Así comienza la historia de Zhaklín, una joven de 26 años que tiene a Siria y Rusia como sus patrias, que volvió a Siria después de más de tres años y relató a Sputnik esta experiencia de alegría y tristezas.
Mi padre es sirio y mi madre es rusa, por eso he vivido la mayor parte de mi vida entre los dos países. En los años de escuela y del instituto pasaba todas las vacaciones en Siria, al comenzar a trabajar en Moscú, ya no pude pasar tanto tiempo allí, comencé a visitar el país menos, después… llegó la guerra. Sin embargo, mis padres viven en Siria. Este año conseguí volver a mi país amado.

"¡No les dejo salir a ningún lado, no irán a Siria!"
La última vez que estuve en Siria fue hace tres años y medio. Fue en enero de 2014. Si soy sincera, puedo decir que ahora no tenía miedo de viajar, había decidido desde enero que este año tenía que ir a Siria. Mi marido, Seva, que es ruso, tampoco se veía asustado por tal perspectiva porque a través de mí ha llegado a saber muchas cosas sobre la situación en Siria. Leemos los medios árabes y no solo los medios, sino también las publicaciones en las redes de los vecinos sirios, de mis amigos.

En este sentido puedo decir que resultó más difícil convencer a los familiares y a la gente cercana. Los amigos y colegas de mi marido reaccionaron muy duramente a nuestra idea de viajar a Siria, como si Seva se dirigiera a su último destino.
Sin embargo cumplimos con nuestro sueño y tomamos este verano un vuelo directo de Moscú a Damasco, para volver a ver mi segunda patria.
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El camino a casa
Llegamos a Damasco y de allí fuimos a Latakia. Me gustaría enfocarme un poco en describir el camino. Claro que me imaginaba que los suburbios de Damasco y las afueras de la ciudad estarían destruidos, pero no esperaba lo que vi. Primero vas en taxi desde el aeropuerto capitalino a la estación central de autobuses y todo parece estar bien: reconoces tu ciudad tan amada, las calles etc. Pero cuando te acercas más a la zona suburbana de Damasco, de repente ves unos barrios enteros borrados de la faz de la Tierra. Si soy sincera, las primeras impresiones de estos paisajes me resultaron raras, difíciles de explicar.
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Se me saltaban las lágrimas porque recordaba bien el camino tal como era antes: las casas buenas de la gente rica. Ya después del viaje me dediqué a buscar fotos antiguas de este lugar, en un intento de resucitar recuerdos de una vida en paz.
Al ver cómo había cambiado mi país se me saltaban las lágrimas… era un sentimiento confuso. Por un lado, son las lágrimas de una tristeza que hace años se apoderó de nuestras almas, sin embargo, por otro lado, son lágrimas de alegría, porque al menos allá, en Latakia y la zona mediterránea ya se acabó todo, no hay más combates. Solo hace medio año mi madre me contaba que cuando estaba con mi padre en Damasco en un café, podía oírse bien el ruido de las armas, de batallas cuyo escenario era el suburbio de la capital.
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Ahora ya no es así, cuando pasas esta zona entiendes bien que ahora todo está tranquilo. Hay muchos controles de paso en el camino, donde revisan los documentos, no obstante, estos controles provocan en ti una sensación de seguridad y ya no de temor o pánico.

La otra Siria
Ahora todo el mundo solo sabe sobre la Siria de guerra, pero existe también la otra Siria, la Siria que sigue viva. Así, por ejemplo, todos los hoteles de Latakia se encuentran reservados hasta finales de verano, ahora es muy difícil encontrar algo para hospedarse, algún chalé, o esas casitas que se ubican al lado del mar.

No obstante, creo, que los sirios son una gente imposible de ser vencida, gente con una visión muy optimista respecto a la vida y la capacidad de crear algo bueno de la nada. Puedes no tener dinero, sin embargo, siempre conseguirás encontrar comida. Igual que la gente encuentra una manera de viajar.

Fuimos a Latakia, Damasco, Baniyas, donde también hace dos o tres años tuvieron lugar los enfrentamientos. Pasamos por Tartus. Vimos los bonitos paisajes de las montañas en Kessab, que se ubica en la zona fronteriza con Turquía y que pasó los años del genocidio contra los armenios —históricamente residen en esta ciudad— y fue casi demolida por el Frente Al Nusra durante la guerra.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) August 13, 2018
Fuimos también a otra ciudad en las montañas de donde se ve Idlib, donde ahora se encuentran los radicales y terroristas. Todo parecía tranquilo. Es decir, si tú estás con tu familia o con amigos en un restaurante no ves nada, no se escuchan los tiroteos. Sin embargo, mis familiares nos pidieron que no nos asustáramos si escuchábamos algo por el estilo, porque los terroristas están lejos, simplemente la buena acústica del lugar hace que se oiga bien.

Disfrutamos también de las lindas playas cerca de Latakia, de los antiguos castillos, como por ejemplo la fortaleza de Saladino que está inscrita conjuntamente con el Crac de los Caballeros desde el año 2006 en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y refleja la parte de la historia de Siria relacionada con las Cruzadas.

Siria sigue siendo un país de precios módicos para los turistas, un taxi en Latakia cuesta 75 céntimos de EEUU, la comida es barata. Supongo que en cinco o siete años, si se acaba la guerra, Siria será todo un paraíso para los turistas rusos y no solo para ellos. Así, para Rusia, Siria podría sustituir a aquellos países que solíamos escoger para pasar las vacaciones como Turquía y Egipto.

Por lo que sé, las empresas rusas han celebrado varios contratos para la construcción de hoteles en Siria. Todo se debe a que este país árabe dispone de playas maravillosas, de patrimonio histórico y arquitectónico, la comida es muy rica y la gente de verdad ama a los rusos.
Como era su primera vez en Siria esperaba ansiosamente su reacción. Y me alegré de verlo tan satisfecho en este viaje. Hubo un momento muy interesante que le impresionó, cuando llegamos a un restaurante de Damasco a las cuatro de la mañana y estaba llenísimo de gente, las mujeres estaban solas, unas llevaban el pañuelo tradicional, otras no —una imagen buena de la situación de las mujeres en los países árabes—. Aquí las mujeres sí que salen solas, hasta a las 4 de la mañana, fuman shisha, disfrutan de la buena charla y se sienten bien. La vida realmente está volviendo a las ciudades sirias y eso me alegra mucho.
Nos trataron muy bien en Siria, cuando la gente se enteraba que éramos de Rusia nos decían "gracias a Rusia, sean bienvenidos aquí". A mi esposo muchas veces le tomaban por militar ruso y le agradecían aún más. Así es la gente en Siria.
Los otros sirios
La guerra cambia muchas cosas y en las personas también. ¿Se puede decir que el carácter de los sirios ha cambiado por la guerra? Lo comparo con lo que vi hace tres años y medio, cuando llegué a Siria después de pasar un año y medio sin verlo. Estaba muy triste y lloraba mucho porque en aquel entonces se notaba cómo estaba cambiando la gente. Cómo se hicieron más crueles, más suspicaces. En general los sirios se caracterizan por ser muy amables, confiados, generosos. Jamás cerraban las puertas al salir de casa, dejaban los vehículos abiertos. Les encontré en mi penúltima visita muy diferentes, muy suspicaces, principalmente con los extranjeros.

Ahora no leo noticias, me dedico más a leer lo que escriben mis amigos, conocidos, los blogueros sirios, es decir, la gente que vive allá. Con los años, me endurecí, por lástima. Claro que me entristece toda la situación en mi país, que me duele muchísimo que no puedo hacer nada, quiero emplear todos mis esfuerzos para recuperar Siria, he aprendido que lo malo pasa cada día y un día todo se acaba, si Dios quiere.
Los sirios que viven en el país en este aspecto son igual que yo. Hablamos con uno que vive en la casa que resultó dañada por uno de los Tomahawk de Trump. Le pregunté cómo es despertarse por la noche por que te bombardeen. Me respondió que en cuanto vieron que todos estaban bien y que la casa no se vio muy afectada, se volvieron a dormir. Lamentablemente o por suerte —no lo sé— en un momento dejas de ser sensible a estas cosas.
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Hace un año y medio entre la gente reinaba la convicción de que la guerra jamás se terminaría, y ahora nos falta liberar solo Idlib y todo estará bien. Mi esposo y yo estábamos en Siria cuando se produjeron los atentados terroristas en Suwaida, se saldaron con más de 200 víctimas mortales, sin embargo, eso no consiguió doblegar la voluntad del pueblo.







Entienden que van a pasar cosas así, no obstante queda muy poco para que nuestra Siria quede libre de terrorismo y pueda volver a la vida normal. Veo a mi pueblo muy animado por que comienzan a reconstruirse las ciudades, Alepo, Homs, los migrantes internos vuelven a sus casas y me alegro de que mi pueblo vuelva a ser tal como siempre ha sido.