La discalculia se origina por un problema neurobiológico que dificulta el uso del sistema simbólico, y por ende, implica una dificultad para aprender los principios del cálculo. No tiene que ver con un déficit atencional, una mala instrucción o un problema intelectual.
La incidencia de la discalculia, se estima entre un 4% y 8% en la población mundial; un poco menor a los porcentajes de dislexia, que rondan entre el 5% y 10%.
Las consecuencias de la discalculia pueden ser tan graves como otras derivadas de los problemas de aprendizaje. En los primeros años del infante, se traducen en que los niños entienden pequeñas cantidades numéricas pero no mucho más allá del tres o el cuatro. Tienen problemas para aprender a contar y se saltan números, mucho después de que los niños de su edad han logrado recordar los números en el orden correcto.
Cuando crecen, siguen utilizando los dedos para contar, olvidan con facilidad conceptos y procedimientos matemáticos, tienen dificultad para entender el valor de los dígitos según el lugar donde se colocan, a pesar de poder haberlos dominado el día anterior.
También tienen muchas dificultades para aprender las tablas de multiplicar, no se alertan cuando dan un resultado claramente erróneo, y en su vida diaria se equivocan con el dinero y las horas con facilidad.
También: La increíble fórmula creada por niños uruguayos que puede ayudar al mundo a tratar aguas residuales
No existen medicamentos para la discalculia, ni tampoco diferentes programas específicos como sí los hay con la dislexia, aunque existe la enseñanza multisensorial de las matemáticas; un enfoque que utiliza todos los sentidos del niño para ayudarlo a desarrollar destrezas y entender conceptos.
¿Alguno de estos síntomas te resultan conocidos? Recuerda que para determinar si un niño tiene discalculia, es necesario que profesionales lo evalúen.