"Todo esto va a generar un empobrecimiento de los ecuatorianos que estamos en España, porque muchos de nosotros mandamos remesas de dinero para ayudar a nuestros seres queridos allí, y ahora nos va a tocar enviar mucho más", señala en conversación con Sputnik Vladímir Paspuel, presidente de la Asociación Rumiñahui, la mayor agrupación en defensa de los derechos de los migrantes ecuatorianos en España.
Paspuel califica el decreto 883 como "brutal, antipopular e incluso antidemocrático" porque "no solo supone una eliminación a los subsidios de la gasolina y el gasoil", sino que "vulnera directamente el derecho a la alimentación".
"Los productos del campo se transportan a la ciudad a través de vehículos que funcionan con gasoil, por lo que su encarecimiento significará el encarecimiento de todos los productos de primera necesidad. Es un paquetazo que influye enormemente sobre la economía de los sectores populares", reflexiona Paspuel.
De igual forma, esto repercute sobre el bienestar de la amplia comunidad ecuatoriana en España, donde, según datos del Instituto Nacional de Estadística, habitan más de 130.000 ecuatorianos, además de otro medio millón que cuenta con la doble nacionalidad.
"Muchos tenemos familiares allí que dependen económicamente de nosotros. Si antes les enviabas 200 euros al mes, ahora aumentará la carestía y tendrás que enviar 300 o 400", señala Paspuel.
Pese a las repercusiones que sufrirán los emigrados, la comunidad ecuatoriana se muestra mucho más preocupada por la situación de sus seres queridos que por su bolsillo.
Amparo es una inmigrante ecuatoriana que lleva más de 25 años en Madrid, donde regenta el restaurante El Rincón Ecuatoriano, un sencillo local con una carta especializada en comida de su país.
En conversación con Sputnik, Amparo explica que lleva días pegada a las redes sociales, desde donde sigue la actualidad de Ecuador "con una pena muy grande" y "con mucha frustración por estar tan lejos".
El pasado 3 de octubre, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno decretó el estado de excepción a causa de las protestas, en las que se produjeron diferentes episodios de enfrentamiento con las autoridades que ya dejaron al menos cinco muertos, según el último balance de la Defensoría del Pueblo.
Del mismo modo, desde instancias gubernamentales se informó de que al menos 133 policías fueron heridos en las protestas.
"Nos produce una pena muy grande que el país esté así, no nos gusta ver a policías y militares enfrentándose contra el pueblo. La única culpa que tiene el pueblo es haber confiado en gobernantes en los que que no debió confiar", lamenta Amparo.
Esta migrante ecuatoriana califica a Lenín Moreno como un "traidor" y dice que "no puede estar más en contra del paquetazo" por lo que apoya a "los hermanos indígenas que están saliendo a la calle para defender su pan y el de todos".
"Yo llegué a España hace 25 años por lo mismo; mis padres emigraron después de que el país se viera deteriorado por medidas desastrosas dictadas por el FMI. No quiero que la historia se repita para otros, aunque me temo que mucha gente se verá forzada a emigrar por el paquetazo", lamenta Amparo.
El presidente de Asociación Rumiñahui cree que Lenín Moreno es un presidente "inoperante" y el "gran culpable" de la situación de crisis, pero aboga por permitir que llegue al término de su mandato en pos de la estabilidad institucional del país.
"Queremos que se respete el orden constituido y la democracia; que este señor oiga al pueblo y derogue el 883, pero que termine su mandato", añade Paspuel, que se muestra muy crítico con Moreno, pero también con su predecesor, Rafael Correa, al que otorga parte de culpa de la crisis actual al considerar que su administración fue "incapaz" de frenar la "enorme corrupción" que se extiende por las instituciones del país.
"Las cosas están jodidas por allí", resume Óscar, un emigrante ecuatoriano que atiende un puesto de frutas en una plaza situada en el norte de Madrid.
No obstante, destaca que su esposa vive desde hace días "pegada al teléfono" y que "a cada rato" llama a su familia en la ciudad de Santo Domingo, a la que estos días tiene más presente que nunca pese a los 8.800 kilómetros de distancia que les separan.