Chalecos amarillos: ¿con 'mando a distancia'?
Hay dos tópicos en los medios de comunicación de Occidente que no dejan de sorprender: primero, su inagotable 'creatividad', que los lleva a lo segundo: la 'omnipotencia' rusa, en sus publicaciones novelescas.
Lo cierto es que las manifestaciones en el país galo, con principal reclamo en París, y también con otros focos, han estallado en los peores disturbios que Francia haya presenciado en décadas, y una crisis política para el presidente francés Emmanuel Macron.
Mientras tanto, los medios internacionales parecen estar divididos en cómo hay que cubrir la crisis francesa. Una parte importante intenta trazar un parangón entre las protestas actuales y las del año 1968 que desembocaron en importantes cambios en la vida del país. La otra parte no deja de ser fiel a las teorías de conspiración buscando una mano oculta detrás de los últimos acontecimientos en Francia.
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Un buen ejemplo del primer enfoque, el analítico, es un reportaje que ofrece a su público la edición en español de la CNN. Sus autores sostienen que las protestas actuales tienen mucho en común con las del año 1968 y son una muestra de que la ira pública de los franceses ha alcanzado su punto máximo.
Mientras, un ejemplo paradigmático del segundo enfoque, es un artículo publicado en el diario español ABC: "Francia investiga si Rusia agita la crisis de los chalecos amarillos. Los expertos creen que los medios de propaganda del Kremlin emplean las mismas tácticas que en Cataluña", tituló el rotativo.
Este artículo rompe los ojos de inmediato. Lo que asombra a primera vista es que haya sido escrito por el corresponsal de ABC de Washington. Y tal vez en su nombre, está la respuesta: David Alandete. Es el mismo David Alandete que 'descubrió' y 'desarticuló' el 'complot' del Kremlin para instigar al separatismo en Cataluña.
Y el mismo que citó artículos en la prensa rusa, escritos en ruso, como ejemplos de la propaganda del Kremlin ideada para lavar el cerebro a los catalanes, que casi seguramente en más del 99% de ellos no hablan ruso. Este mismo Alandete, que fue director adjunto del diario El País y que desde septiembre de 2018, por 'causas desconocidas', es corresponsal de ABC en Washington.
Lo que impresiona, y mucho, son los argumentos a favor de su versión: "Tanto RT como Sputnik, medios financiados por el Kremlin que operan en varios idiomas, incluidos el francés y el español, han publicado en días recientes miles de informaciones y vídeos sobre las protestas. La polémica, sin embargo, no la provoca el volumen, sino la autenticidad y la certeza del contenido más compartido en redes sociales".
Pero no todos los medios europeos compran con ganas la versión de una intromisión rusa. La agencia EFE publicó un artículo bajo el título: "Rusia se desmarca de las protestas de 'chalecos amarillos' en Francia".
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Hay que destacar que el Gobierno francés no está para bromas. El ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, declaró en un programa de televisión que se ha puesto en marcha una investigación sobre la supuesta manipulación extranjera de Twitter.
Sin embargo, en esta ocasión algo fue mal con el tema de la intromisión rusa, porque esta versión no ha obtenido apoyo al otro lado del Atlántico. El presidente de EEUU, Donald Trump, actuó en esta ocasión, quizá sin quererlo, como un 'salvador' de la reputación de Moscú. Ofreció una versión alternativa de los hechos al opinar que la verdadera causa de las protestas es el acuerdo climático de París. Así lo dejó saber un reportaje de Euronews: "Los chalecos amarrillos nacen del rechazo al acuerdo de París según Trump".
Parece que cada uno trata de aprovechar la crisis francesa de acuerdo a sus propios intereses. Unos para volver a culpar a Rusia de la intención de desintegrar a Europa, y otros para tocar puntos sensibles de sus adversarios, como en el caso de Trump.
En esta situación lo que más sorprende es la actitud de los dirigentes franceses que buscan posibles intromisiones y posibles culpables fuera del país, y hasta debajo de la tierra, cuando los culpables aparentemente están mucho más cerca: en el propio Gobierno por haber aprobado medidas impopulares sin calcular bien las posibles consecuencias.
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