Carlos Mesa y Fernando Camacho son las dos principales figuras de una oposición boliviana que cuestiona el triunfo del presidente, Evo Morales, en las elecciones del 20 de octubre. "Mesa es el líder institucional, Camacho el líder emergente", observa Torres, quien también es empresario.
Mesa viajó a Santa Cruz, el epicentro de las protestas contra Morales, para ponerse de acuerdo con Camacho, presidente del Comité Cívico de esa ciudad, el espacio organizativo que lidera las marchas contra el Gobierno en esa región. Sucedió el lunes 28 de octubre. "Le dijo que quería reconocer la auditoría, porque para Mesa su único espacio de viabilidad política estaba en que la auditoría diga segunda vuelta", analiza Torres.
Pero Camacho rechazó la propuesta. Mesa tuvo la opción de "desmarcarse y esperar que lo sigan y aceptar la auditoría", pero al calcular, "se dio cuenta de que iba a quedar tan aislado que decidió mantener la unidad" de la oposición. Al regresar a La Paz afirmó que rechazaba la revisión del proceso y resultado electoral.
Mesa y Camacho: entre el acuerdo y la confrontación al Gobierno
La correlación de fuerzas de Mesa no es buena: "todo es aéreo, coyuntural, no tiene militantes atrás", explica Torres.
Mesa proviene de la política anterior al proceso de cambio que le dio la victoria a Evo Morales en 2005. Fue el presidente de Bolivia entre el 2003 y el 2005 y está marcado, en parte, en las memorias populares por hechos de corrupción y la masacre de El Alto en 2003.
"Camacho llegó a liderar una nueva generación política que no tiene cuestionamiento por sus alianzas, había una necesidad de alguien nuevo, un sector decía no quiero ni este ni aquel", analizó el politólogo.
Camacho ocupó un espacio vacío que se debió a dos factores: en primer lugar, la dificultad de la oposición para generar nuevos liderazgos en el marco de un debilitamiento de sus partidos y sus propuestas.
En segundo lugar, según Torres, por la situación propia de Santa Cruz donde se construyó una "alianza entre las élites económicas cruceñas y el gobierno", alrededor de la expansión de la frontera agrícola, es decir del desmonte y quema de hectáreas de bosques para la siembra y ganadería.
"El incendio de la Chiquitanía —ocurrido semanas antes de las elecciones del 20 de octubre— ha desnudado cómo funciona esa estrategia económica, que en el terreno implica un nivel de desmonte muy duro", agregó.
Los incendios fueron utilizados por la oposición para culpar al Gobierno por el daño al medioambiente, pero también dejaron en claro que sectores de la economía de Santa Cruz eran parte de esa política económica.
Sin embargo, quienes pagaron el costo político en las filas opositoras no fueron los empresarios sino los líderes políticos de la derecha: el resultado, explica Torres, es que los dirigentes locales perdieron votos que logró capitalizar Mesa.
Camacho, a diferencia de Mesa, no tiene un pasado político expuesto. Eso, entre otras cosas, le ha dado respaldo de la juventud, algo que Torres señala como clave, ya que "el clivaje hoy día tiene que ver con un tema generacional".
El líder cruceño logra reunir un apoyo juvenil, mayoritariamente de clases medias y altas, que es uno de los sectores que se ha venido movilizando.
La emergencia de Camacho cuenta con un factor de poder y una limitante. El poder tiene que ver con su ubicación en el mapa de Bolivia: "Santa Cruz como región, por la población, por su protagonismo económico y demográfico, tiene un nuevo liderazgo en la determinación de la hegemonía política del país", explica Torres, pero no ha logrado construir un liderazgo nacional que lo lleve hasta La Paz, centro del poder político. Es aún un dirigente regional, lo que limita su fuerza y proyección.
Una estrategia de confrontación
Mesa y Camacho plantean de conjunto una estrategia de confrontación sin diálogo con el Gobierno: "el escenario es confrontacional, todo o nada, es absolutamente irresponsable, pero seguro, a eso van", analiza Torres. ¿Tienen correlación de fuerzas para lograrlo?
"Creo que no tenían correlación de fuerzas hace una semana, tenían un poquito más hace cuatro días, y en los últimos días se van fortaleciendo por errores del Gobierno", como haber esperado ocho días para plantear la auditoría de la OEA, y que la pidiera el Gobierno en lugar del Tribunal Supremo Electoral, opina Torres.
La oposición no cuenta, sin embargo, con un elemento central: el apoyo de la mayoría del empresariado, tanto de Santa Cruz como a nivel nacional. "El 90% del empresariado está con el Gobierno y quiere que le vaya bien", afirma Torres.
¿Pueden sostener el plan del golpe de Estado sin un apoyo fuerte y sostenido del empresariado? Es parte de las preguntas que aún no tienen respuesta. Por el momento la desestabilización continúa en una fase de ascenso, Camacho ha emergido como referente central, Santa Cruz es el punto de mayor fuerza de la derecha, y Mesa se ha unido a esa línea discursiva.