Amenaza cuasibalística
El sistema de misiles táctico-operativo más moderno que está en servicio de las Fuerzas Armadas de Rusia es el Iskander. Se exhibió por primera vez en el Salón de Aeronáutica MAKS 1999. El objetivo principal de este misil es destruir los sistemas de defensa antimisiles y de defensa aérea del enemigo, así como otros objetos de importancia estratégica que se encuentran a una distancia de hasta 500 kilómetros.
Actualmente los misiles Iskander están desplegados en varias regiones del país euroasiático. En particular, en la región de Kaliningrado, el enclave ruso en Europa. Este mismo hecho les preocupa a los estrategas de la Alianza Atlántica. Desde su punto de vista estos proyectiles son aptos para aniquilar blancos en todo el territorio de Europa Occidental.

Además, pueden realizar maniobras aéreas en pleno vuelo, lo que reduce significativamente la posibilidad de ser interceptadas por los sistemas de defensa antiaérea y de defensa antimisiles del enemigo. Los Iskander-M gozan de una alta precisión: son capaces de dar en un blanco de un radio de entre cinco y siete metros.
Alta precisión
Los diseñadores la URSS y de Rusia dedicaron décadas de arduo trabajo para alcanzar una precisión como esta. Las primeras obras de creación del sistema R-2 se iniciaron en la primavera de 1948 por el famoso científico y diseñador soviético, Serguéi Koroliov, el padre de la cosmonáutica.
Asimismo, se logró disminuir la masa del misil al usar aleaciones ligeras de aluminio en el diseño del tanque de combustible. Como resultado, los creadores consiguieron crear un arma capaz de alcanzar blancos a una distancia de 600 kilómetros. En comparación, el R-1 tenía un alcance de tan solo 270 kilómetros.
R-2 estaba equipado con una ojiva explosiva que contenía una tonelada de TNT. Una vez se producía la explosión, la ojiva causaba fuertes daños a una superficie de hasta 1.000 metros cuadrados. La precisión la garantizaba el sistema de radiocorrección lateral. El combustible usado en el misil era etanol con oxidante, oxígeno líquido. Este no permitía mantener el misil relleno durante más de 15 minutos. El R-2 entró en servicio a finales de 1951, mientras la producción en masa comenzó en junio de 1953.
Un heredero decente
La próxima etapa en el desarrollo de los misiles táctico–operativos fue el R-17 que entró en servicio en marzo de 1962 como parte del sistema Elbrus. El misil tenía un diseño totalmente nuevo, así como un nuevo sistema de control y un nuevo método de abastecimiento.
Los sistemas Elbrus con ojivas no nucleares se exportaron a otros países y se usaron en la guerra de Yom Kipur —guerra árabe-israelí de 1973—, la guerra entre Irán e Irak —entre 1980 y 1988—, así como durante los combates en el golfo Pérsico en 1991. Últimamente los sistemas Elbrus se han utilizado en el conflicto entre Arabia Saudí y los hutíes del movimiento yemení Ansar Alá.
Camino hacia la perfección
Para finales de 1965 la Unión Soviética desarrolló un sistema táctico-operativo Temp-S dotado de un misil balístico de dos etapas, de combustible sólido y equipado con una ojiva nuclear que se separa de su portador. El misil tenía un alcance de 900 kilómetros y una potencia de 500 kilotones.
Al sistema Temp-S lo reemplazó el sistema Tochka que entró en servicio en 1975. Su modificación, Tochka-U, hasta el día de hoy forma parte de las fuerzas terrestres del Ejército ruso. El alcance es de 120 kilómetros, la ojiva puede ser tanto nuclear, con una potencia de entre 10 y 100 kilotones, como explosivo-rompedor, de racimo o incluso puede contener armas químicas.
Los Tochka-U se usaron activamente durante la operación antiterrorista en el Cáucaso Norte ruso —en las décadas 1990 y 2000—. Además, mostraron sus destrezas en el conflicto en Osetia del Sur en 2008 —conflicto entre Rusia y Georgia—.
Un gesto de buena voluntad
Estos sistemas fueron destruidos después de la firma del Tratado INF entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el acuerdo que eliminaba los misiles balísticos y de crucero, nucleares o convencionales, cuyo rango operativo de alcance estuviera entre 500 y 5.500 kilómetros —EEUU abandonó el tratado en 2019—. Los Oka se eliminaron, si bien, su alcance era menor de las distancias determinadas por el acuerdo.