En marzo pasado, el exagente del SBU Vasili Prózorov presentó en una rueda de prensa en Moscú fotografías de esta cárcel clandestina en la que más de 300 personas fueron torturadas en 2014.
La Misión de Observación de Derechos Humanos de la ONU en Ucrania (HRMMU, por sus siglas en inglés) confirmó a Sputnik la existencia de ese centro clandestino de detención.
La ucraniana Olga Seletskaya que estuvo presa en esa prisión secreta por participar en una manifestación, identificó a uno de sus carceleros en las fotos que mostró Prózorov.
"Ví su camiseta (...) Tras relajarse, el hombre se quitó el pasamontañas y vi que era pelirrojo. Fue uno de los que me detuvieron", dijo Seletskaya a Sputnik.
La mujer reconoció también a Prózorov, confirmó que él estuvo presente en los interrogatorios.
Seletskaya reconoció además a tres de los prisioneros que aparecen en las fotos mostradas por el exagente del SBU.
Horrores de la cárcel secreta
Torturas con descargas eléctricas y motosierras, una noche en una fosa llena de cadáveres de detenidos que no soportaron las torturas son solo algunos de los horrores a los que eran sometidos los presos de una cárcel secreta del grupo paramilitar ultraderechista Azov en el aeropuerto de Mariúpol, en el sureste de Ucrania, según lo reveló una investigación periodística de Sputnik.
A esta prisión que operaban los ultraderechistas con el tácito patrocinio del SBU, eran enviados los milicianos capturados y los civiles sospechosos de simpatizar con los "separatistas".
Sputnik logró contactar con algunos de los supervivientes de este centro de detención clandestino.
"Cuando vi por la televisión las fotos (...) se me pusieron los pelos de punta. Esas puertas de plástico (...) esa era la cámara en la que estuve", recuerda Tatiana Ganzha, una residente de Mariúpol.
Agrega que reconoció el pasillo claro con las puertas de plástico.
"Entendí que era la cámara frigorífica (...) un lugar horrible", prosigue.
Ganzha permaneció recluida 10 días en esa cárcel secreta del aeropuerto del 30 de octubre al 8 de noviembre.
"Me rompieron la nariz y mi oído izquierdo no escucha (...) Un agente joven del SBU (...) me dijo que dos días antes de que yo llegara a este lugar mataron a golpes a una niña que también se llamaba Tatiana", recuerda Ganzha el infierno que le tocó vivir.
Los torturadores amenazaban constantemente a Ganzha con enviarla a la fosa en la que tiraban los cuerpos de los muertos.
"Deduje de esas conversaciones que allí hay una fosa cubierta con cal", dice Tatiana.
La víctima supone que hay cientos de muertos en ese lugar y es que mucha gente desapareció sin dejar ningún rastro.
Ganzha fue trasladada al edificio del SBU el 8 de noviembre de 2014 para los interrogatorios, casi 50 días después recuperó la libertad en un canje de prisioneros entre el Ejército de Ucrania y las milicias de Donetsk.
Actualmente vive en Donetsk en un albergue para refugiados.
Cuenta que los paramilitares de Azov robaron su casa en Mariúpol, se llevaron hasta las puertas y las ventanas como trofeo de guerra.
El 'carnicero' y el 'doctor'
Olga Seletskaya fue detenida el 29 de agosto de 2014 en el centro de Mariúpol por los paramilitares, permaneció un día en la cárcel secreta y al día siguiente la trasladaron al edificio del SBU.
"En el aeropuerto podían torturar a tu cónyuge y a tus hijos en tu presencia", relata Seletskaya.
Precisa que uno de los métodos más usados era el ahogamiento simulado, que consiste en inmovilizar a la persona bocarriba, taparle la cara con un trapo y verterle agua lentamente en la boca y la nariz, el objetivo era sacar información sobre las armas y sobre dónde escondían dinero.
Olga recuerda a dos de los torturadores que eran conocidos como el 'carnicero' y el 'doctor'.
"Eran torturas sofisticadas. Nos llamaban 'libros' y la prisión era llamada 'biblioteca'. Conversé con otros afectados que me contaron sobre las horrendas torturas que se realizaban en ese lugar (...) Vi a muchas personas en los sótanos del SBU que habían pasado por el aeropuerto de Mariúpol, muchos estaban fuertemente golpeados (...) Escuché que otros desaparecían tras los interrogatorios", narra.
Seletskaya dice que vio la rueda de prensa de Prózorov y que recuerda haber visto antes al exagente.
Elena Bloja, una conocida periodista de Donetsk, también reconoció a Prózorov.
La comunicadora fue detenida en agosto de 2014 a las afueras de Mariúpol, cuando viajaban con su hijo a Crimea.
"Me quedé con la boca abierta al ver a Prózorov en la rueda de prensa, él participó en mi detención. Lo recuerdo muy bien", confiesa Bloja a Sputnik.
La periodista narra estos sucesos, así como sus impresiones sobre el aeropuerto, en su libro digital '90 días en cautiverio'.
Bloja fue llevada a las cámaras frigoríficas.
"En el recinto de 3x1,5 metros, con mayólicas blancas, había solo una silla en la que estaba sentada una joven pálida", relata la periodista.
La joven, llamada Yulia, le contó que dos veces simularon fusilarla para que confesara que era una saboteadora de las milicias.
"Me amenazaron con enterrarme en la fosa y que nadie me iba a encontrar si no aceptaba colaborar con ellos", dice Yulia en el libro.
El hijo de Bloja fue llevado a un recinto en el que había otros ocho hombres, algunos de ellos habían sido golpeados cruelmente, uno tenía las costillas rotas, los huesos fracturados se le salían de la piel. A otro le fracturaron ambas piernas.
La Misión de Observación de los Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ucrania (HRMMU, por sus siglas en inglés) documentó en cinco años cientos de casos de detenciones arbitrarias y torturas por parte del Gobierno ucraniano y de las milicias de Donbás.
Fiona Frazer, responsable de esta misión de la ONU, precisó que se han documentado 16 detenciones o interrogatorios arbitrarios en el aeropuerto de Mariúpol, que datan de los años 2014, 2015 y la mitad de 2016.
Sputnik ha conseguido evidencias que apuntan a que la cárcel secreta de Mariúpol funcionó hasta finales de 2018.
Los acuerdos de Minsk, suscritos en septiembre de 2014 y en febrero de 2015, sentaron las bases para una solución política del conflicto interno ucraniano pero no han derivado hasta ahora en el cese de la violencia.
Las hostilidades han dejado unos 13.000 muertos y más de 1,3 millones de desplazados, según estimaciones de la ONU.