Los dos años y medio que restan para los nuevos comicios presidenciales puede parecer mucho tiempo, pero el "tempo" político francés, cuya sociedad vive en campaña permanente, nada tiene que ver con el cronológico.
El diario "Journal du Dimanche", del pasado 3 de noviembre, publicaba un sondeo de la empresa IFOP, según el cual el mandatario francés obtendría un 27% de apoyo en la primera vuelta y un 55% en la segunda y definitiva. Por su parte, la jefa de Reagrupación Nacional encabezaría la primera vuelta con un 28% y se quedaría en un 45% en la final.
Una diferencia de solo 10 puntos porcentuales que contrastan con los 37 obtenidos por Macron en 2017. Le Pen pasaría del 33% en 2017, al 45%. Esa diferencia podría saltar por los aires dependiendo de la actitud de la oposición, de los candidatos de izquierda y derecha eliminados en la primera vuelta. Es ahí donde los deseos de reelección de Macron corren peligro.
Ya en los comicios de 2017, solo un tercio de los votantes "insumisos" de Jean-Luc Melenchon escogió la papeleta de Macron en el duelo final contra Le Pen. Dos años y medio después, y tras las reformas acometidas por el líder de "La Republique en Marche (LReM) y las que llegan —recortes en pensiones y seguro de paro— líderes de "La France Insumise" se reafirman en la idea que no van a decantarse ni por Macron ni por Le Pen.
En otras palabras, la extrema izquierda no hará ningún esfuerzo en frenar la llegada de Marine Le Pen a la presidencia de Francia.
"Alianza rojinegra"
Los "macronistas" empiezan ya a denunciar una alianza "rojinegra". Lo cierto es que tanto en la izquierda como en la derecha están hartos de que el presidente quiera volver a convertir las presidenciales de 2022 en un duelo con Le Pen. Según sus críticos, es para Macron la única manera de asegurarse la victoria, gracias al ya citado "cordón sanitario".
Por su parte, "La France Insoumise", única fuerza de izquierda que pudo hacer frente a Macron, ha sufrido una serie de divisiones ideológicas que se acentúan ahora con su alineamiento con las tesis anti "islamófobas" que la penetración del islam político está inoculando en la izquierda francesa.
Los defensores del republicanismo y el laicismo tradicional de la izquierda no comprenden esta deriva, que muchos tachan de clientelismo político en busca de un voto pretendidamente homogéneo de los musulmanes franceses. "LFI" estaría ahora, según los mismos sondeos, en un 11% de apoyo popular, por debajo del 14,8% que obtuvo Melenchon en la primera vuelta de 2017.
Solo las protestas sociales podrían hacer cambiar sus planes y obligarle a variar su política a más de dos años de la elección presidencial. Pero a la división de los opositores hay que sumar la de los sindicatos. Los "chalecos amarillos", que han visto disminuir su apoyo popular, han decidido sumarse a las manifestaciones que van a recorrer las calles de Francia a partir del 5 de diciembre, con la idea de iniciar una "huelga indefinida". La "convergencia de luchas" favorecerá políticamente —salvo milagro— solo a Marine Le Pen.