Ahora ese vacío dejado por las fuerzas políticas tradicionales bolivianas está siendo llenado por un líder carismático de derecha, el presidente del Comité Pro Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, quien sin tapujos pide castigos y amenaza.
Hace pocos días en un cabildo en la ciudad de Santa Cruz instruyó que se elaboren listas de "los traidores", así como lo hacía el narcotraficante Pablo Escobar.
Camacho logró lo que la oposición tradicional boliviana no había logrado durante años: sacar a la gente a la calle, adorarlo y arrodillarse, orar levantando los brazos al cielo, para luego escucharle su arenga de promesas de amor y libertad.
Luego de la renuncia de Evo Morales Ayma, Camacho ahora exige su trofeo, la cabeza de Evo y de su gente más cercana, seguramente quiere llevarlos a los pies del monumento del Cristo El Redentor en Santa Cruz, lugar donde surgió su liderazgo.
Pero no se detiene en ese deseo. Ahora también quiere a todo el Parlamento en la cárcel, ministros, dirigentes políticos. Su voluntad se está imponiendo. Tiene prácticamente a la Policía bajo su mando ¿Cómo se llama eso? Camacho nos ha dado en pocas horas la respuesta a la pregunta que muchos se hacían o se negaban a aceptar: Es una ruptura del orden constitucional, es un golpe de Estado cívico-policial.
Evo Morales en sus palabras de renuncia hizo un pedido a la oposición, dijo "solo les pido una cosa, no destruyan Bolivia". Cuán ilusas me sonaron esas palabras al inicio. Pero ahora todo cobra sentido, en realidad fueron una advertencia de lo que se viene.
Colocarán a un Gobierno de transición fantoche, elegirán a un presidente o presidenta títere. No soy optimista, aunque lo ansíe. Intentarán convertir Bolivia en un Estado paria o fallido con el único fin de saquearlo.
Queda ahora empezar a reconstruir la patria en la clandestinidad, a ser solidarios, a no dejarse emborrachar por cantos de sirena. Vienen días difíciles y dolorosos para Bolivia, pero habrá un tiempo de recomposición y retorno, pues el pueblo boliviano merece tener días mejores y convivir en armonía y bienestar.