"Es la postal de bienvenida que ofrecemos a los emigrantes, al principio hubo mucho sacrificio y mucho esfuerzo porque nadie nos ayudaba", comentó el "padre Jesús", como lo conoce todo el mundo, en declaraciones a Sputnik.
Ellos fueron de los primeros en llegar, hace casi dos años, cuando el flujo migratorio tomó fuerza, y ahora algunos de ellos, que fueron atendidos por Boadilla, trabajan con él como voluntarios sirviendo desayunos.
La aglomeración de gente en las puertas del comedor es tal que tiene que hacer tres turnos cada día.
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El trabajo de Boadilla y su parroquia fue pionero, dado que ofreció asistencia meses antes de que llegaran a la frontera el Gobierno, el Ejército y las agencias de la Organización de las Naciones Unidas, que igualmente ahora apenas ofrecen ayuda a los venezolanos para arreglar su documentación, no les dan comida ni cama.
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El sacerdote critica esta dejadez de las autoridades y considera que está detrás del brote de xenofobia que vive Pacaraima desde hace semanas.
Muchos de ellos perdieron las pocas pertenencias que tenían y alrededor de 1.200 volvieron asustados a Venezuela.
"Las autoridades fueron muy lentas en reaccionar y aquí se fue creando un caldo de cultivo muy peligroso, era un drama anunciado, estaba a punto de explotar", comentó Boadilla, que da la razón a los vecinos que aseguran que la criminalidad, el desorden y la prostitución aumentó desde la llegada de los venezolanos.
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No obstante, el padre puntualiza que esa "rabia" debería dirigirse contra las autoridades brasileñas, que no están atendiendo las necesidades de esta pequeña población fronteriza, y no contra los venezolanos, en su gran mayoría gente humilde y trabajadora.
El día del ataque xenófobo, en que se utilizaron palos, piedras y bombas caseras, el Ejército y la Policía ofrecieron protección al sacerdote y le propusieron llevarlo a un lugar seguro, pero él prefirió quedarse en su iglesia.
Una semana después de lo sucedido, el ambiente en Pacaraima es de calma tensa, aunque el sacerdote teme que la violencia pueda volver a estallar en cualquier momento porque las condiciones que la motivaron no han cambiado.
"¿La ciudad está en calma? No. Es una tranquilidad artificiosa, estoy muy intranquilo, tengo miedo de que en cualquier momento esto se vuelva a disparar; dependerá de lo que hagan las autoridades, si siguen de brazos cruzados o no", aseveró.
El 25 de agosto hubo otra manifestación de los vecinos que, si bien no derivó en altercados, propició momentos de tensión con los inmigrantes venezolanos.
Algunos, incluso piden la salida de organizaciones como ACNUR porque creen que ejercen un efecto llamada sobre los migrantes.
Según informaciones del Ejército brasileño, que coordina la parte de seguridad de la llamada Operación Acogida, una media de 500 personas atraviesan cada día la frontera rumbo a Brasil.
La mayoría solo se queda en Pacaraima hasta que consiguen dinero para el pasaje de taxi o autobús hacia Boa Vista, la capital del estado de Roraima, pero para muchos este proceso dura semanas o meses.