"(La medida) es puro marketing electoral, una maniobra que entronca con unas demandas de la población que hasta ahora no están siendo atendidas; (Temer) quiere capitalizar ciertos deseos oscuros de una parte de la población", apunta el experto, que recuerda que el segundo ubicado en las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre es el líder ultraderechista Jair Bolsonaro, defensor de los militares como garantes del orden.
A pesar de que el desgobierno en Río de Janeiro es unanimidad entre los especialistas, Nunes echó por tierra el argumento del Gobierno de que la violencia estalló durante los días de Carnaval y que era necesario intervenirla militarmente.
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El especialista citó datos del Instituto de Seguridad Pública (ISP), un órgano del Gobierno de Río que informó que el pasado Carnaval fue el menos violento de los tres últimos años: hubo 86 asesinatos y 1.062 robos a transeúntes en los barrios del sur de la ciudad, cuando en 2017 fueron 94 asesinatos y en 2016 un total de 201 homicidios.
Entonces, ¿por qué activar una intervención militar en Río?
Para Nunes la clave es la visibilidad que este estado tiene en los medios de comunicación (no en vano allí se encuentra la sede de la red Globo, la principal empresa de periodismo del país) y en el eco que esto puede tener a nivel nacional precisamente porque Río de Janeiro actúa como espejo de Brasil, apuntó.
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Las elecciones de octubre se acercan y a pesar de que Temer no piensa presentarse a la reelección, su formación, el Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), y sus aliados de la derecha, se encuentran desorientados y temerosos de pagar en las urnas el desgaste de la corrupción y los recortes sociales.
Otro punto a favor es que durante la intervención (que dura hasta el 31 de diciembre) no se puede modificar la Constitución, requisito indispensable para sacar adelante la reforma del sistema de pensiones que desde hace meses Temer impulsa sin éxito; así la "cortina de humo" sirve para esconder un fracaso político, expresó el especialista.
En los últimos años los militares ocuparon durante meses los complejos de favelas de la Maré y el Alemão, aunque cuando dejaron estos territorios el narcotráfico se los apoderó nuevamente y los tiroteos volvieron a ser frecuentes.
Lo mismo ocurrió más recientemente en la favela Rocinha, donde en septiembre de 2017 casi mil soldados y decenas de tanques realizaron una macroperación sin resultados concretos.
Además de poco productivo, el trabajo de los militares podría derivar en aun más casos de vulneración de los derechos humanos, algo que ya es la norma habitual en las favelas y suburbios de Río de Janeiro.
Como consecuencias de la intervención militar en ciertos barrios (sobre todo donde viven la clase media y las élites) habrá cierta sensación de seguridad, pero la situación seguirá igual o emporará en los barrios más humildes y además provocará un éxodo del crimen hacia estados vecinos, pronosticó el especialista.
"Los estados fronterizos de Río de Janeiro, como Minas Gerais y Espírito Santo (sureste) ya están reforzando las fronteras, alarmados; es un peligro real", aseguró Nunes, quien lamentó que el Gobierno no use las Fuerzas Armadas para controlar adecuadamente las fronteras del país.
La presencia del Ejército en las calles de Río de Janeiro no es una novedad (ocurre de forma puntual desde 1992, cuando repunta la violencia de forma descontrolada), aunque sí es la primera vez en que las Fuerzas Armadas no actúan como forma de apoyo sino liderando la estrategia de seguridad.