La presencia del gigante asiático en áreas consideradas estratégicas de nuestro continente supone una interferencia para Washington. Es lógico, China no ha hecho más que crecer en los últimos tiempos, convirtiéndose en el segundo inversor externo por detrás de Estados Unidos.
La declaración comienza señalando que, en el presente, EEUU se encuentra "emergiendo" de un período caracterizado por una "atrofia estratégica", donde las ventajas militares competitivas se han erosionado y el orden mundial establecido se ha venido a menos. En su redacción queda establecido como umbral que, a partir de la formulación de esta nueva estrategia, será la competencia entre Estados Unidos y sus 'rivales' y no el terrorismo donde radican los fundamentos del accionar futuro de dicho país en materia de seguridad nacional. Es así como la lucha contra la influencia estratégica de China, principalmente, se torna prioritaria para el Departamento de Estado.
Sin embargo, este planteamiento no es más que un marco general para un despliegue sectorizado por región.
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Pero América Latina no parece haber sido seleccionada para recibir esos salpicones de inversión competitiva, por el contrario, es una de las regiones más perjudicadas por el reciente giro proteccionista adoptado por EEUU. La política de sanciones empleada por las dos superpotencias en pugna y la consecuente tendencia a la fragmentación que atraviesa al mercado mundial conforman un complejo escenario que solo los mandatarios más astutos podrán explotar.
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El presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, no dudó en romper relaciones con Taiwán en un claro gesto de apoyo a las inversiones chinas en proyectos relacionados con el megaestratégico canal de Panamá. Otros países de Centroamérica también han decidido seguir el mismo camino, como Republica Dominicana y, recientemente, El Salvador.
Esta última acción, anunciada por el presidente Sánchez Cerén, causó un gran revuelo entre los funcionarios norteamericanos.
"Estados Unidos está fuertemente preocupado por la reacción de El Salvador a una obvia intromisión de China en la política interna de las naciones del hemisferio occidental", declaró la Casa Blanca, agregando que tal "decisión afecta no solo a El Salvador, sino también a la salud y a la seguridad económicas de toda la región de las Américas".
El embajador chino en Panamá, Wei Qiang, no se quedó atrás: "La preocupación es por el abierto pisoteo, sin siquiera una pizca de tapujo, de los derechos soberanos ajenos. La armonía de la comunidad internacional no se preserva sin el trato igual y respetuoso entre todos y cada uno de sus miembros".
Luego escribió: "Parece mentira cómo una potencia deja perder su credibilidad de Estado, echando broncas a quienes adoptan la misma política que ella ha venido persiguiendo desde hace casi cuatro décadas. Doble rasero y prepotencia en estado puro".
En menos de un año, Sudamérica se ha visto sacudida por la incesante presencia de altos funcionarios norteamericanos que han dudado en sincerar su intención de "contener" la influencia del gigante asiático en el continente, si es necesario, a través de la disuasión provocada por la presencia militar.
La mayoría de los presidentes latinoamericanos han acogido con fiel sumisión las primeras directrices establecidas en tal sentido.
- La instalación de la base militar "de ayuda humanitaria" instalada en la provincia sureña de Neuquén, Argentina;
- la revalorización (o expropiación) por parte del Pentágono de la base espacial ubicada en Alcántara, al norte de Brasil;
- la simbólica apertura de una "oficina de enlace" para tareas de inteligencia entre Ecuador y Estados Unidos;
- el ingreso de Colombia a la OTAN;
- la militarización de la frontera entre Argentina y Bolivia a cargo de las Fuerzas Armadas empoderadas por el Gobierno de Mauricio Macri.
Estos son algunos prototipos de esta tendencia prestidigitada por el mando conjunto del Departamento de Defensa norteamericano para América Latina y el Caribe: el SouthCom o USSouthcom.
No obstante, dicha ofensiva evidencia una parte de la política que Washington pretende aplicar y que no solo procura amenazar el avance estratégico de China en la región, sino también el de sus socios locales, los 'gobiernos populistas' que incentivaron su ingreso. En un escenario de competencia comercial aguda, Estados Unidos ve necesario "limpiar" la escena para la libre circulación de sus capitales, muchas veces obstaculizados por la presencia del favorecido capitalismo nativo o de "molestas" restricciones estatales.
La persecución judicial manifiesta contra los principales líderes opositores, representantes de orientaciones más proclives a la aplicación de políticas de corte nacionalista-estatista y de redistribución de la riqueza, y a la colaboración con potencias del Este, como China o Rusia, se disponen a complejizar las nuevas tendencias regionales.
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Aparentemente, a Estados Unidos no le alcanza con tratar de impedir el regreso de líderes políticos que plantean el desarrollo del capitalismo nacional. La expulsión o el 'disciplinamiento' de importantes sectores económicos nacionales se configuran como uno de los objetivos preponderantes de la enorme red de operaciones "anticorrupción", que afecta a nuestro continente de un tiempo a esta parte.
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Un panorama similar se está viviendo en la Argentina de Mauricio Macri. El corto tiempo transcurrido desde el estallido del caso "de los cuadernos", que involucra a casi todos los proyectos de obra pública del país no impide notar elementos análogos a los sucesos vividos poco tiempo atrás en países vecinos. Varios periodistas locales vienen advirtiendo acerca de un potencial aprovechamiento por parte de Wall Street de la desvalorización de las empresas puestas en jaque por los escándalos; mientras algunos analistas políticos con buenas conexiones en las agencias de inteligencia locales y extranjeras están convencidos del objetivo antichino detrás de esta supuesta redada anticorrupción.
En el primer caso, hasta el oficialista diario Clarín cuestionó la justificación que utilizó el Gobierno para ordenar tal interrupción, basada en el "mal momento fiscal que vive el país". El multimedio asume no poder explicar "la vinculación entre el ajuste que se viene con la baja de estos proyectos, cuando se había destacado que el crédito a los chinos se empezaría a pagar con la planta ya produciendo, dentro de ocho años".
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En el segundo caso, no dejan de acumularse las presiones ejercidas por la administración nacional sobre Gezhouba para que expulse de las obras a una de las empresas más vinculadas al Gobierno kirchnerista y cuyo principal titular, Gerardo Ferreyra, hoy se encuentra detenido en el marco del 'Cuadernosgate'.
En este contexto, resultan ilustrativas las declaraciones que, previamente a su detención y al inicio del escándalo en cuestión, emitiera en su cuenta de Twitter el titular de la empresa Electroingeniería.
La Nación público el 15/7 una fake news:Afirmó en tapa q #Represas quedó en suspenso.Ningun medio tomó esta noticia q las Autoridades desmintieron.Pero llevó angustia a miles y miles de trabajadores.Que busca? Romper un acuerdo de Cooperación con China? Lo desmentí en #Linkedin pic.twitter.com/0IUHUQRshz
— Gerardo Ferreyra (@ferreyragerardo) 21 июля 2018 г.
Luego de 6 años de llevar adelante la relación con grandes empresas y Bancos Estatales de la RPCh y también con Ministerios Y Sinosure,les digo q este título es un https://t.co/shEyfSRNUB reunión duró 30’.O sea 7 min p/cada Pte.Lo demás es traducción: Apenas se saludaron! pic.twitter.com/HKp05wnUqq
— Gerardo Ferreyra (@ferreyragerardo) 27 июля 2018 г.
Si a esta situación sumamos la creciente tensión diplomática que afecta a varios de los países centroamericanos, principalmente a Panamá, es posible anticipar un recrudecimiento de la polarización entre los distintos actores políticos y económicos del continente y las dos superpotencias en conflicto.
Mientras el objetivo de Estados Unidos se centra en mantener su hegemonía hemisférica, aplicando simultáneamente restricciones más severas a la circulación de capitales y al comercio, y acelerando la militarización del continente bajo su mando, China busca incorporar la región a un proyecto hegemónico nuevo a través de vías comerciales alternativas que conecten a los países de Latinoamérica a través de un eje este-oeste. Se abre así una variedad de escenarios futuros, promisorios o decadentes, atravesados por incógnitas que anuncian la reconfiguración del continente.
¿Podrá China lograr sus objetivos por medios predominantemente 'comerciales'? ¿Aprovecharán los países latinoamericanos la posición 'ventajosa' que implica negociar nuevas condiciones de subordinación ante un nuevo actor hegemónico? ¿Hasta qué punto tales ventajas se volverán a convertir en una mera sumisión?
¿Estará Estados Unidos dispuesto a utilizar la fuerza allí donde sus intereses se vean irremediablemente comprometidos? ¿Es esta orientación extremadamente conservadora (aún en términos capitalistas) un signo de su actual declinación?
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