"Lo que empezó como una ola conservadora en 2013 se transformó en una ola autoritaria", dijo este experto en teoría de la representación política en referencia a la insatisfacción social que estalló en las multitudinarias protestas de cinco años atrás.
En junio de 2013, durante el primer Gobierno de Dilma Rousseff (2011-2016) hubo manifestaciones masivas contra la dirigencia política en general, la mala calidad de los servicios públicos y la corrupción, que poco a poco fueron canalizadas por fuerzas conservadoras.
Fue la primera vez desde 2002 en que la candidatura del PT se reveló frágil hasta el punto de casi perder esos comicios, pues Rousseff venció en segunda vuelta por una estrecha diferencia y la oposición incluso cuestionó el resultado de las urnas.
El crecimiento de la ola conservadora se acentúo durante el segundo Gobierno de Rousseff, que se vio interrumpido por el polémico juicio político y destitución de la mandataria, que no pocos analistas y la izquierda consideran un golpe de Estado y que llevó al entonces vicepresidente Michel Temer a la presidencia.
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"El desmantelamiento de la Constitución de 1988 comenzó con el Gobierno de Temer, en su lado social y de derechos; lo que está en cuestión ahora es un cambio en el régimen constitucional, incluso si no hay una Asamblea Constituyente", comentó el analista.
En su opinión, la gran pregunta ahora es si la democracia "sobrevivirá" a este proceso.
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Años atrás Bolsonaro defendió, pese a ser diputado, la clausura del Congreso alegando que no servía para nada.
Bolsonaro suele argumentar que la prensa saca sus frases de contexto y que es constantemente malinterpretado con mala fe.
Pero el pasado domingo advirtió que los que no se sometan a sus leyes deberán ir a la cárcel o salir del país, y que los "rojos marginales" estarán "prohibidos" en un país bajo su mando.
El candidato de la ultraderecha también ha arrojado sospechas sobre el propio proceso electoral, hablando de fraude en las urnas electrónicas y adelantando que no aceptaría un resultado diferente a su triunfo.
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Uno de sus hijos, el diputado Eduardo Bolsonaro, aseguró el pasado mes de julio en una conferencia que para disolver el Supremo Tribunal Federal solo se necesita "un cabo y un soldado".
"¿Nuestra democracia aguantará a un candidato que abiertamente pregona cosas antidemocráticas? Y no solo a un candidato (…) es un movimiento de abajo a arriba, mucha gente compró la idea de que la democracia no resuelve los problemas", advirtió.
El papel de los militares también será clave, porque al final de la dictadura, no hubo revisión ni procesos de justicia por eventuales crímenes, y las Fuerzas Armadas "mantuvieron intacta su propia institución".
Bolsonaro, un capitán del ejército varias veces sancionado y que luego pasó a la reserva, cuenta con decenas de militares y policías en su equipo y en su partido, y ya ha manifestado su intención de colocar a generales retirados al frente de varios ministerios, porque en su opinión llevarán a cabo una gestión técnica más efectiva que la realizada por políticos tradicionales.