Esa es la pregunta. Y es necesario hacérsela porque las monedas de los países en vías de desarrollo se han seguido devaluando durante casi todo 2018. Prueba de ello es la rupia indonesia, que en septiembre se desplomaba hasta registrar los peores datos de los últimos 20 años. El rand sudafricano no goza de mejor situación y al peso argentino le ha faltado poco para perder el 50% de su valor. Los peores datos se los lleva la lira turca y sus datos, también históricos.
"El dólar acapara más del 60% del comercio mundial de divisas. Por eso el problema está en cómo interactúa el resto de monedas con la estadounidense", explica.
De ahí que, como sostiene Jia Jinqing, las demás divisas se vean forzadas a bailar al son del dólar. Y es que el 40% del comercio mundial de divisas se lo reparten muchas más. La mitad de ese 40% lo acapara el euro y, un 15%, otras monedas nacionales. Entre ellas, la libra esterlina y el yen japonés. Por eso insiste: hay que "tener en cuenta cómo interactúan las monedas nacionales con el dólar".
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El billete verde presiona, y mucho, al yuan. En su tasa de cambio influyen las pésimas expectativas de los inversores, motivadas todas ellas por el enfrentamiento comercial entre China y Estados Unidos. También influyen los datos en la producción nacional de ambos países, añade la experta. Y aun así las fluctuaciones en la tasa de cambio se mantienen dentro de la normalidad. "De ningún modo se trata de fuertes fluctuaciones", asegura.
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"No se van a dar grandes oscilaciones [entre el dólar y el yuan]. Son menores ahora que las de la tasa de cambio del dólar y el euro. Además, siete yuanes por dólar es una marca psicológica, así que es poco probable que pasemos de ahí. En cualquier caso, no existen razones macroeconómicas para que pase. Si bien China se sirvió de ajustes anticíclicos para calcular el tipo de cambio del yuan, se orienta por el propio mercado. Así que el cambio de divisas no lo va a manipular", explica.
Unas medidas que el gigante asiático ha tomado ya varias veces en momentos de especial inestabilidad monetaria. "Ahora las ha vuelto a adoptar", recuerda a Sputnik. Así que no cabe esperar que el yuan siga cayendo.
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A Pekín no le sale a cuenta que su moneda se debilite a largo plazo. Por una parte y hasta cierto punto, eso favorece a los exportadores en tiempos de guerra comercial. Pero por otra parte, y teniendo en cuenta la creciente necesidad que siente China por importar hidrocarburos —gas y petróleo—, que se devalúe su moneda hará que aumenten los costes de producción y, como consecuencia, que el crecimiento económico se tambalee.
"Así que por ahora no hay motivo para pensar que el yuan siga cayendo por razones internas (…) Otra cosa es cómo se comportarán los inversores. La práctica ha demostrado que sus decisiones no se toman únicamente dependiendo de la situación de determinados países en desarrollo, sino también —y en mayor medida— dependiendo de la situación financiera en Estados Unidos", concluye.