El muy influyente senador republicano Rand Paul, muy cercano al presidente Trump, festejó la salida del pugnaz Bolton, quien parecía más un vampiro que un sensato asesor de Seguridad Nacional: "La amenaza de guerra en el mundo disminuyó enormemente con la salida de Bolton".
En particular, la fijación psiquiátrica de Bolton —quien fue el artífice de la fracasada guerra en Irak, lo cual fue criticado por el mismo Trump— se había vuelto Irán.
Ya en 2015 en un artículo para The New York Times, Bolton había reclamado "bombardear Irán". A mi juicio, en su juego de bluf como anterior casinero, Trump nombró a Bolton —uno de los supremos piromaníacos del Partido Republicano, muy cercano al nepotismo dinástico de los Bush—, para ejercer la "máxima presión" contra Irán y así obligarle a negociar un nuevo acuerdo que complazca a su aliado supremacista israelí, el primer ministro Benjamín Netanyahu, hoy en serios problemas electorales.
No lo expresó Trump en sus tuits muy críticos del desechable Bolton quien deseaba aplicar el 'modelo libio' por doquier. A confesión explicita de Trump, Bolton torpedeó las negociaciones con Corea del Norte, donde sugirió aplicar el modelo libio que significó la trampa para que Libia haya cesado la fabricación de sus "armas de destrucción masiva" a cambio del espejismo de su reingreso a la comunidad internacional, lo que, en realidad, desembocó en una hecatombe con la sodomización (literal) del muy ingenuo mandatario Muamar Gadafi y en la actual guerra civil que ha prohijado el pletórico flujo de migrantes al sur de Europa.
De no haber sido por la máxima resiliencia de Irán, que sufrió asfixiantes sanciones económicas, que incluían el "cambio de régimen" en el menú de Bolton, hoy Netanyahu estaría festejando la incorporación del asunto de los misiles persas en la nueva renegociación bajo los términos de capitulación ejercidos por Bolton.
A mi juicio, a casi un año de las cruciales elecciones en EEUU, mientras los iraníes resistían más a los fantasmas de guerra, la pretendida reelección de Trump entraba a la zona de incertidumbre y de alto riesgo.
Una guerra en cualquiera de los siete frentes que anhelaba Bolton podía haber empantanado a EEUU y, de paso, haber puesto en peligro la reelección de Trump.
El cronograma electoral hizo mas que desechable a Bolton cuando los votantes estadunidenses no desean más guerras ni más dispendios bélicos, como las aventuras fallidas en Afganistán e Irak, cuyo gasto militar mermó las finanzas de EU, de la propia confesión de Trump.
La expulsión de Bolton afecta también a Benjamín Netanyahu del 'equipo B' ante cualquier escenario del desenlace electoral en lsrael. L'Orient-Le Jour, rotativo francófono del Líbano, sentencia que con "la salida de Bolton, se aleja el espectro de una guerra de EEUU contra Irán".
A mi juicio, la defenestración de Bolton se encontraba escrita en la pared del encuentro de Macron y Putin en Brégancon, el cual, quiérase o no, desembocó en la reunión espectacular del canciller Javad Zarif con el presidente galo al margen de la Cumbre del G7 en Biarritz, sin importunar en forma conspicua al presidente Trump, quien dejó hacer.
Zarif había detectado al grupo que deseaba la guerra en Washington y que señaló como el "equipo B" en clara alusión a Bolton y al premier israelí Benjamín Netanyahu.
En Irán no ocultan la satisfacción por el éxito de su estrategia de máxima resiliencia: el rotativo reformista Shargh se pregunta si "Bolton no fue víctima de Irán".
Ante los reporteros, un día después de la defenestración de Bolton, Trump dio a entender la existencia de una détente con Irán y no rechazó la suavización de las sanciones.
Trump conoce bien su cronograma electoral y había empezado a manifestar su inclinación por una solución negociada con Irán, ya que la máxima tensión en el golfo Pérsico estaba elevando el precio del petróleo, lo que no le conviene antes de las elecciones.
Quizá la intermediación de Japón con Irán, que en apariencia no fue exitosa, se puede inferir en retrospectiva que le sirvió al presidente de EEUU para palpar el pulso de la resiliencia de la teocracia chiita persa.
Desde la intermediación del premier nipón hasta la vigorosa postura del presidente galo Macron, la exagerada dureza boltoniana de EEUU se fue diluyendo. Quizá también pesó la cumbre del 25 de junio de los tres asesores de Seguridad Nacional: el ruso Nikolái Pátrushev, el estadunidense John Bolton y el israelí Meir Ben-Shabbat bajo los asombrosos auspicios del primer ministro Netanyahu, donde Rusia no arrojó a Irán debajo del autobús, como deseaban Bolton y Netanyahu.
Será interesante conocer el perfil del próximo asesor de Seguridad Nacional de Trump, quien barajea cinco nombres. No faltan quienes candidateen al mismo Secretario de Estado, Mike Pompeo, para detentar también el puesto que le daría una cercanía cotidiana con el presidente, al estilo de Henry Kissinger, cuyas políticas pesan mucho en la psique de Trump.