Para Dmitri Egórchenkov, director del Instituto ruso de Estudios y Pronósticos Estratégicos y colaborador del Club Valdái, no son nada más que las fantasías de los medios de uno de los países responsables por este "error estratégico" a mediano plazo.
"El principal objetivo de los países occidentales en el conflicto libio fue derrocar a Gadafi, un líder 'incómodo' enfocado en disminuir la influencia extranjera en el Oriente Medio. Paralelamente, buscaban hacerse con ventajas competitivas en el mercado libio y con los yacimientos petroleros de la república árabe", recuerda el experto.
Solo pasados unos años se empezó a sentir el efecto que tuvo la desestabilización del país africano para las naciones europeas, sobre todo en cuanto a los flujos migratorios.
En esencia, el Estado libio dejó de existir y se separó en tres zonas históricas gobernadas por diferentes tribus y clanes: un sistema que Muamar Gadafi logró poner bajo control hace décadas.
Salvo un líder carismático y fuerte, nadie podrá restablecer el control y hacer frente a los terroristas que se habían arraigado en Libia, afirma Egórchenkov.
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¿Dónde entra Moscú en este escenario?
En estas condiciones, Roma, donde un Gobierno conservador y relativamente euroescéptico llegó al poder, tiene un aliado natural para discutir este y otros asuntos: Moscú. De aquí la invitación italiana a Vladímir Putin de visitar la conferencia sobre Libia prevista para noviembre y contribuir a un eventual arreglo.
"La diplomacia rusa mantiene contactos con todas las fuerzas sanas presentes en el país. En medio de una desestabilidad permanente, es difícil pronosticar algún escenario del desarrollo de la situación en Libia", concluyó Egórchenkov al agregar que los demás actores en la región mantienen unas posturas igual de balanceadas sin apostar fervientemente por una u otra parte.
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