Los hechos ocurrieron durante lo que parecía ser un vuelo rutinario sobre el estado de Georgia del bombardero B-47, armado con el artefacto Mark 15, de 3.400 kilogramos.
El bombardero no recibió severos daños, pero sí perdió el control y se desplomó hasta una altitud de 5.500 metros antes de que el piloto lograra restablecer el control.
Temiendo que la bomba estallase durante el aterrizaje de emergencia, la tripulación solicitó permiso para lanzarla al mar en la costa de Tybee Island. Al recibir una respuesta afirmativa, la arrojaron desde una altitud de unos 2.200 metros.
Los pilotos del bombardero no vieron ninguna explosión cuando la bomba cayó al agua. No obstante, los problemas no acabaron allí: a pesar de una búsqueda que duró casi dos meses, el artefacto no fue recuperado.
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Así, el 16 de abril de 1958, las autoridades concluyeron que el proyectil quedó enterrado en el fondo a una profundidad de entre dos y cinco metros. En la actualidad se desconoce el paradero final de la bomba y su estado.
No llevaba núcleo de plutonio, que es necesario para la detonación nuclear. No obstante, algunos expertos señalan que la bomba era completamente funcional y sí portaba dicho núcleo.
Lo mismo dijo el subsecretario de Defensa de EEUU, William Howard, en su comparecencia ante el Congreso en 1966: "Es un arma completa, una bomba con cápsula nuclear".
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Teniendo en mente la situación que se vivía en el mundo durante la época de la Guerra Fría, no se puede descartar por completo la posibilidad de que el artefacto fuera funcional.
Habida cuenta del tiempo que transcurrió desde el accidente y el nivel de confidencialidad que se mantuvo en relación al asunto, no fue posible determinar el impacto medioambiental que pudo tener la bomba.
En caso de haber explotado, habría habido una bola de fuego con un diámetro de cuatro kilómetros y la radiación termal habría causado quemaduras de tercer grado a todos los que hubieran estado a una distancia de menos de 20 kilómetros.
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