A ello se le suma la poderosa influencia que ejercen las dimensiones y las características de la geografía, así como la riqueza económica que posee cada país. Cuando reunimos todos estos ingredientes podemos comenzar a comprender las peculiaridades de sus sistemas políticos y sobre todo, entender que los procesos por los que ha transitado o transita alguno de ellos, son difícilmente replicables en otro.
Los científicos sociales y los políticos se ven obligados a hacer análisis prospectivos que permitan a los primeros, vislumbrar el futuro para hacer propuestas, y tomar decisiones acertadas en el caso de los segundos, pero nadie puede pronosticar con certeza lo que ha de ocurrir, ni siquiera en el corto plazo, mucho menos después de transcurrir largos períodos de la historia. Por supuesto, es mucho más fácil estudiar los fenómenos ocurridos para sacar conclusiones y proyectarlas a fin de que sirvan para el mejor trazado del futuro.
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En estas circunstancias, y pasados casi cincuenta años podría elucubrarse que el gobierno del presidente Salvador Allende no tenía ninguna posibilidad de éxito en los términos que él lo había planteado y en la perspectiva de cumplir el programa que había prometido al pueblo y por el que entregó su vida. Es una elemental conclusión que podría sacarse a la luz del posterior proceder de muchos de sus colaboradores que se transformaron en tránsfugas, traidores al ideal del presidente, aliados y amigos de los que sostuvieron la dictadura que lo derrocó y que sumió por 17 años a Chile de oscurantismo, represión y muerte.
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Tal vez, la percepción de Allende al haber conocido más profundamente a sus colaboradores lo llevó a la decisión de dar su vida para sembrar un ejemplo de dignidad imperecedero en la historia. Es posible que se haya dado cuenta antes que nadie acerca de la putrefacción que lo rodeaba. En esas condiciones, existe la probabilidad de que en lo más recóndito de su conciencia, le taladrara la idea de que no podía avanzar mucho más allá de donde había llegado y es muy factible que se sintiera solitario en su afán de no traicionar la confianza que el pueblo había depositado en él.

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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) October 13, 2018
En otro ámbito del mismo tema, estamos a pocos años de cumplir 50 años desde que se inició el largo periplo a través del cual, la democracia cristiana transitó una ruta que la llevó de ser aliada de la ultra derecha para derrocar a Allende hasta ahora, año 2019, cuando repite tal acción para volver a ser aliado de la ultra derecha con el fin de sostener al gobierno de Sebastián Piñera, hijo de la dictadura.
La historia recoge el indudable origen fascista del Partido Demócrata Cristiano de Chile (PDC) que se remonta a la Falange Nacional fundada en 1935 caracterizada por una ideología nacionalista, fascista y corporativista, cercana a los postulados que enarbolaba Benito Mussolini.
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Otra característica resaltante del Chile del último medio siglo es la capacidad de las clases dominantes para generar fuerzas que asumiéndose de izquierda, en el ámbito de situaciones marcadas por la ofensiva del movimiento popular en la lucha por la conquista de sus derechos, se transforman en el ariete principal en contra de la propia izquierda.
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Otro tanto, aconteció con la creación del Partido por la Democracia (PPD) en 1998, en medio de las indetenibles manifestaciones populares, que se expresaban de múltiples formas contra la dictadura. No surgió antes, no, sino en la recta final y en el momento en que se avizoraba el fin de la satrapía pinochetista. Nótese la casualidad, el MAPU surgió un año antes del triunfo de la Unidad Popular y el PPD, un año antes del colapso de la dictadura. Vale decir que entre sus fundadores estaban insignes miembros del otrora MAPU, que nuevamente cambiaron de sigla cuando vieron que la victoria del pueblo estaba cerca. De la afiebrada retórica anti dictadura, pasaron a ser principales sostenedores del modelo creado por ella, de su estirpe neoliberal y su subordinación a Estados Unidos. Si Allende reviviera para verlo, creo que preferiría volver a morir ante tamaña perfidia y apostasía. Es de tal podredumbre este fétido partiducho que Heraldo Muñoz, un chileno domesticado en Estados Unidos por el Partido Demócrata y la corriente ultra reaccionaria de Hillary Clinton, es el actual secretario general de ese engendro.
Aunque es muy pronto para emitir juicios definitivos, pareciera que en la actualidad el partido político de Giorgio Jackson, Revolución Democrática, sería un nuevo MAPU o un nuevo PPD. Si resultara ser cierto, ello cerraría este ciclo de 50 años de la historia chilena, en la que partidos "oportunamente" surgidos en la coyuntura, se asumen como "distintos" para terminar siendo freno del movimiento popular e instrumento de la ambición de sus líderes.
No cabe duda que el modelo de Pinochet ha sido el más "exitoso" de todos los que en América Latina irrumpieron en la década de los 70 bajo los influjos de la doctrina de seguridad nacional y el Plan Cóndor. La dictadura logró que su sistema perviviera en el tiempo, sostenido incluso por los partidos políticos que la enfrentaron, y que se han coludido para mantener el patrón neoliberal independientemente de quien gobierne haciendo muy tenue las diferencias entre los conglomerados de derecha que han gobernado los últimos 39 años.
Un Síndrome de Estocolmo generalizado en la clase política que antaño sostuvo posiciones de defensa de los intereses populares parece cubrir como un paraguas a parte importante de ese sector, los ejemplos de Isabel Allende, Michelle Bachelet, Carolina Tohá, Juan Pablo Letelier, Marco Enríquez Ominami, Eduardo Frei Ruiz-Tagle entre otros, son solo algunos de los que expresan con su actuación —como símbolo de los tiempos— la adoración a los verdugos de sus padres.
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Hacía tiempo que quería escribir sobre esto, pero ahora es un imperativo, se van a eliminar los estudios de historia y los jóvenes no sabrán que esto sucedió. De eso se trata, de que no conozcan de donde vienen para que no puedan pensar a donde quieren ir. Ni siquiera a Pinochet se le ocurrió tamaño despropósito.
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