La investigación de la agencia de noticias Sputnik, cuyos periodistas lograron encontrar a las víctimas de torturas, violaciones y vejaciones, reveló que algunos de sus verdugos incluso llegaron a presentar sus candidaturas en las recientes elecciones parlamentarias de Ucrania.
Entre esos activistas figura, por ejemplo, el exdiputado de la Rada Suprema Andréi Teteriuk, que perdió su mandato en los comicios del 21 de julio, y Vsévolod Stebliuk, quien tampoco logró ganar el título de parlamentario.

Konstantín Afónchenko reveló a Sputnik que fue conducido a la cárcel del aeropuerto de Kramatorsk por tener en su lista de contactos telefónicos el nombre de un periodista ruso, y reconoció en varias fotos a sus exverdugos, Teteriuk y Stebliuk.
Stebliuk, profesor y médico reconocido de Ucrania, que ganó en 2018 un premio estatal del país por sus logros científicos y técnicos, fue catalogado por Afónchenko de "maniático salido de una película de terror", pues el galeno se encargaba personalmente de proporcionar a los reclusos inyecciones que les hicieran "decir la verdad".
"Parecía más bien un enfermero de mala calaña, nunca hubiera dicho que tiene algo que ver con la medicina (...), portaba una jeringuilla dudosa, desechable, pero que evidentemente ya había sido usada", reveló el habitante de Enákievo.
La segunda tortura inventada por los imaginativos miembros de la Guardia Nacional consistió en obligarlo a violar ante sus ojos a otra presa, Ala Beloúsova, a la que se refirieron como "ministra de la República Popular de Donetsk".
Cuando lo sacaron de su celda subterránea, Afónchenko no dio crédito a lo que veía: la mujer estaba sentada en el suelo, drogada, y a su alrededor yacían dispersos diferentes medicamentos.
"Tuve que recurrir a todo mi talento artístico y mi fantasía para demostrarles que se trataba de algo imposible", relata el damnificado, agregando que les dijo a sus torturadores solo una palabra: "prostatitis".
Afónchenko denunció además que los prisioneros eran utilizados como dianas humanas para que los militares practicaran el tiro al blanco, o enviados a los campos minados.

Por su parte, Beloúsova, también oriunda de Enákievo, quien se salvó de ser violada por su coterráneo, sufrió todos los padecimientos del infierno de Kramatorsk en compañía de su marido, Vladímir Beloúsov, quien en la época soviética trabajó como piloto militar.
Beloúsova contaba, cuando fue arrestada, con un carné firmado por el entonces jefe de las milicias de Donetsk, Ígor Strelkov (Guirkin), y entre los milicianos se hizo famosa por su coraje y ganó el apodo de 'mariscala'.
La mujer se salvó de las carreras por los campos minados precisamente gracias a esa credencial firmada por Strelkov, pues los militares ucranianos decidieron dejarla viva y canjearla más adelante por algún oficial.
Sputnik logró además encontrar a una persona que trabajaba en la Policía ucraniana de la región de Donetsk, mantenía contactos con los expertos del SBU y conocía el mecanismo utilizado por el Ministerio del Interior ucraniano para detectar a los participantes del referendo de 2014 y arrestarlos.
Vladímir Vasilenko reveló a la agencia que en 2014 muchos policías se alistaron en las milicias, y las autoridades ucranianas se vieron obligados a enviar a la zona a nuevos oficiales de regiones más leales al Gobierno, para formar un grupo operativo.
"En los primeros días de septiembre de 2014, el coronel Ígor Mikitiuk, proveniente de la dirección del SBU de la región de Volinia, encabezó el la oficina del SBU en el distrito de Volnovaja", precisó.
A partir de ese momento, según Vasilenko, comenzaron a registrarse denuncias de personas desaparecidas que habitaban en los distritos de Volnovaja, Márinka, Velíkaya Novosiolka y Volodárskoe.
Entre los más afectados se encontraban los taxistas y chóferes que se dedicaban a llevar mercancía a la ciudad de Donetsk, y supuestamente podían recolectar información en el territorio controlado por la RPD, así como los agricultores que enviaban sus productos a las zonas controladas por Kiev.
Tanto los conductores como los granjeros eran arrestados y torturados, y el dinero de los últimos era además expropiado por "haber financiado a los terroristas".
"Siguiendo las orientaciones del SBU, los conductores eran entregados primeramente a manos de los batallones voluntarios, y luego al grupo operativo del SBU", destacó Vasilenko, agregando que las torturas de los miembros de los batallones debían "soltarle la lengua" a los arrestados.
Algunos habitantes de la región ni siquiera llegaron a ser arrestados, pues las fuerzas de seguridad practicaban además los secuestros.
Serguéi Bábich fue una de las personas raptadas directamente de un punto de control fronterizo, y luego pasó seis días tétricos en otra cárcel secreta, esta vez de la ciudad de Pokrovsk (antigua Krasnoarméisk).
Curiosamente, el obrero trabajó antaño en una mina de la ciudad, y siempre pasaba en autobús frente al edificio, pero nunca sospechó que allí podía estar ubicado una prisión clandestina.
"Hay muchos sótanos, nadie oye nada", advirtió, agregando que durante seis días fue golpeado con un martillo de madera por profesionales que ocultaban sus rostros.
Durante esas largas jornadas no fue emitida ninguna orden de arresto, pero más tarde sus torturadores se preocuparon porque muriera sin haber sido detenido de manera oficial.
Como el reo no reconocía los cargos de terrorismo que le presentaron, durante su estancia en la prisión provisional fue enviado varias veces a otra cárcel secreta, la del aeropuerto de Mariúpol, donde fue sometido nuevamente a torturas.
Entre los métodos utilizados allí figuraba la práctica de dejar caer agua sobre el rostro de una persona a través de un trapo, también usada en la cárcel de Guantánamo.
"Lunes y martes de torturas, y luego tres días para que todo se calme, se me pase, me mantenían en una celda con régimen estricto de la cárcel de Mariúpol, exigían que aceptara, que no me resistiera durante el proceso judicial, que no me hiciera el inteligente, que no exigiera ver los materiales del caso", resaltó Babich.
Finalmente el minero fue condenado por haber creado un grupo u organización terrorista y por uso ilegal de armas, explosivos o municiones.

En diciembre de 2017, Bábich fue canjeado y trasladado a Donetsk, pero su caso se mantiene abierto, y el tribunal lo declaró en búsqueda.
La Defensora del Pueblo de la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD), Daria Morózova, comunicó a Sputnik que está al tanto de la existencia de las prisiones clandestinas desde 2014.
"Hace tiempo que conocemos el problema", dijo Morózova, al apuntar que esas cárceles podrían estar ubicadas en las ciudades de Járkov, Starobelsk y Bajmut.
Los datos de la defensora del Pueblo de la RPD confirman que esas prisiones se encuentran bajo el control del SBU.
"Buscamos a 249 personas, tenemos confirmado que fueron detenidas en territorio de Ucrania", afirmó Morózova.
Ucrania, por su parte, insiste en que detuvo solo a 101 personas.
Mientras, la jefa de la Misión de Observación de los Derechos Humanos de la ONU en Ucrania, Fiona Frazer, dijo a esta agencia que tiene una lista de 184 personas que "fueron detenidas de manera ilegal en una instalación del SBU en Járkov entre 2014 y 2016".
"La práctica de la detención arbitraria o detención incomunicada en el territorio controlado por el Gobierno era algo normal en los años 2014, 2015 y 2016, mientras que en 2017 y 2018 detectamos solo varios casos", dijo.
"Uno de ellos se encontraba en Járkov, también detectamos ciertos lugares en Mariúpol y otras ciudades, pero el lugar principal fue el edificio del SBU en Járkov, varias personas nos contaron que las habían retenido allí más de un año. Ahora se llevan a cabo un par de procesos judiciales", comentó la portavoz de la ONG en Ucrania, María Gúrieva.
Gúrieva aseguró que la organización estudiará los nuevos datos obtenidos en la investigación de Sputnik.