Manservisi se agarró fuerte de los datos para enfatizar la cruda realidad en su discurso. A cada cifra que daba, le seguía una mucho más lapidaria. En el mundo cada 5 segundos muere un niño, y cada minuto son casadas 23 niñas, mientras más de 260 millones no van al colegio.
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Tras la ristra de datos, Manservisi se animó con una frase para enmarcar a la desigualdad: es un "cáncer que fragmenta y destruye la sociedad y el desarrollo sostenible". Entonces apareció él, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea con poco hilo en el carrete de su cargo, y descargó unas frases que sonaron mucho a políticamente correcto, pero poco o nada a bajar a tierra esa combinación y retahíla tan bonita –vocablo que incluyó– de palabras que incitan a remover conciencias y corazones.
"Europa no debe y no puede dar la espalda al mundo que sufre. 'Solidaridad' e 'igualdad' no son sólo palabras bonitas que incluyen nuestros principios fundacionales, tienen que ser una realidad. Cada persona de este planeta tiene la misma dignidad. La dignidad es lo que nos iguala".
Entonces, Juncker pasó al ataque. "La inversión es el mejor aliado para acabar con la desigualdad desde la raíz; y vamos a invertir más para asegurar el acceso a la educación y a la salud, para que la protección social sea una realidad. Para ello necesitamos asociarnos entre iguales, eso traerá paridad y dignidad. El compromiso europeo no debe ser la caridad. La era de la caridad ha acabado".
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Respecto a la utilidad real que pueda tener este tipo de instancias, el presidente de la Consultora Ekai Center, Adrián Zelaia, muestra su agrado. "En principio yo creo que hay que valorar muy positivamente que se piense sobre los grandes problemas y sobre los retos de largo y muy largo plazo, porque precisamente es uno de los aspectos que más estamos echando en falta en general".
No obstante, Zelaia matiza que en concreto estas reflexiones sobre la situación de desigualdad en el mundo no dejan de tener un cierto mensaje extraño desde la perspectiva de Europa.
"Este tipo de mensajes en este momento resultan cada vez más chocantes. Es decir, intentar que una sociedad como la europea, que en sí misma está en una situación de estancamiento económico, cada vez más desigual y con tonos de pobreza crecientes, adopte una posición creativa y realmente activa por sensibilidad hacia lo que está sucediendo en el conjunto del mundo en otros entornos, pues la verdad es que es complicado y la credibilidad de ese tipo de posicionamientos es cada vez menor", sentencia Adrián Zelaia.