Hija de un matrimonio judío de la alta burguesía con un padre banquero y una madre pianista, la pequeña Kiesler, además de por su belleza, sorprendía a todos con una inteligencia precoz de niña superdotada.
Tenía tan solo 16 años cuando empezó a estudiar ingeniería, pero su pasión por el escenario fue más fuerte y antes de cumplir los 20 se mudó a Berlín y se inscribió en una escuela de actuación.
Fue en la academia del director Max Reinhardt, reconocido por ser un innovador de la puesta en escena donde esta joven austriaca dio sus primeros pasos en la actuación que la llevaron a convertirse en un ícono del cine.
Su momento cumbre fue la película checa Éxtasis (1933), del director Gustav Machaty, donde Lamarr aparece totalmente desnuda corriendo alrededor de un lago y hasta llega a fingir un orgasmo, siendo la primera mujer de la historia del cine comercial en romper con los tabúes de la época.
Lamarr ya había conocido para entonces a quien se convirtió en su marido, Friedrich Mandl, un poderoso fabricante de armamento y simpatizante de los nazis que arregló con sus padres un matrimonio en contra de la voluntad de la joven.
Durante el infierno que fue su matrimonio Lamarr aprovechó para continuar sus estudios de ingeniería. Pero no pudo aguantar por mucho tiempo este proyecto de vida que habían planificado para ella, porque todavía tenía mucho que aportar.
En un viaje a París Lamarr logró escapar de su marido y luego se refugió en Londres. Vendió sus joyas y huyó a EEUU en un barco donde consiguió varios contratos como actriz y cambió su nombre a Hedy Lamarr.
La actriz, que tenía mucha información sobre los nazis gracias a su marido, ofreció al Gobierno de los EEUU toda la información confidencial de la que disponía.
Así fue como entró a trabajar en el área de las tecnologías militares donde elaboró un sistema de comunicaciones secreto. Para el inicio de la Segunda Guerra Mundial, Lamarr y su amigo, el compositor George Antheil habían creado un sistema de detección de torpedos teledirigidos inspirado en un principio musical.
Funcionaba con 88 frecuencias, equivalentes a las teclas del piano, y era capaz de hacer saltar señales de transmisión entre las frecuencias del espectro magnético. Lastimosamente, fue patentado con su nombre original y el apellido de su segundo esposo, por lo que esta extraordinaria científica no pudo disfrutar del éxito de su trabajo como merecía.
EEUU lo utilizó por primera vez durante la Crisis de los Misiles en Cuba y como muchos proyectos militares, el sistema secreto de Lamarr y Antheil pasó a tener utilidad civil en las telecomunicaciones, siendo precursor de las comunicaciones inalámbricas, el bluetooth, la comunicación de datos WIFI y hasta el GPS, todo gracias a la osadía y el ingenio de Lamarr.