Quienes forman parte de la generación que protagonizó el fenómeno de un repunte excepcional en las tasas de natalidad, paradójicamente son en gran medida los responsables de una caída histórica en los nacimientos, cuando les tocó a ellos ser padres. Esto ha provocado un envejecimiento en la población –patente sobre todo en Occidente–, lo que causará un agravamiento de la próxima crisis en ciernes.
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El presidente de la Consultora Ekai Center, Adrián Zelaia, explica en este sentido que "el envejecimiento de la población europea tiene mucha relación con el modelo de crecimiento, y de alguna forma con la falta de productividad de las empresas de las últimas décadas. Si examinamos la relación entre el modelo de familia como unidad productiva, y el desarrollo económico de Occidente durante las últimas décadas, vemos con claridad cómo hemos pasado a un contexto de utilización mucho más intensiva de la familia como unidad productiva, a costa de sacrificar la tasa de natalidad".
Y es que el cierre en falso que se hizo de la crisis iniciada en 2007-2008 ha hecho que el mundo se encuentre en este momento en el umbral de una hecatombe económica de consecuencias insospechadas al no poder visualizarse una solución viable, y donde las recetas aplicadas en la última década para salir del pozo no podrán ofrecer los mismos resultados.
Frente a la próxima recesión, será inevitable un daño mayor sobre las finanzas públicas y la economía en general. Y es que por si fuera poco, la deuda pública todavía toca los máximos marcados durante la crisis, lo que estrechará el margen de maniobra de los gobiernos, ya sea través de los estabilizadores automáticos, como la prestación por desempleo, o con medidas de gasto discrecionales.
Y aquí es donde viene la madre del cordero: habrá que lidiar con los costes de una sociedad envejecida y el exceso de riesgos que se han asumido a lo largo de una larga etapa expansiva en la que encontrar rentabilidad ha sido más complejo que en otras ocasiones.
Echando una mirada a la historia reciente, Zelaia observa que la incorporación masiva de la mujer al trabajo en las últimas décadas se produjo facilitando los beneficios empresariales de una forma notable, pero sin que eso implicara una reducción en paralelo –como hubiera sido lógico– de las jornadas laborales.
"En los años '70 (década de 1970) hubo una propuesta muy clara del movimiento feminista donde dijeron 'bueno, si la mujer se incorpora al trabajo de forma progresiva, esto debería llevar a que se redujera el calendario semanal a treinta horas, (…) teóricamente muy razonable. Es decir, reducir en un principio desde las 44 hasta las 40 horas, y luego pasar a las 30, lo que hubiera sido compatible con una evolución natural del desarrollo económico y con un mantenimiento de las tasas de natalidad", apunta Zelaia.
Nada más alejado de la realidad. Lo que se hizo fue sustituir un modelo de familia en el que un salario mantenía a cinco personas como media, por una familia en el que dos salarios mantienen aproximadamente a 3,2 personas, con lo cual un salario mantiene a 1,6 personas aproximadamente, incide el analista.
¿Qué ha facilitado esto? La generación de productividad y el mantenimiento de un determinado modelo de desarrollo económico durante décadas a costa de 'comernos' el futuro, de un clarísimo hundimiento de la tasa de natalidad, y de una sobreexplotación –durante generaciones– de las mujeres que han tenido que compartir tareas domésticas con una dedicación de 40 horas al trabajo asalariado, remarca Adrián Zelaia.
En este sentido, el representante belga en el Comité Ejecutivo del BCE ha señalado que esta probabilidad de que los tipos se acerquen a cero puede seguir aumentando y verse exacerbada ante la inminente jubilación de los 'baby boomers' "que puede añadir mayor presión a la baja sobre los tipos de interés". Así, Praet advirtió que el envejecimiento de la población europea podría llegar a tener implicaciones en la manera en que se comportan la economía y los precios.
Al respecto, Zelaia señala que durante las últimas décadas hemos estado en un modelo que quizás por la necesidad de las empresas de buscar este tipo de vías de rentabilización, por un lado ha destruido la capacidad de renovación de la propia sociedad a través del hundimiento de la tasa de natalidad, y por otro, ha generado una dinámica de salarios que fueron evolucionando por debajo de la productividad. Esto 'necesitaba' a la vez que las carencias generadas en la demanda, se complementaran en unos países a través de la exportación, y en otros, a través del endeudamiento.
"El endeudamiento no ha sido algo que ha aparecido por un cambio de valores, como se ha dicho en algún caso, sino que era una necesidad de nuestra estructura económica para generar una demanda que permitiese mantener el desarrollo económico. Claro, hemos llegado de alguna forma probablemente al límite de ese modelo de desarrollo porque el incremento de endeudamiento ha estado alimentando la economía, pero en el momento en que llega el pago de las deudas, se genera el proceso contrario, y esto fue una de las causas muy claras de la crisis económica", indica el analista.
Asimismo, incidió en la necesidad de acometer reformas estructurales que liberen a los bancos centrales de la carga puesta sobre sus hombros durante la última crisis, pese a la dificultad política de ejecutar estos cambios. No obstante, subrayó que la reforma de las pensiones "no son sueños" y ya se están empezando a plantear en varios países.
"Lo que necesita Occidente clarísimamente es un nuevo modelo económico equilibrado que no esté basado en salarios bajos y sobreendeudamiento como hasta ahora. Y es dudoso, por lo que hemos visto durante estos últimos tres años, que estemos siendo capaces de definir ese nuevo modelo, pero esto es lo esencial es una cuestión de vida o muerte para la economía europea", sentencia Adrián Zelaia.