Desde aquella operación en Medio Oriente, fueron 71 las intervenciones bajo la égida del organismo en distintos escenarios a lo largo y ancho del planeta, con la participación de más de un millón y medio de soldados de distintos lugares del mundo.
"Estas operaciones de mantenimiento de la paz han demostrado ser una sólida inversión en los temas de paz, seguridad y prosperidad mundiales", constata el organismo en su sitio web.
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"Si podía haber alguna duda sobre el carácter de las intervenciones, hoy está a la vista que sigue los intereses imperialistas. Si en algún momento pudo venderse como algo que tuviese que ver con la paz hoy es evidente que no es así y está desnudo el verdadero objetivo", constató Olivetti.
Con 950 efectivos, Uruguay es uno de los países que más personal aporta en términos relativos a las misiones de paz, con una presencia considerable (937 personas) en el contingente desplegado en la República Democrática del Congo (Monusco).
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Sin embargo, actualmente "sigue la ocupación" en la nación insular iniciada en 2004, luego de que una revuelta armada depusiera a Jean-Bertrand Aristide, el presidente electo democráticamente. Este episodio fue "un golpe oligárquico imperialista con el fin de detener el empuje libertario del pueblo haitiano", recordó Olivetti.
Desde octubre de 2017 opera en el país la Minujusth, que sucede a la Minustah como contingente de cascos azules. Esta operación "mantiene el proceso de ocupación y determinación por parte del imperialismo del rumbo haitiano en particular", opinó Olivetti.
"Es evidente que el rol general de la intervención de la ONU sigue los lineamientos de los intereses de las grandes multinacionales y las potencias imperialistas", consideró.
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Esa situación es apenas una cuenta más del largo rosario de denuncias que han surgido en todos los escenarios donde hay cascos azules, zonas muchas veces azotadas por una extrema pobreza. Los abusos son parte "de un conjunto de factores que tienen que forman parte de la acción militar imperial".
En Haití, la presencia de la Minustah trajo aparejada además una cruenta epidemia de cólera, a raíz del vertido de residuos fecales de tropas nepalíes en ríos de los que la población obtenía agua para consumo.
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Más de 700.000 casos de la enfermedad fueron reportados y murieron alrededor de 10.000 personas. La epidemia se dio en paralelo a catástrofes naturales como el fortísimo terremoto de 2010, en el que perdieron la vida otros cientos de miles de haitianos.
"La intervención en Haití ha dejado deudas colosales, no solo en cuanto a la violación del principio de autodeterminación de los pueblos. Hubo un reconocimiento de la ONU respecto de su responsabilidad en el cólera en Haití. Quienes más han trabajado contra la enfermedad han sido los médicos cubanos. Hay una deuda brutal con el pueblo haitiano respecto a ese sentido. [Los cascos azules] han traído males sobre males", recordó Olivetti.
Salvo por algunas excepciones, en su mayoría los soldados provienen de naciones en vías de desarrollo o con bajo nivel de ingresos. Las Fuerzas Armadas suelen argumentar que la participación en misiones de paz proporciona una solución económica para muchos soldados sumidos en la pobreza.
En el caso de Uruguay, para un soldado raso, participar de una misión de paz le proporciona un ingreso bastante superior al que podría aspirar en su país. Esto le permite, por ejemplo, comprar una casa al regresar.
"Eso es una verdadera tragedia, porque de alguna manera pone a las tropas —por ejemplo las uruguayas— como mercenarias del imperialismo. Las políticas las fija el imperialismo y aquí se vende la intervención como una oportunidad para hacerse unos pesitos. Es una política de Gobierno mercenaria", comentó Olivetti.